martes, 12 de junio de 2012

Mi Vida con Amor I - Maia

“La rosa es el libro que todos llevamos

dentro “Amor”, y al igual que la rosa

representa al Amor, éste nuestro libro,

es el Amor que todos hemos puesto en

él, representado en la Rosa.”

En nombre de JESÚS EL CRISTO (PRÍNCIPE

SANANDA). El amigo de todos y con todo el cariño, os recomiendo que leáis con amor éste párrafo:

“Deseo que todos los que puedan recibir esto o tener noticias de ello algún día, comprendan bien que Yo no soy y nunca fui un Ser Especial creado por Dios, distinto al resto de la humanidad. Es verdad que había hecho esfuerzos previos conscientes, y había llegado mucho antes de la encarnación en la que gané la Vida Eterna. La experiencia que escogí hace dos mil años fue para dar el ejemplo que cada individualización de Dios debe seguir tarde o temprano.

Insisto amado Hijo de Dios, en que me veas como a un Hermano Mayor, uno contigo. Cuando dejé la palabra: “YO SOY con vosotros siempre la Presencia YO SOY, que soy y que vosotros sois, es UNA”. Por lo tanto, ¿no ves cómo “YO SOY contigo siempre”? Medita esto profundamente y trata de sentir su realidad.

RECONOCIMIENTO

Con todo mi amor y gratitud a mi hija Elisabet, pues gracias a ella y a través de su dolor, llegué a descubrir un camino hasta entonces desconocido para mí. Sin ella no habría sido capaz de hallar la puerta que tanto busqué y que encontré por fin. Ella ha sido el canal verdadero y principal mediante el que he podido hablar, abrazar y amar a esos Seres de Luz, tan llenos de Amor para todos.

Todo mi amor y gratitud también para Noika (Noki para los amigos). Un futuro Gran Maestro al cual debo mucho de lo aprendido. Los que le conocemos y tratamos hemos llegado a quererle como a uno más de la familia, al igual que a todos los que han ido viniendo para darnos su Amor y su Luz.

Mi amor y gratitud asimismo para mi familia, con la que compartimos todo este nuevo mundo. Sobre todo a mi marido por su paciencia, ya que aún sin comprender ciertas cosas, está siempre a mi lado intentando ver la Luz a través del Amor que aquí se respira.

Mi Amor va con todos.

MAIA

DEDICATORIA

Dedico este libro con todo mi amor y gratitud:

A los Maestros Ascendidos, a los que mucho les debo por su atención y gran Amor.

A un Ser muy especial (aunque todos ellos lo son), a Saint Germain, del que he recibido tanto Amor, siendo uno de mis principales guías, estando conmigo desde hace ya tres reencarnaciones seguidas, dándome continuo amor y protección.

Al Maestro CHA-ARA por todo el cariño y tierno Amor que desprende su Ser.

Al Maestro KUTHUMI por su Amor y humor especial que, al parecer, tenemos en común allá, en el otro lado.

Al Maestro PRÍNCIPE SANANDA (JESÚS EL CRISTO), por su gran Amor y entrega, quién prefiere que le llamemos Amigo.

Con todo el amor de mi Ser.

MAIA

PRÓLOGO

Empecé a escribir sin saber como podría narrar una serie de hechos que habían sucedido y aún continúan dentro de mi familia y que han supuesto unos cambios importantes en nuestra forma de actuar y de pensar.

No somos en absoluto los únicos que nos hemos visto envueltos en estos sucesos. Por suerte hay ya muchas personas a las que les están ocurriendo cosas similares. Es por eso que me aconsejaron que escribiera este libro.

Pensé que sería más fácil. Era realmente uno de mis sueños, pero no podía figurarme que iba a ser algo así.

En ocasiones se pierde el hilo del relato y algunas explicaciones no son fáciles de entender.

Es difícil. En una novela u otro relato de ficción, puedes manejar a los protagonistas a tu antojo, haciéndoles ir y venir por donde te apetece, pero esto es diferente, estos son hechos reales en los que, de alguna manera, todos estamos implicados.

Mi lenguaje es sencillo, llano y sin experiencia. Es por eso que he puesto un gran interés y empeño en hacerme entender a fin de reflejar lo mejor posible todo el Amor recibido, al igual que la Luz. Esa es mi misión: dar Luz y Amor a todos, para ayudar así a despertar de tan largo sueño a todo aquél que se lo proponga sin temor alguno.

COMENTARIOS

Mis primeros contactos con esta nueva realidad se dieron por desesperación, buscando a alguien que pudiera ayudar a mi hija. Tras haber probado con diferentes especialistas, fui a un curandero. Ese fue el principio de todo.

Que recuerde no había oído antes hablar del Amor Universal que componemos todos.

Aprovecho para mostrar mi agradecimiento a todas aquellas personas que han intervenido en esa primera etapa, ayudándonos en todos los sentidos:

A Manoli, al Sr. Francisco, a Montse, a Josefina por su gran interés, deseándole que encuentre por fin esa puerta que tanto busca y que tiene tan cerca aunque aún no la haya sabido ver. Al Dr. Adrián, a Akali-Sun con todo mi cariño, y a Maite y su marido, esos seres especiales tan llenos de amor.

Os llevo a todos en mi corazón, ya que sin vosotros no hubiera sido posible seguir el camino hacia el despertar, camino que todos tenemos que hacer tarde o temprano. Por todo ello aprovecho esta ocasión para transmitiros un fuerte y a la vez tierno abrazo, con todo mi amor y en nombre de todos:

Mª Teresa (como me conocéis aquí)

Maia (que es mí Ser).

UNO

Elisabet siempre fue una niña muy alegre y activa, con muchas ganas de jugar y que reflejaba siempre su energía como un torbellino por todas partes. Siempre ha sido la alegría de nuestro hogar.

A los seis años empezó a quejarse de dolor en las piernas y las rodillas. La llevamos al traumatólogo, quien al ver las radiografías dijo que era cosa del crecimiento, que no había que darle demasiada importancia y así lo hicimos. El dolor seguía, pero siguieron sin darle importancia.

En ocasiones los dolores eran tan intensos que la dejaban paralizada allá donde se encontrara.

Pasaban los años y la niña seguía quejándose. También los profesores. Al sentirse incomprendida se fue apartando y aislando de sus amistades y juegos.

Vi que tenía problemas de jaquecas muy fuertes. La llevé al neurólogo que le hizo una serie de pruebas para intentar diagnosticar esas jaquecas. Se inclinaba por la herencia familiar y me recomendó que la llevara a la psicóloga del centro, para que pudiera estudiar más a fondo su caso, al tiempo que le darían unos ejercicios de sofrología para que ella misma pudiera controlar el dolor cuando este apareciera.

Pareció funcionar durante algún tiempo, pero poco ya que el dolor persistía en piernas y rodillas.

De nuevo a vueltas con médicos, radiografías, análisis y faltando continuamente al colegio. Los resultados parecían estar bien con lo que no encontraban ningún motivo para los dolores. Todo parecía estar provocado por ella misma, por algún problema familiar o escolar.

Pasaban los días y ella cada vez estaba peor, con el ánimo por los suelos. La oía quejarse desgarrándose de dolor y sabía que ese dolor no era fingido. No quería darme por vencida aunque no sabía que podía hacer. Si de verdad era algo mental, porque alguien no me daba una solución y se limitaban a decirme que no le hiciera caso. Estaba desesperada. Hubo momentos en los que temí que hiciera un disparate al no sentirse comprendida por nadie.

Poco a poco fue encerrándose en su habitación pues no podía andar ni con muletas. Mientras ella se recluía en casa yo permanecía a su lado intentando animarla, igual que todos.

Un buen día comenzó a decir que “veía cosas y oía voces”. En un primer momento no le hice demasiado caso, pensando que tal vez se trataba de pesadillas. Esto no le gustó mucho puesto que pensaba que no la creía. A veces tenía mis dudas, llegando incluso a pensar que a lo mejor era cierto lo de que fingía su mal. Llegué a vigilarla a escondidas para comprobar si cuando estaba sola se comportaba con normalidad. Mis dudas se despejaron por desgracia, cuando pude ver como se arrastraba para poder ir al baño. Fue muy duro pero suficiente para seguir luchando y encontrar como fuera a alguien que pudiera ayudarla a superar su problema.

Como no podía ir al colegio, conseguí que viniera un muchacho a darle clases a casa.

Al pobre chico se le desencajaba la cara cuando la oía gritar de dolor y que no se podía hacer nada por ella. Ni siquiera el medicamento le hacía efecto. Él se iba de casa más enfermo y afectado que nadie.

Precisamente uno de esos días en los que estaba dándole clase, mi hija tuvo unos dolores más fuertes de lo habitual, hinchándosele las piernas y con los bultos de las rodillas más dilatados que de costumbre. La llevamos a urgencias de un sitio en el que no habíamos estado nunca. Le diagnosticaron “reuma infantil” que por lo visto, era bastante frecuente. La dejaron ingresada para someterla a más pruebas, dándole una aspirina cada seis horas ininterrumpidamente. Nada más podía hacerse por el momento.

Los resultados de las pruebas eran como siempre satisfactorios. No había nada que pudiera explicar los dolores, por lo que llegaron de nuevo a la conclusión de que la niña los provocaba para llamar la atención por algún motivo que desconocíamos. ¡Todo se vino abajo! Me la devolvieron a casa sin llegar a saber que tenía. La pusieron a régimen, teniendo que volver cada mes para controlarle el peso, puesto que al no llevar una vida más o menos normal, estaba bastante obesa.

Debía llevar un dietario en el que registrar lo que comía cada día y lo que sentía: si estaba de buen humor, de mal humor… Eso me gustó. Así tendría algo de intimidad para recrearse escribiendo.

Ella se preguntaba que si todo lo provocaba ella misma porqué no podía ella misma quitárselo. Como iba ella misma a provocarse un dolor tan grande pudiendo llamar la atención de mil formas diferentes…

-“La atención, ¿de qué?” -decía- “si yo lo único que quiero es ser como los demás. Quiero correr, bailar, ir de excursión, salir con mis amigas… ¡Que me hagan lo que me tengan que hacer! ¡Que me operen si tienen que operarme! ¡Quiero ser normal!”

-“¿Porqué nadie me cree? Si tengo que seguir así prefiero morirme. Por lo menos no haré sufrir a nadie…”

Fueron momentos desesperantes. Pedí al cielo que me ayudara a encontrar un camino, una luz, algo que pudiera hacer para animar a aquella criatura. Pedí para mí su dolor. Sólo era una niña que quería vivir como los demás. No era lógico su sufrimiento. No podía entenderlo.

DOS

Un día, al ir a por el pan como siempre delante de mi casa, vi que al lado de la panadería estaban instalando una herboristería. En el escaparate había un cartel que anunciaba el consultorio de un curandero. No le dí demasiada importancia, puesto que no dejaron buenos recuerdos en el caso de alguno de mis familiares. Aunque los hay con buena intención, nunca sabes cual de ellos es.

Sentía curiosidad por saber si podría funcionar con la enfermedad de mi hija. Tras varios días de dudas, entré por fin para informarme sobre él, dejando claro por adelantado que no creía en esas cosas. Me convencieron y fui como una persona más que busca solución para sus problemas. ¿Qué podía perder si no me convenía? Sólo el dinero de la visita. Tenía que probar.

El día de la cita, nos hicieron pasar a su despacho. Al mirar a la niña vi reflejada la preocupación en su rostro. Nos preguntó por el motivo de la visita y le expliqué toda la historia. Volvió a preguntarle el nombre apuntándolo en una hoja de papel y haciendo como si contara. Le colocó los dedos en unos puntos determinados explicando que “le estaba haciendo una radiografía”. Yo me sorprendí un poco pero no dije nada. Hizo que se estirara en una camilla para revisarle todos los huesos del cuerpo y me hizo ver la diferencia que había entre una pierna y otra, unos ocho centímetros. Yo le dije:

-“Debe ser que la tiene encogida por estar boca abajo”

Hizo que la tocara y le estirara la pierna. Tenía razón. ¿Cómo es posible que nadie se hubiera dado cuenta hasta entonces? Pregunté a que era debido y me contestó que el nervio o tendón se estaba secando por falta de elasticidad, lo cual le provocaba tremendos dolores aunque nada quedaba reflejado en las radiografías y análisis.

Volvió a mirarla y le hizo estiramientos de todos los huesos, oyéndose tanto que pensé que se los iba a sacar de su sitio. El diagnóstico final fue “artritis aguda inflamatoria”, curable con un poco de paciencia por parte de todos. Me dio unos medicamentos naturales y me dijo que volviéramos al mes siguiente, que ya habríamos obtenido algún resultado. Me aconsejó que la llevara rápidamente a casa pues al relajarle los huesos iba a darle mucho sueño, y que durmiera todo lo que necesitara.

Y así fue. Durmió casi todo el día quedándose muy tranquila. Dí gracias a Dios por su ayuda, ya que me pareció que era la respuesta que llevaba esperando desde hacía tanto tiempo.

A los quince días ya empezaba a valerse por sí misma aún con ayuda de las muletas. Cuando volvimos al mes siguiente, le cambió la medicación y dijo que la encontraba mejor. Parecía que por fin se abría una puerta de esperanza a nuestro problema. Mi hija empezaba a hacer sus propios planes y a salir un poco más a la calle, aunque aún le costaba. Tuvo que renunciar a muchas cosas y se rompió parte de su niñez. Sé que hay muchos niños con problemas similares o más graves, pero yo viví este, al igual que otras madres viven el suyo haciendo tanto o más que yo para terminar con un problema que arrastra a toda la familia a una angustia sin fin.

Dado el cambio sustancial experimentado por mi hija, volví al hospital donde la habían tratado para quejarme y mostrar mi desacuerdo con el diagnóstico que allí le habían hecho. Suponía que podían haber investigado más a fondo de haberlo querido hacer. Allí disponían de medios técnicos y humanos suficientes como para haber sabido que aquejaba realmente a mi hija. Voy a callarme la respuesta que obtuve. Sólo diré que me quedé de piedra al oír las barbaridades que salían por la boca de aquella “doctora”, en cuyas manos estaba la salud de tantos niños. Cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo a gritos delante de varios estudiantes de medicina y en medio de las visitas a los niños, quiso rectificar proponiéndome repetirle las pruebas a mi hija, pero advirtiéndome de que si los resultados eran los mismos diagnosticaría una enfermedad mental. Fue mi propia hija la que me hizo ver la inutilidad de ello, argumentando que las pruebas darían resultados idénticos y ese no parecía ser el camino correcto. Así que nos fuimos para no volver.

Mi hija estaba molesta por la falta de interés demostrada por la doctora. Yo, lo único que le dije fue que deseaba que Dios la iluminara con la suficiente Luz como para tratar a tantos niños enfermos y que no se preocupara si en ocasiones se equivocaba, ya que el error es patrimonio de los humanos.

A todo esto, la herboristería fue trasladada a otro local más grande y en otro barrio. Por lo visto el primer local se les había quedado pequeño.

Transcurridos tres meses dejaron descansar a mi hija sin medicación durante una temporada. En ese espacio de tiempo, el curandero dejó de ejercer y desapareció por motivos que aún no sabemos, dejándonos desamparadas y sin saber que hacer o a quien recurrir cuando hubiera que retomar el tratamiento.

La dueña de la tienda nos dijo que había con ella una masajista reflexóloga y que podíamos acudir a ella con toda confianza.

Cuando llegamos a la consulta le empezó a tocar los pies, diciéndole cuanto en ellos veía. Acostumbraba a decir que los pies le hablaban y estaba preparada para oír cuanto tuvieran que decirle, le gustara o no.

Acertó prácticamente en todo, pero lo que más nos sorprendió fue cuando nos habló de algo que nunca antes habíamos comentado con nadie:

-“Todo lo que ves es real, no son cosas de tu imaginación. No temas, no es nada malo y es real. Pronto vendrá a ti un muchacho que lleva tiempo esperándote. Alguien muy hermoso está a tu lado. Si sientes su presencia, no la temas. Tienes un buen protector que siempre está a tu lado…”

Nos quedamos de piedra. Mi hija se atrevió a preguntar si tendría más visiones. No le aseguró nada, tan sólo le repitió que no debía temer, que estaba en buenas manos y que le esperaban cosas hermosas. Le prescribió una dieta y un nuevo tratamiento.

Poco a poco se fue moviendo con más ligereza y soltura, teniendo que usar las muletas algunos días. Las amigas iban viniendo a verla con más frecuencia y eso la fue animando pues había pasado demasiado tiempo sola.

Se acercaban las vacaciones escolares y ese año, las chicas de 8º tenían previsto ir a Mallorca para fin de curso. Mi hija tenía muchas ganas de ir pero no se atrevió pues sus piernas aún no respondían con la rapidez que lo hacían las de las demás. Así que renunció al viaje para no convertirse en una carga para nadie.

TRES

Ese verano Elisabet lo pasó bastante bien y como nosotros cumplíamos los 25 años de casados, pensamos en irnos de viaje por Europa, pasando por Alemania, un país que atrae con pasión a mi marido.

Dejamos a Elisabet en casa de una amiga suya de la infancia, en las afueras de Barcelona, cerca del mar. Nos fuimos con la seguridad de que quedaba en buenas manos. Estaremos eternamente agradecidos a esa familia por su gesto tan desinteresado.

Cada uno de los países que visitamos tenía su propio encanto. En Berlín, mi marido estaba ansioso por atravesar caminando la Puerta de Brandemburgo y, al tiempo que pasaba bajo ella, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, quedando satisfecho al conseguir algo deseado durante mucho tiempo. Entonces no acerté a comprender esas reacciones y pensé que eran simples ilusiones viejas convertidas en realidad.

Elisabet al verse con fuerzas y más animada, quiso apuntarse a la escuela de peluquería. Aunque seguramente perdería algunas clases, intentaría sacarse el título con mucho tiempo a su disposición. Siempre había tenido la ilusión de ser peluquera, algo que durante un tiempo pensó que no podría hacer.

En principio todo fue bien. Estaba muy animada y alegre. Tenía amigas nuevas y nuevas ilusiones.

Un día, cuando iba a recoger unos medicamentos para mi madre al mismo establecimiento adonde llevaba a mi hija, Manoli la dueña de la tienda, me propuso apuntarme a unos cursillos de relajación mental. Las clases las daba Montse, la masajista y querían comenzar en Octubre, que estaba a la vuelta de la esquina.

Nos apuntamos mi hija y yo; creíamos que al ser una vez por semana no sería demasiado duro para ella. La verdad es que yo sentía curiosidad; probaría y si me gustaba convencería a mi madre para que nos acompañara, así de paso se distraería un poco y saldría de la rutina. Mi madre y yo hemos sido siempre buenas amigas, hemos estado siempre unidas en lo bueno y en lo malo. Doy gracias a Dios por tener la suerte de tener a esa persona como madre y como amiga.

Y allí estábamos el día de inicio a las diez de la mañana, mezcladas entre caras nuevas que pronto dejarían de serlo. Ese primer día mi hija no se encontraba bien por lo que no pudo asistir.

Primero hicimos una pequeña presentación exponiendo cada uno los motivos que nos habían llevado hasta allí y los conocimientos que teníamos de la materia. Cuando me tocó a mí me quedé sin saber que decir. Me presenté diciendo que aunque respetaba todo aquello completamente, mis conocimientos eran prácticamente nulos.

De la presentación de la masajista, deduje que interpretaba los sueños y aproveché para explicarle uno de tantos que rondaban en mi mente y me tenían en ascuas por su contenido. Esto sucedió unos meses después de morir mi suegro; mi hijo tenía entonces cinco años y ahora tiene veintitrés:

“Estaba con mi hijo en una playa de arena muy limpia y fina. El mar estaba claro y sereno. Cada vez que me distraía mi hijo se iba junto a un señor, le cogía de la mano y decía que era el “yayo”. Este hombre estaba en una cola de personas de todas las edades, las cuales curiosamente no hablaban; se limitaban a sonreír cuando yo les miraba. Intenté preguntar el objeto de esa cola y adonde iban. Una sonrisa fue toda la respuesta que obtuve. Mi curiosidad aumentó al ver que esas personas iban entrando de una en una a una caseta de las que hay en las playas para cambiarse. Todo el mundo entraba pero no salía nadie. Esperé mi turno junto a mi hijo y el anciano y me llevé una gran decepción al descubrir que no había nada de particular en el interior de la caseta. Dentro y con la puerta cerrada, vi a un anciano que se quitaba una careta y, con gran sorpresa por mi parte, identifiqué la sonrisa de mi suegro. El niño no hacía más que repetir que el ya lo sabía, y yo le pregunté por el sentido de todo aquello. Por toda respuesta se inclinó hacia el suelo para levantar una trampilla que dejaba ver una escalera de barrotes, sin peldaños. Me hizo seguirle pues quería enseñarme donde estaba y lo feliz que era allí, diciéndome además que no me preocupara por él. Bajamos las escaleras a través de una entrada circular desde la que no se veía el fondo, tan sólo una especie de neblina blanca con mucha luz. Bajé con temor a hundirme, y cuando pude ver el paisaje que me rodeaba me sentí fascinada. Era como si me hubiera trasladado a otro mundo. Se respiraba un aroma primaveral con olores y fragancias que no recuerdo haber sentido nunca más. Me extrañó ver en el fondo tres pirámides semejantes a las de Egipto. Todo estaba lleno de hermosas flores, a la gente se la veía feliz y relajada y todos ellos vestidos con túnicas blancas. Un verdadero paraíso envuelto absolutamente en una luz blanca y brillante. Supe que tenía que irme, aunque quería quedarme. Me despedí del anciano e intenté alcanzar el primero de los barrotes de la “escalera”, aunque resultó estar demasiado alto para mí. Me costó algo de esfuerzo saltar hacia el barrote con el niño en brazos, pero conseguí alcanzarlo. En ese momento desperté…”

Conclusión: Realmente estuve allí y mi suegro quiso enseñarme su mundo para que no sufriera por él en este. Si me hubiera quedado allí, hubiera amanecido muerta.

Mensaje: Siempre espero algo de manos de Dios, como persona y como ser humano.

Me dijo también que yo era una persona con mucho amor y que debía explicar como sentir ese amor. Entonces no supe que contestar, pero ahora sí lo sé: no hay ninguna receta, tan sólo debes ser tú mismo en tu relación con los demás. Si quieres recibir amor o cualquier otra cosa, primero tienes que darlo.

Siguieron las presentaciones y me di cuenta de que algunas de aquellas personas tenían estudios desconocidos para mí en aquel entonces. Al final nos repartió fotocopias de un librito que había escrito recogiendo los mensajes de una tal A.Loger, a quien más adelante tuve ocasión de conocer.

Empezó entonces a nombrar El Libro de Oro de Saint Germain, recomendándonos que nos hiciéramos con él, del mismo modo que otro libro donde se cuentan las experiencias que tuvo un niño con su amigo de las estrellas llamado Ami. Nos pasó también una copia de la oración “La Gran Invocación”. Cada vez que la leo me gusta más…

Regresé a casa muy contenta explicando todo lo que había ocurrido. Eso hizo que mi madre y mi hija se animaran a asistir a la siguiente semana.

Pasaron los días con normalidad hasta llegar el de la reunión. Había caras nuevas, se presentaron y nos sentamos en sillas colocadas en círculo. Comenzamos con unas respiraciones profundas, relajando poco a poco nuestros cuerpos desde los pies a la cabeza y con los ojos cerrados. A partir de ese momento intentamos ver o imaginar lo que Montse nos iba diciendo. Fue la primera vez que oí hablar del color violeta; me costó un poco encontrar ese color en mi mente, pero una vez pude identificarlo fue muy fácil de seguir.

Hicimos una cadena cogiéndonos las manos, la izquierda debajo de la derecha de la compañera. Según se nos dijo era para dar nuestra energía a la tierra en conjunto con otros grupos que también lo estaban haciendo, y así entre todos, conseguir más fuerza y dirigir esa energía a un fin benévolo, ya que estamos en un momento muy crítico y la tierra necesita de toda la ayuda que se la pueda dar.

Una vez hubimos terminado, cada cual fue explicando su experiencia, lo que había visto o sentido, dándonos después una explicación a lo experimentado.

La experiencia fue muy buena debido a que hicimos todos amistad y para mí, todos eran especiales en su manera de ser puesto que se hacían querer.

Lástima que no durara demasiado. Algo iba mal. Empezamos a sentirnos mal y no era lógico. Alguien se estaba aprovechando de la energía que allí se concentraba. Manoli decidió dar por terminadas las sesiones hasta saber realmente lo que pasaba, algo que agradecí interiormente.

Aún hoy no se sabe ciertamente que fue lo que pasó. Lo cierto es que gracias a esos encuentros aprendí cosas que antes ignoraba. Aprendí a meditar utilizando la Llama Violeta y a conocer al personaje de Saint Germain, desconocido hasta entonces para mí.

Por fin pude hacerme con el libro y empecé a leerlo. La verdad es que al principio me costó comprender el significado de tanto “Yo Soy”, hasta que caí en la cuenta de que era el nombre de Dios. Me chocó bastante en un principio, pero me lo aclaró el recuerdo del pasaje en el que Moisés habla con Dios a través de la zarza en llamas, cuando le dijo quien era: “Yo Soy El que Yo Soy”.

El nombre de Dios es Yo Soy, y se pronuncia dos veces en el nombre de Dios: una vez para el Cielo y otra vez para la Tierra. Significa “Yo Soy el que está en la Tierra, del mismo modo que Yo Soy el que está en el Cielo”.

El libro decía cosas, daba respuestas a preguntas que hasta entonces tenía pendientes, sin atreverme a preguntarlas dadas mis creencias y por temor a ofender a Dios. Realmente encontré respuestas a cosas que me habían interesado desde hacía tiempo. Una de ellas era la reencarnación. Cada vez que había oído hablar de ella, había sido tal sarta de barbaridades que no lo veía posible. Por fin me daba cuenta de que es real, de que venimos y pasamos por lo que en otras vidas no hemos superado o hicimos pasar a otros, hasta que por fin encontramos el camino que estamos destinados a recorrer.

Nunca me planteé que el estar en este mundo fuera como ir al colegio. Estamos aprendiendo e intentando superar el curso, para después pasar a otro curso superior y así sucesivamente.

Cuando has aprobado el tercer grado (grado = dimensión), pasas al cuarto, del cuarto al quinto, etc.… Y así, una y otra vez. Siempre estás evolucionando, esto no tiene fin.

Así pude darme cuenta de que hay otros mundos como este, pero con diferentes estados de conciencia. Todos somos hijos del mismo Padre Dios.

Le cogí cariño a Saint Germain, sobre todo en uno de sus párrafos que figura tras unas advertencias:

No puedo más que sonreír cuando me imagino que pensarás que soy un viejo regañón, pero no es así, sino que con el coraje necesario debo decirte las verdades que existen en tus necesidades para que saques provecho de ello. Cuando me conozcas mejor, no me considerarás, después de todo, ni tan viejo ni tan regañón”.

Desde entonces cuando abro el libro y sigo algunos de sus consejos le saludo siempre con todo respeto y Amor: “Hola, mi viejo regañón”. A continuación le explico como me ha ido el día o le hago cualquier petición.

Después supe que a los Maestros les encanta que les hables de tus cosas, aunque creas que no te escuchan están más cerca de ti de lo que puedas imaginar.

Os aseguro que desde entonces cambiaron nuestras vidas, más al leer sus libros que no son pocos, aunque para mí los más bonitos son: “Misterios Desvelados”, “Yo Soy la Mágica Presencia” y también “El Séptimo Rayo”. Realmente el que los lea con amor, amor recibirá.

Descubrí también que soy algo más que un simple cuerpo humano que vive, se casa, tiene hijos, envejece y muere. Hay algo más grande que todo eso. Algo que sin saberlo y sin acertar a explicar he estado buscando en mi interior, algo que encontré en esas obras de Luz tan necesarias para mí y los míos.

Mi hija volvía a precisar de tratamiento, así que la llevé a un doctor con varias titulaciones en Medicina Natural y Acupuntura. Me lo había presentado Manoli, a quien le estaré siempre agradecida puesto que era una gran persona con la que pronto hicimos amistad.

Cierta mañana, Elisabet se levantó eufórica por el sueño tan raro que había tenido. Estaba contenta porque por fin era ella la que soñaba y tenía algo que explicar. Nos sentamos a su lado atentos al relato:

“Todo estaba muy oscuro, muy nublado, aunque era de día. Había mucha gente gritando y corriendo asustada. Papá y tú estabais intentando calmarles. Era como si supierais lo que iba a pasar y queríais conducirlos a una gran explanada cerca del mar, donde una cantidad ingente de personas estaban esperando a ser recogidas, mirando hacia arriba. Al fondo a lo lejos, en alta mar, se acercaba una ola gigantesca, infinita. De repente vi como la gente corría desesperada por las Ramblas, y entre la muchedumbre parecían verse peces como si fueran volando. Todo se inundaba. Había llegado el momento de la evacuación. No vi naves aunque sabía que estaban allí, esperándonos a todos. Vosotros estabais muy tranquilos como sabiendo en todo momento lo que estabais haciendo por toda aquella gente. Dabais calma o lo intentabais, a todos los que pasaban a vuestro lado…”

Mi hija me preguntó si tenía algún significado para mí. No supe que contestarle. Lo que si que tenía claro era que ella había tenido un sueño que decía mucho.

CUATRO

Mientras tanto, yo cada vez iba interesándome más por el mundo espiritual, llegando a pedir un guía a los Maestros. Uno de carne y hueso, con el que pudiera hablar y cambiar impresiones, pues sentía que necesitaba ayuda para comprender ciertos puntos que aún no tenía claros a pesar de los libros que leía.

Uno de esos días en los que te levantas con el pie izquierdo, que no encuentras nada de lo que buscas y que todo se te cae de las manos, decidí salir a tomar un poco de aire, para espabilarme, dejándome llevar sin prisas a cualquier parte.

Cuando quise darme cuenta, estaba cerca del Hipercor de la Meridiana y me dirigía al interior sin saber porque. Llegué hasta la librería y me puse a mirar por si había algo que llamara mi atención. Siempre que voy en busca de algún libro pido a los Maestros que me ayuden a dar con el adecuado, puesto que al haber tanta variedad en los temas llamados de “ciencias ocultas”, a veces una no sabe cual de ellos es el correcto.

Me acerqué a la estantería en la que suelen estar ese tipo de libros y el primero que cogí, sin ver demasiado bien el título, volví a dejarlo en su sitio pensando: “no, este no es el que busco…” Seguí mirando hasta que me encontré en el mismo lugar y con el mismo libro de nuevo en las manos, sin llegar a entender porque regresaba continuamente a mí. Volví a dejarlo en su sitio y volví a cogerlo por tercera vez. Entonces me fijé mejor en la portada: había en ella una nave y saliendo de ella, una pareja con un niño, en una de esas escaleras de los monumentos mejicanos. El título me impactó: “Experiencias con Chamanes y Seres de otra Dimensión”. La autora era Akali-Sun. No entendía nada y, pensando que no era ese el mejor día para buscar libros, me lo llevé aunque algo decepcionada por no haber encontrado algo mejor.

Al llegar a casa dejé el libro encima de la mesa y me puse a planchar. De repente, sentí una inmensa curiosidad por saber quien era la tal Akali-Sun. Cogí el libro y al mirar de nuevo la portada, solté una exclamación de alegría tan grande que de haberme oído alguien habría pensado que estaba loca. En la parte superior leí algo que hasta entonces no había acertado a ver, quizá por el tono violeta de las letras: “Biblioteca Metafísica C. de Saint Germain”. Supe entonces que la respuesta a mi petición de un guía estaba en el libro, y di las gracias a los Maestros por haberme escuchado.

Enseguida llamé a mi madre para decírselo y se alegró mucho.

Me puse a leerlo detenidamente y me encontré con el relato de una serie de experiencias vitales que me impactaron bastante.

Cuando terminé de leerlo, decidí ponerme en contacto con Akali-Sun, que es una mujer maravillosa como pude comprobar más adelante.

Ella me llamó cuando menos lo esperaba, algo que me alegró muchísimo. Tras comentar el libro surgió el tema del guía que tanto me interesaba. Me dijo con toda sinceridad, que el guía lo llevamos todos dentro, que no debíamos buscarlo fuera, algo que no entendí demasiado bien en ese momento. Siguió diciéndome que no corriera, que no tuviera prisa, que las cosas vienen solas cuando llega el momento, y me recomendó un libro maravilloso titulado “De Vuelta a Casa”, escrito por una muchacha muy especial, con el que te ayuda a recordar quien eres en realidad y el motivo por el que estamos aquí en la Tierra en estos precisos momentos.

Le agradecí su atención y nos despedimos dándonos un mutuo abrazo, deseando poder vernos cuanto antes, en la primera ocasión que se propiciara.

Cuando tuve el libro en mis manos, lo leí con mucho amor y fui descubriendo en el algo que en el fondo ya sabía, pero que necesitaba de una confirmación. Es como el haber estado sumergida en un sueño que te resulta familiar, habitual, conocido… pero no sabes porque. Realmente me encontré con mucho amor reflejado en aquellas páginas.

A partir de ese momento empecé a reflexionar y a hacerme preguntas: ¿Quién soy en realidad? ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi verdadera misión?

Hemos ido poco a poco cambiando algunas de nuestras costumbres, como el dejar de comer carne, llegando a hacer una vida vegetariana. Yo solía pensar que los vegetarianos eran gente muy rara, llena de manías, y todo porque no comían lo mismo que los demás. Ahora soy una de ellos, una de esas personas raras, entendiendo por fin el motivo de algunos de ellos para seguir ese tipo de dietas. Nunca se puede juzgar a nadie a la ligera, puesto que nunca sabes como vas a terminar. Aprendí esta lección, como tantas otras que aún me quedan por aprender.

Algunos días después recibí un folleto de invitación a unos cursillos sobre conexión con el Ser que se impartían en Valencia, en el local de Akali. La organizadora era Maite, un encanto de mujer, la autora de “De Vuelta a Casa”.

Al leerlo sentí un gran deseo de asistir a los cursillos. Aún debía resolver algunos problemas y, aunque no sabía como iba a hacerlo, sí sabía que debía asistir. El transporte y el dinero eran para mí obstáculos que pude resolver con ayuda.

En esos días le estaban pasando a mi hija algunas cosas “raras”. No sabía explicar exactamente que era lo que le ocurría pues no era consciente de nada. A través de los demás fue sabiendo lo que le sucedía; a veces se quedaba con la mirada fija en un punto, como dormida con los ojos abiertos, y por más que intentaran hacerla reaccionar, tardaban un buen rato en conseguirlo. Las compañeras de la peluquería se habían llevado más de un susto.

Algunas veces veía a una chica muy hermosa de pelo largo y oscuro. Casi siempre la veía de espaldas o de lado y sonriente, en la playa, como si dominara el mar o jugara con él, haciendo que las olas la siguieran en sus movimientos, obligándolas a subir o bajar moviendo sus brazos y manos, siguiendo una música.

Lo comenté con Akali y esta me aconsejó que la llevara conmigo al cursillo, donde aprovecharía para darle un repaso.

Al final se apuntaron también mi madre y uno de mis hermanos, con lo que el tema del viaje quedó resuelto. Él se hacía preguntas que nosotras no sabíamos contestar y en su interior pidió a Dios una prueba para convencerse de que todo ese mundo nuevo del cual se le hablaba a través nuestro, no era una trampa para caer en manos de alguna secta.

Es curioso ver como todo llega. Precisamente a los pocos días de llegar a Valencia, a Raimundo mi hermano, le ocurrió algo que lo dejó pasmado… por decirlo de alguna manera:

Él era transportista y en esos días tenía que llevar una carga a Tarrasa. Intentó llegar a su destino, pero se encontró con algo que nunca antes le había sucedido: se perdió en esa ruta, dando vueltas sin saber porqué ni adonde iba, teniendo en cuenta que ese recorrido ya lo había hecho infinidad de veces. Después de estar perdido casi dos horas, consiguió llegar, y le preguntó a otro chico de su edad que en esos momentos salía del edificio si ese era el lugar que estaba buscando. El muchacho, tras mirar los papeles que llevaba le dijo que sí y le ayudó a descargar la mercancía. De repente se dirigió a mi hermano preguntándole: -“¿Eres de Brasil?”

Mi hermano se quedó boquiabierto y contestó:

-“Sí, ¿cómo lo sabes?”

-“Por el acento. ¿De Porto Alegre?”

-“Sí –respondió atónito mi hermano- “¿cómo lo sabes?”

-“Es que tengo allí unos sobrinos y te he reconocido”-dio por toda respuesta el muchacho.

Raimundo quedó pensativo. No podía entender como podía reconocerle alguien que no sabía quien era y llevando ya más de veinte años fuera de Brasil, desde que no era más que un niño…

Cuando reaccionó y quiso seguir preguntándole ya no le encontró. Lo buscó, pero había desaparecido. Quizá fuera la respuesta que había pedido, aunque no terminaba de entenderlo.

Estábamos a jueves y aún no tenía resuelta la parte financiera del viaje, así que compré ciegos con la seguridad de que me tocaría la cantidad justa que necesitaba. Me tocó justamente la cantidad que había pedido. Estaba tan contenta que no me lo podía creer. Me habían vuelto a ayudar, por lo que di gracias a los Maestros, sabiendo que podría contar siempre con su ayuda.

CINCO

Mi marido no estaba demasiado convencido con lo de ir a Valencia, aunque consintió en dejarme ir para no contrariarme. No es que se oponga a lo que yo quiera hacer o no, simplemente es el temor que tiene a que sufra algún desengaño o contratiempo. Me quiere demasiado y no podría soportar que me ocurriera algo.

Dado que a él, el tema no le interesaba demasiado, se quedó en casa con mi hijo que no pudo acompañarnos.

Llegamos temprano a Valencia lo que nos permitió desayunar con tranquilidad y visitar el entorno. Ese día fue espléndido y soleado, como para darnos la bienvenida, a pesar de encontrarnos en pleno mes de Junio, un mes habitualmente cambiante e imprevisible en la meteorología.

Cuando abrieron el local entramos y pudimos por fin abrazar a Akali, quien nos encantó desde el primer momento. Pudimos también abrazar a Maite, quien al parecer estaba segura de nuestra asistencia.

Después de saludar a todos los presentes, nos dieron una tarjeta con el nombre de cada uno a modo de credencial, para llevarla colgada a la vista.

Aún no podía creerme que estuviera allí, tan lejos de casa y sin mi marido, puesto que hasta entonces había ido a todos sitios con él. Por una vez que yo quería de verdad que me acompañara no lo había hecho.

Pasamos a una sala enmoquetada y con abundantes cojines. Nos sentamos en el suelo apoyándonos en ellos.

En un respetuoso silencio escuchamos a Maite que nos hizo partícipes de algo que nos llegó muy adentro. No sé si sabré explicar y reflejar lo que viví allí, como todos. De una cosa si estoy segura: descubrí algo que jamás pensé que pudiera ser real, entré en otro mundo, en otro espacio que apenas puedo explicar. Es algo que debe vivir uno mismo.

Maite fue una excelente portavoz de los Maestros. Aunque no pudimos verlos, estaban allí, dándonos toda su Energía, su Luz y su Amor, para de esa forma ayudarnos en el camino del recordar.

Lo que explico a continuación es lo que a mí me impactó personalmente. Lo cuento tal y como lo sentí:

Participamos todos en una maravillosa danza, la Danza Universal. En ella te hallas envuelta en un mundo extraordinario, vivo, lleno de Luz, con una fragancia de Amor que envuelve todo tu Ser y que te hace traspasar la frontera entre las dimensiones. La vivencia es real, eso es seguro.

Con los ojos cerrados te dejas llevar por esa música que penetra en ti sin que puedas evitarlo. Estábamos allí unas veinte personas, en un local mediano y curiosamente, aún con los ojos cerrados, nadie tropezó con nadie mientras seguíamos el ritmo de la música con movimientos libres. Me sentí algo triste en mi felicidad, al echar de menos a mi marido en aquellas circunstancias. De pronto, vi como lo arrancaba de algún lugar, atrayéndolo conmigo a bailar aquella danza, sin ser nosotros mismos, aunque sabiendo que lo éramos. Yo me vi muy diferente: joven, alta y con un bonito vestido de seda y gasa de colores haciendo aguas. Mi marido también era diferente, aunque por momentos era el mismo. Fue una experiencia maravillosa que he guardado siempre dentro de mí, ya que cada cual se queda con lo que vive más intensamente.

Uno de los momentos de esa vivencia que recuerdo con más simpatía es el de haberme visto como una niña india en sus momentos de meditación. Estaba en lo alto de una montaña, en un lugar llano cubierto de hierba fresca, de pie y mirando a lo lejos. Me vi muy bonita y parecía muy feliz. Llevaba trenzas largas y una cinta alrededor de la frente, que sujetaba una pluma bien derecha por la parte trasera de mi cabeza. A mi izquierda estaban dos personas muy altas con vestiduras de color tierra, como las mías, pero no pude verles la cara. Me chocó bastante pues no pensé que hubiera sido india.

Para mí fueron momentos inolvidables, aunque en ocasiones me sentía algo perdida, sin saber como seguir y coger el hilo. Aunque al final conseguía hacerlo, unas veces con más fortuna que otras.

Recogí mensajes que tenía que poner en práctica con mucha paciencia, ya que viendo según que cosas, se siente impaciencia, la sensación de que no puedes esperar. Esa es una de las cosas que tengo que trabajar.

Resumiendo: el motivo principal de ese encuentro fue el de recibir el mensaje que nos ha de llegar finalmente a todos; que ha llegado ya el momento de despertar de ese largo sueño en el que todos estamos sumergidos en este planeta.

No era casual que estuviésemos precisamente allí para aquel encuentro. Había llegado el momento de abrir los ojos después de un sueño tan largo, de ver la realidad y recordar quienes somos realmente con la ayuda que nos brindan los Maestros, ya que al igual que ellos, nosotros también somos Seres Divinos hechos de Luz y de Amor.

Es como estar dividido en dos partes, estando nuestra Parte Divina allá, en el otro lado, mientras que la Parte Humana y Espiritual permanece aquí, esperando ambas unirse al fin.

Debemos intentar conectar con nuestro Ser interno, esa parte de “Dios” que todos llevamos y somos. Todos somos individualizaciones de “Dios Padre”, por lo que implícitamente somos perfectos a través de nuestro Ser.

Este es la parte perfecta, la parte Divina compuesta de Luz y Amor a imagen de “Dios Padre” de la que un día salimos voluntariamente a una llamada de Él. Por eso estamos aquí, para aprender unas lecciones determinadas y divididas en etapas o tiempos, habiendo pasado aquí por miles y miles de encarnaciones, estando hombres y mujeres en todos los lugares del planeta hasta llegar a una meta final, en busca de la que vinimos, y lograr por fin el aprobado.

Cada uno de nosotros ha venido a cumplir una misión determinada; todos tenemos un papel que cumplir, que interpretar. Por eso debemos recordar quienes somos y para que vinimos. Nuestros Hermanos en la Luz nos necesitan, están esperando que les pidamos ayuda. Cada cual puede pedírsela al Maestro o santo con el que se sienta más identificado o le inspire más confianza.

No importa nuestra religión. El fondo es el mismo. Somos nosotros los importantes, el Yo interno que llevamos cada uno de nosotros, puesto que todos y todo lo que en el Universo existe, está hecho de la misma materia: de Luz y Amor Universal, la base principal. Sin Amor nada existe y nada es posible.

Mi hija no me ha contado mucho de lo que allí vivió, pero sí puedo decir que vio a su Ser, esa muchacha tan hermosa que parece dominar el mar. Le preguntó su nombre y le respondió que era Ali-Mey. Entonces, supo que en realidad era ella misma, lo cual la llenó de alegría.

A mi hermano, que siempre había deseado encontrar a su media naranja o alma gemela, pensando en Ali-Mey, le sobrevino el nombre de Amalys, sabiendo que era ese su nombre. Fue un momento muy emotivo para él.

Mi madre tuvo varias experiencias, algunas de las cuales le intrigaron bastante, pero en definitiva participó en todo con entrega y mucho amor.

En realidad todos estuvimos unidos en algo común: estábamos dispuestos a dar la mano a quien fuera necesario, compartiendo así el amor sin importar la manera.

Todo terminó dejando bien claro que como Seres Divinos que somos, hemos de reemprender el camino de regreso al Hogar, a ese Hogar en el que nos está esperando nuestra verdadera familia desde hace ya demasiado tiempo.

SEIS

En ocasiones intento hablar de todo esto con mi marido, pero a él no le mueve la curiosidad con lo cual me deja hacer sin preguntar. Si alguna vez ha mostrado algo de interés, enseguida lo ha perdido al no obtener respuestas rápidas.

Hay sin embargo algo que si me hubiera gustado comentar con él, algo que es muy especial para mí pero que aún no he tenido ocasión de plantearle:

Cierto día estaba yo viendo un programa en la televisión de esos que llaman “fuera de lo normal”. Me sorprendió oír de boca de una madre como había tenido una visión por la que se enteró de que su hijo, que perdió antes de completar la gestación, estaba bien y crecía con mucha Luz y Amor.

Eso me hizo reaccionar y pensé en el mío que también perdí a los pocos meses de embarazo y al que estuve llorando hasta que nació mi hijo mayor. Entonces me pregunté: “si el de ella crece y está bien, ¿al mío le pasará lo mismo?” Me ilusionó pensar en ello y desde mi interior le di todo el cariño que me hubiese gustado darle en vida, pidiéndole perdón por no haberme acordado más de él.

Era un día de esos en los que sales a comprar con la lista en la mano y el dinero justo. Al salir del supermercado me llamó la atención un joven de esos con peinado raro y vestimenta oscura. Estaba abstraída mirando su pelo; parecía un erizo con todo el pelo de punta, algo que sin saber porqué, me resultó gracioso. Se acercó muy sonriente y educado pidiéndome que le ayudara porque tenía hambre. En un principio, no entendí muy bien lo que me decía, pero cuando repitió que tenía hambre y si le podía ayudar para comprarse un “bocata” o tomar algo caliente en un bar, me sentí muy mal por no tener más que los cambios de la compra que acababa de hacer, aunque le di cien pesetas. Medio me disculpé por no tener más que darle; incluso le sugerí que pidiera ayuda a más gente hasta reunir lo necesario. Él me dio las gracias sin dejar de sonreír; era una sonrisa diferente a las que estaba acostumbrada a ver. Me chocó la forma tan educada con la que se dirigió a mí, pues era algo que no casaba con su estrafalaria forma de vestir y su aspecto general: chaqueta negra con cremalleras y cadenas, pantalón estrecho también negro y botas gruesas de esas militares. Aunque eso sí: todo muy limpio.

Supuse que se había marchado de casa como tantos otros, por falta de comprensión con la familia. Era una lástima que un joven como aquel tuviera que verse así, solo y en la calle, a expensas de la caridad ajena.

Al marcharme, le pregunté porqué no volvía a su casa, que seguramente sus padres le echarían de menos. Me contestó que no tenía padres, sin dejar de sonreír de esa manera que se me antojaba tan especial, de esa manera que te llega al alma sin saber porqué. Seguí mi camino.

Cuando ya estaba llegando a casa, pensé que podría haberle dicho que le daba yo el bocadillo o un plato caliente, pero como acostumbra a suceder, cuando reaccionas ya es tarde.

No volví a saber más de él, pero desde ese día lo llevo grabado en mi corazón. Su sonrisa era especial, de hecho todo él era especial y, lo más gracioso, es que no sabía quien era.

A veces cuando paso por ese lugar, acostumbro a mirar por si lo vuelvo a ver, pero nunca ha sucedido.

Llegué incluso a pensar que quizá fuera una de esas pruebas que a veces nos ponen los Maestros, rompiéndome la cabeza intentando averiguar quien era. Aún hoy como digo lo llevo en el corazón, más sabiendo ya quien era en realidad.

SIETE

Era el día de visita con el doctor Adrián y, como siempre, mientras esperábamos que se cumpliera el tiempo que mi hija debía estar con las agujas de acupuntura puestas, pasábamos el rato conversando sobre algún tema.

Ese día hablábamos de algo en lo que nunca nos pondremos de acuerdo: Jesús. El doctor al parecer, ha leído mucho sobre él, a pesar de lo cual hubo algo en lo que yo no estaba de acuerdo.

Al final terminé diciéndole que yo no era quien para juzgarle, y que cuando Él tuviera que decir algo ya lo haría. Que bastante había tenido Él en su momento, como para ahora andar pidiéndole cuentas de nada, que era lo que en realidad estábamos haciendo sin querer.

La discusión se zanjó con un abrazo como siempre, quedando para el mes siguiente, en la próxima visita.

Esa semana se me ocurrió dar una vuelta por El Corte Inglés de Plaza Catalunya y por supuesto, me fui derecha a la sección de libros. No estaba buscando nada en concreto, solo miraba. En uno de los estantes había un libro bastante grueso que me llamó la atención. Me llevé una sorpresa al ver el título: “Vida Secreta de Jesús dictada por Él Mismo”.

-“¡¡Vaya si me has contestado!!”- exclamé sorprendida y sin pensar siquiera en que pudieran oírme. Naturalmente me lo llevé.

Comencé a leerlo con cierto temor, puesto que me parecía que hurgaba en su vida con el egoísta objetivo de saber si tenía o no razón.

Conforme avanzaba la lectura aumentaba mi sorpresa al percatarme de lo diferente que era todo a como me lo habían enseñado y yo lo había creído hasta entonces. Pude comprobar que mi corazón no me había engañado cuando discutí el tema que ocupa y preocupa a tanta gente.

No pude seguir leyendo. No por la lectura en sí, al contrario: se lo recomiendo a todo el mundo que quiera conocer al verdadero Jesús, el que habla a través del propio libro. Si no pude seguir fue porque me daba la sensación de que lo estaba clavando de nuevo en la cruz.

Así que lo dejé algo avergonzada, esperando retomar la lectura más adelante, en otro momento, cuando estuviese preparada.

Después de algún tiempo he vuelto a coger el libro, pero ahora es diferente. Ahora veo algo que antes no era capaz de ver: que en realidad Él fue un hombre como los demás, hijo de madre y padre, que como todos tuvo que luchar para conseguir un propósito que tenía muy claro. Su camino no fue nada fácil; tuvo que pasar por amenazas, torturas y venganzas de su propio pueblo contra Él y contra su familia, es decir: María su madre, y sus hermanos.

OCHO

Poco a poco fuimos conociendo nuestros verdaderos nombres, aunque mi hija y mi hermano ya los supieron en Valencia.

Por las mañanas tengo como costumbre, después de alguna oración, estar unos minutos en meditación. Un día estaba pronunciando las palabras relacionadas con “AI AM YO SOY” y sin saber como ni porqué las dije al revés: “YO SOY MAIA”. Cuando me di cuenta me detuve y comprobé en el libro si leyendo al revés daba el mismo resultado que yo había obtenido. Así fue. Eso, unido a que unos días antes me había venido a la mente, acabó por confirmar que mi nombre es Maya. Para asegurarme, volví a preguntar si realmente ese era mi nombre.

-“¡Bien!- me dije, -y, ¿quién es Maya? ¿de dónde salió Maya?”. Unos días más tarde, estando en meditación, yo misma me hice las preguntas que contesté también yo misma: “SOY HIJA DEL SOL, DEL REINO DE YUCATÁN”, viéndome sentada en una gran silla o trono, coronada con un gran sol dorado. Abrí los ojos sorprendida: “¿yo he dicho eso?”

En un principio no quise darle demasiada importancia, pero al ir meditando sobre la frase y lo que vi, me sacudió un estremecimiento con algo de miedo, para ser completamente sincera.

Llamé a Maite para ponerla al corriente, y me dijo sonriente: “¡Vaya, así que eres Maya!” Eso aún me desconcertó más, pues me dio la sensación de que sabía quien era Maya. Me aconsejó que buscara datos o información sobre los mayas, por si llegaba a reconocer algunas cosas, también me prometió enviarme información y me animó a que la llamara si había alguna novedad.

Sinceramente, los mayas no me atraían demasiado antes de todo esto. Tan solo habían suscitado en mí algo de curiosidad como todas las civilizaciones envueltas en misterios, los cuales, por mucho que se han intentado esclarecer siguen siendo verdaderos misterios. Nunca pude imaginar que yo tuviera algo que ver con ellos.

A través de revistas intenté informarme algo más, hacerme una idea más aproximada. No me aclaraban mucho, pero conforme iba familiarizándome con el tema, notaba que algo se removía en mi interior. Veía rostros, imágenes, muros con inscripciones o escritura extraña, incluso el busto de una estatua (solo la cabeza) de estilo indígena, con los labios muy gruesos. Era como si quisiera decirme algo al mostrarme su rostro. Quizá algún día dé con la respuesta, aunque de momento debo conformarme con lo que vaya viniendo que no es poco.

Mi hija había estado pasando un fin de semana con su amiga Jenny y la familia de esta en un camping de la costa. A su regreso me explicó algo que le había sucedido bailando en plena discoteca. Por lo visto, en un momento dado se sorprendió diciendo: “YO SOY UNA GUERRERA DE LA LUZ DE ATLANTIS”. Se quedó pasmada sin saber como reaccionar ni que decir…

Mi hijo, que se unió a nosotros después de lo de Valencia, supo a través de un sueño que era Kung-Ming. Se le reveló que si quería conocer su rostro, lo encontraría en un personaje de uno de los cuadros de Dalí que va vestido con un camisón y lleva algo en las manos. Mi hijo pensó que era una palmatoria, aunque no estaba seguro porque ese lado de la pintura estaba borroso y no lo podía ver con claridad…

Lo de mi madre fue muy gracioso. Estaba impaciente por conocer su nombre y como no lo conseguía se resignó diciendo: “Bueno, ¿qué más dará que me llame Ana, María, Montserrat o ¡NAILA!? ¿Naila? Y, ¿quién es Naila?” Acto seguido un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, dándose cuenta de que aquel era su nombre. Fueron momentos muy felices para ella al comprobar que las respuestas iban llegando.

Mi marido no decía nada. Nos miraba sin comprender todo el cambio que percibía en nosotros, quedándose al margen. Siempre nos dice que tengamos cuidado, que no caigamos en manos de una secta, que lo pintan todo muy bonito al principio y una vez estás dentro la cosa cambia.

Agradecí el consejo, pero la información que recibimos no viene de nadie, es “de primera mano”, viene de nuestro interior. Nadie te puede decir lo que de verdad llevas dentro, solo tú sabes lo que siente tu corazón. Cada uno de nosotros llevamos una información concreta que, en un momento determinado, en el momento justo, tendrá que ver la luz. Eso ocurre cuando te haces a ti mismo las preguntas adecuadas.

NUEVE

Un día recibí carta de Maite en la que me describía un hermoso viaje a Méjico:

YUCATÁN SAGRADO. LOS MAYAS

Este es un llamado desde lo Alto. Es un llamado a tu interior. Al núcleo de Luz que tú eres, en este momento de recordar.

¿Quiénes fueron los mayas? ¿Recuerdas? Seres de los Grandes Maestros Galácticos, puntos de Luz en perfecta sincronización con el Gran Sol Central y con la Galaxia.

¿Dónde están los mayas? Caminan cerca de ti, custodiando lugares sagrados, custodiando puntos clave planetarios. Siendo un equipo de activación que están llamándote para que ocupes tu puesto. ¿Cómo te suena?

Nuevamente, caminando por tu Yucatán Sagrado sentirás y recordarás… ¿quién eres? ¿porqué estás aquí, ahora, en este preciso momento del tiempo?

Recordarás el recordar… y retornarás a tu origen, a tu esencia. Escuchando el silencio, oirás lo que para ti traen. Lo que esperas latente para este momento del tiempo, para la Tierra, para toda la humanidad. Desde tres de los lugares clave para los mayas, para la Tierra, para este momento del tiempo, para ti: Palenque (el corazón del Yucatán Sagrado), Chichén-Itzá (la grandeza de la conquista espiritual) y Cobá (la magia del tiempo fuera del tiempo).

Será un caminar entre recuerdos que no pertenecen al pasado, sino a un tiempo que está por venir, en este momento del Tiempo en donde pasado y futuro convergen en el aquí y el ahora.

Caminando por tu Yucatán recordarás con tu tono personal, con tu vibración individual, con tu verdadera frecuencia, y ese será el recordar fuera de la tridimensión que impregnará tus células, tu vehículo físico, para no olvidar jamás cual es tu esencia, quien eres, porqué caminas la Tierra justamente ahora.

Este es un llamado para ti y para muchos otros a un lugar donde convergieron mayas y atlantes en un compromiso común. Es un llamado a tu Ser interno, al Cristo que tú eres. Sólo desde tu corazón debes responder a él. Sabe que te estamos esperando. Muchos más de los que crees te esperan desde este y otros planos, para descorrer tus velos y asistir a tu renacer en el tiempo.

Cabalgando a través del Tiempo, volverás al Ser. No lo dudes.

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PALENQUE: El corazón del Yucatán.

Cuna de la civilización maya. El centro más impactante a nivel interno. El 12+1. El Cristo. La conexión con el equipo de sincronización galáctica. El lugar sagrado. El legado de Pacal Votan. Te sentirás “en casa”.

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CHICHÉN-ITZÁ: La grandeza de la conquista espiritual.

El templo de Kukulcán o Qetzacoalt, “la serpiente emplumada”: un lugar grande en donde ocurren los intercambios. La oscuridad es pasada a la Luz.

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COBÁ: La magia del tiempo fuera del tiempo.

Un lugar salido de un cuento. El sentir de la Luz que te envuelve y te recuerda que eres un niño de la Tierra. La conexión con Urano, con otros grandes centros del Planeta. Un cuento de hadas y duendes llenos de mensaje y Luz.

Lugares altamente custodiados por aquellos que los alzaron. Lugares que poseen la Luz que busca tu corazón. Lugares que llaman al hombre para transmitirle el conocimiento a través del silencio. Lugares que recordarás…

Lugares que te llaman en este momento. Lugares que son Uno contigo. Lugares con la expresión más alta del Amor, de la Verdad.

¿Vas a perder tu momento? Consulta tu interior y una vez hayas sentido la respuesta ¡no dudes! ¡actúa! Te esperamos.

Lee esto, y observa que es lo que se mueve dentro. Después, cuando hayas asimilado algo, llámame por favor.

Un abrazo.

Me quedé realmente sorprendida. Todo se hizo muy grande para mí. Intenté asimilarlo como buenamente pude. Nunca imaginé ser parte del nuevo mundo que se estaba abriendo ante mí. Cada vez que intento imaginarme en esos lugares, siento como si una voz interna me llamara. Me veo subiendo unas escaleras, llegando casi hasta la cima de uno de esos edificios o templos, llenándome de escalofríos. Hay algo en la montaña de Cobá que me habla. El nombre de Yucatán me resuena muy adentro.

Intenté llamar a Maite pero nadie cogía el teléfono. Pensé que estarían de viaje por Estados Unidos y por Europa como habían pensado hacer. Supe finalmente que no le funcionaba el teléfono, así que no pude hablar con ella hasta mucho tiempo después.

DIEZ

Unos días antes de la visita con el doctor Adrián, Elisabet dijo con toda seguridad que ya estaba curada, que ya no necesitaba más medicamentos. Aunque la vi muy segura, le aconsejé que fuéramos a ver al doctor y que este nos diera su opinión.

Una vez en la consulta, Adrián nos saludó dándonos un abrazo como de costumbre. Nos hizo pasar y nos sentamos.

Elisabet se apoyó en la camilla preparada para tumbarse en ella, pero él tan sólo le dio un vistazo general, asegurando incrédulo y muy emocionado:

-“Bueno, ¡tu hija está curada! Cada vez que pienso como la encontré el primer día y veo como estás ahora… ¡es formidable!”

Nos volvió a abrazar dándonos la enhorabuena y diciendo que pronto notaríamos aún más mejoría. Le pregunté cual era de verdad la enfermedad que había tenido y me contestó con palabras técnicas que no comprendí hasta que me las tradujo:

-“Para que me entiendas: según los médicos tu hija no tenía nada, pero en realidad era mucho. Al no darles salida, sus energías se hallaban bloqueadas, atacando por donde podían. Esto es muy doloroso, pero no intentes explicárselo a un médico porque te colocará la etiqueta de chiflada”.

Era la primera vez que oía una explicación tan sincera y clara, después de tanto tiempo en busca de una respuesta concreta.

Nos despedimos quedando para después del verano. Quería volver a verla por si había algún cambio o ella tenía cosas nuevas que explicarle.

Me quedé admirada por su sinceridad, sobre todo porque nosotras no le habíamos comentado nada acerca de la afirmación de mi hija en el sentido de saberse curada.

Di gracias a Dios por haberme encontrado con esa persona, aunque hubiera sido por medios algo extraños, ya que ni siquiera él entendía porque tenía que venir desde tan lejos. Su labor había terminado. Tal y como vino se fue, ya que al poco tiempo cerraba la tienda. Según dicen, no existe la casualidad, todo tiene un motivo. Lo dejo así, sin darle más importancia y que cada cual piense lo que crea conveniente. Por lo que a mí respecta, reconozco en todo ello la mano de Dios poniendo cada pieza en el camino apropiado, encontrando al fin cada una su propio lugar.

Mi hija se fue unos días a Badalona, a casa de mi madre. Le gustaba porque estaba cerca del mar. Desde hacía algún tiempo sentía que el mar la llamaba de alguna forma, pero nunca antes había sentido esa atracción como en esos días concretos. La acompañó mi hermano para que no fuera sola. Una vez allí, lo primero que hizo mi hermano fue meterse en el agua sin acordarse de los anillos que siempre lleva puestos. Cuando salió del agua se dio cuenta de que no los llevaba, los había perdido. Probó suerte buscándolos por la orilla y allí los encontró, empujados a la orilla por el mar. Algo bastante raro, puesto que si pierdes algo en el mar es muy difícil de recuperar. Bueno, pues en esos días, se repitió la misma escena tres veces, con la particularidad de que en la última de ellas, el mar, además de devolverle los anillos le obsequió con un regalo: un colgante con una cruz de cuatro aros que le regaló a Elisabet, quien se puso muy contenta dándole gracias al mar por aquel regalo. Se lo puso con la intención de no quitárselo ya nunca más.

El mar la llama de forma insistente, como si fueran la misma fuerza. No sé como explicarlo. Al sumergirse el él, el mar juega con ella sujetándola, sin dejar que se hunda por muy lejos que se vaya. Es como si unas manos ocultas la sostuvieran y la protegieran del peligro.

Cuando el mar está muy revuelto, la devuelve a la orilla como si quisiera mantenerla apartada, como si no quisiera que entrara y pudiera correr peligro.

Cuando me lo explicaron no comprendí el significado sobre el juego del agua. Después sí leí algo referente a los elementos de la Naturaleza, que no dejan de ser seres especiales. Más adelante comprendí su significado:

La relación de los elementos con la Tierra es similar a la que tienen con el cuerpo humano. Todo tiene relación.

La Tierra es el cuerpo, la base necesaria para el equilibrio.

En el corazón de la Tierra trabajan incansables unos seres maravillosos LOS GNOMOS, pulidores de los Tesoros ocultos de la Tierra, como oro, piedras preciosas, perlas, etc.… Lo mismo pasa con el resto de los elementos: el Agua, el Fuego, el Aire.

También ocurre lo mismo con el corazón humano, los gnomos de nuestro corazón son los seres de Amor y Luz que tenemos todos en nuestro interior ayudándonos a pulimentar nuestros Tesoros ocultos, como el Amor, la Luz y todos los Dones Divinos que pusieron a nuestra disposición y servicio.

Tanto unos como otros existen aunque no podamos verlos. Se hacen visibles cuando se consigue el equilibrio perfecto, cuando se aprende a usar los elementos naturales del universo que en realidad somos TODOS.

TODO TIENE VIDA.

ONCE

Se acercaba el día del choque de meteoros contra Júpiter. Mi hija se volvió a marchar ya que en casa se encontraba como apartada de su núcleo, como si le faltara algo: el mar.

Me pidió disculpas por irse tan a menudo, pero se sentía como si perteneciera más allá que aquí entre nosotros. Vi que algo cambiaba en ella, aunque sin saber que era. Así que la dejé marchar.

A los pocos días vino mi madre con ella para dejarla en casa. Pasamos la tarde hablando y, en un momento determinado, vimos a mi hija tumbada en el sofá; estaba como adormilada y hablando en voz baja. Pensé que soñaba y me acerqué para oír lo que estaba diciendo: “YO SOY UNA GUERRERA DE LA LUZ”. Estuvo repitiéndolo un buen rato, y yo le decía una y otra vez que ya lo sabía. Ella insistía e insistía con lo mismo, hasta que de repente abrió los ojos asustándose al verme tan cerca. No recordaba nada. Nos dimos cuenta de que podía haber estado en trance y esperando a que le hiciéramos las preguntas correctas, aunque nosotras por ignorancia no supimos hacerlas.

Esa noche se quedó en casa, pero al día siguiente quiso volver a marcharse. En casa no conseguía concentrarse en la meditación, era como si la casa le fuera extraña, como si aquel no fuera su lugar. Volvió a marcharse.

Al día siguiente era 16 de Julio, el día de Júpiter. Ya tenía yo una vela de esas grandes encendida desde el día anterior, ofrecida para que no pasara nada en la Tierra. Dediqué unos minutos a ese propósito a través de la meditación dando toda la Luz y el Amor que fui capaz, al igual que tantos otros lo estaban haciendo desde diferentes puntos del planeta, y siempre con la ayuda de los Seres de Luz, incansables en su misión de proteger a la Tierra, dándonos todo su Amor.

Ese fue un día muy señalado, ya que despertaron a Elisabet y Raimundo, uniéndose con ellos sus Seres, Amalys y Ali-Mey.

Ellos mismos explicaron como fue:

“El día 16 de Julio fuimos a pasear por la montaña. Teníamos ganas de salir y meditar al aire libre. Cuando vimos el lugar correcto hicimos la meditación.

De regreso a casa, Elisabet se torció el tobillo y la llevé a urgencias. Cuando le hicieron las radiografías, le diagnosticaron una esguince en tres lugares diferentes del tobillo; le pusieron un vendaje y le dieron un calmante.

Después de cenar, nos fuimos a descansar. De pronto, Elisabet entró en trance con los ojos abiertos, hablándome Ali-Mey a través de ella y diciéndome que éramos Almas Gemelas (Tu y Yo somos Uno). Yo me quedé en blanco, sin palabras, sin saber que decir.

Cuando volvió en sí le expliqué lo ocurrido. Ella se quejaba otra vez del pie y le puse mis manos para calmar su dolor. Estaba tan absorto en lo que hacía, que no me di cuenta del cambio.

Nos miramos y ella me dijo que ya estaba aquí. Yo no la comprendí y le dije que muy bien. Volvió a insistir en que era Ali-Mey. Me sorprendí cuando me dijo que le había curado el pie, asegurando que desde ese mismo momento aquel era su hogar”

DOCE

Al día siguiente se presentaron en casa como Amalys y Ali-Mey diciendo que ya eran Uno, es decir, que ya habían hecho el cambio.

Así como Amalys lo recordaba todo, Ali-Mey no recordaba ni reconocía a nadie en este plano. Uno de los dos debe siempre recordar las cosas del mundo en el que vive para poder ayudar al otro. Si los dos recordaran solo lo “del otro lado”, vagarían perdidos por este mundo. Así, entre los dos, pueden recoger los mensajes de ambos lados, ayudándose mutuamente, sin poderse ya separar y dependiendo el uno del otro.

Para Ali-Mey todo era nuevo. Tuvo que volver a aprender todo lo básico. Después y a través de información interna, se las fue apañando ella misma. Nos conoce tal y como somos allá, conoce a nuestros Seres y, aunque seamos diferentes, en definitiva somos los mismos.

Mi marido no entendía nada. Todo esto le provocó un choque fuertísimo. Eso de saber que su hija ya no era Elisabet sino que era otra, le cayó como un jarro de agua fría.

Intentaré explicar el significado de dejar pasar al Ser Divino que todos llevamos dentro:

Desde que hicimos acto de presencia en este planeta por primera vez, hemos recorrido muchas etapas en sucesivas reencarnaciones, con diferentes cuerpos y personalidades, pero el Ser es siempre el mismo.

Siempre que un cuerpo muere, muere su personalidad pero no el Ser que es. Ese sigue vivo. Por eso, cada vez que naces no recuerdas nada, así que cuando muere tu última personalidad te quedas con la que nunca ha muerto: tu Ser. Para dejarte volver en ese cuerpo y ser de nuevo el que fuiste en un principio.

Eso es lo que está pasando en la mayoría de lugares del planeta, aunque no a todos les llega al mismo tiempo. El despertar es diferente para cada persona. Hay muchos caminos pero todos son en definitiva el mismo.

Como consecuencia de los acontecimientos que he relatado, mi marido ha venido haciendo algunos esfuerzos por comprender, ha ido leyendo algún que otro libro. Se ha integrado también en la vida vegetariana y va dejando que el tiempo diga su última palabra.

Desde que hicieron el cambio, Amalys y Ali-Mey son distintos en casi todos los aspectos. Hay tanto amor en ellos que son diferentes a lo que estamos acostumbrados.

Les hicimos preguntas sobre el tema de los extraterrestres y fue Ali-Mey la que contestó:

-“Todos somos extraterrestres. Nadie pertenece a este lugar. Las naves son reales y a veces se dejan ver para que os vayáis acostumbrando a ellas y no les tengáis miedo. En otras ocasiones, pueden verse porque no han tomado las precauciones debidas. En cualquier caso, no necesitamos de las naves para ir de un planeta a otro. Se viaja al instante, con el pensamiento. Uno puede trasladarse ¡ya! a cualquier lugar del universo. ¿Verdad que cuando sueñas que estás volando lo vives como si fuera verdad? En realidad es verdad; mientras tu cuerpo duerme tu te vas. El sueño es una vivencia real”.

Se dio cuenta de que en este mundo no usamos correctamente los elementos. Estos están al servicio del hombre, pero nos olvidamos de que hay que tratarlos con amor y usarlos correctamente.

Ali-Mey explicó también que cuando necesitan el agua o la lluvia, llaman a las nubes portadoras de agua para que acudan adonde son necesarias. Si hace calor, pides al aire que te sirva, pero con amor, ya que también son seres vivos. Así es como se hace en otros lugares del Universo.

Estuvimos hablando de varias cosas, y al final nos dijeron que habían venido con diferentes misiones: Amalys para curar a través de sus manos y Ali-Mey como mensajera de la Luz.

TRECE

En los días siguientes venían con frecuencia a casa. Yo los miraba con la boca abierta, veía en ellos algo que aquí no es usual. Se reflejaba en ellos un amor delicado y tierno a la vez, no sé como explicarlo.

Ali-Mey, nos iba explicando como eran nuestros Seres: el de mi marido desde luego, corpulento y muy alto, emanando tanta energía que a veces solo se le ven los ojos como sombras, parecidos a los que tiene en este plano, pero sin esas bolsas. Y desde luego sin esa barriga, cosa que nos hizo mucha gracia.

A mí me describió mucho más alta (por suerte): “Menos mal que no soy una enana…”- pensé. Con el pelo largo y claro tal como me vi en Valencia. Algo si quedó bastante claro: allá somos eternamente jóvenes por más años que tengamos.

También me confirmó el hecho de que me viera sentada en una silla o trono, ya que fui la reina Maya, el origen del nombre del pueblo maya. Mi marido fue un gran guerrero defensor del pueblo y del que me enamoré, compartiendo con él el trono.

No dijo mucho más. Debemos averiguarlo por nosotros mismos a través de sueños o visiones. A medida que vayamos avanzando nos irán llegando las respuestas.

Eso me hizo reflexionar sobre la carta de Maite, ya que siempre que la releo me dice algo nuevo.

Al poco tiempo, recibieron mensajes de que tenían que hacer un largo viaje y superar allí una gran prueba. Se iban al Canadá, a tres lugares concretos: Toronto, Eliot y Toledo. Salieron de Barcelona el 24 de Julio y regresaban el 22 de Agosto. Los acompañamos al aeropuerto y les dimos un abrazo de despedida, deseándoles suerte y que encontraran lo que iban a buscar, eso sí, aconsejándoles que fueran prudentes.

Nos quedamos tranquilos sabiendo que nuestra hija estaba en buenas manos y no tardando tampoco en preparar las maletas para marchar unos días a la Vall d’Aran, a un camping en Arròs, un lugar pintoresco y tranquilo donde por lo menos podríamos dormir por la noche tras contemplar un hermoso panorama en las noches estrelladas. Nunca pensé que desde allí se pudieran ver tantas estrellas y tan brillantes.

Cada día hacíamos una excursión a un lugar diferente: embalses, fuentes naturales, paseos entre la naturaleza. Nunca antes me había fijado tanto en ella y me di cuenta de que si la escuchas te habla. Los árboles: el suave movimiento de sus hojas parece saludarte. Los ríos: su peculiar musiquilla con el correr del agua te invita a que la acaricies. Los pájaros: su revoloteo alegre anunciando su libertad con cantos maravillosos. Contagiados y envidiosos de ellos por no poder hacer nosotros lo mismo, aunque con la imaginación puedes hacer lo que quieras. Pasa lo mismo con las montañas: si te fijas bien, te enseñan sus rostros. Yo los vi. Vi a los dioses o guardianes de esos lugares con sus rostros estirados mirando hacia el firmamento, pudiendo así hablar con sus compañeros eternas del universo, con otros planetas, con otros mundos.

Me mostraron el lecho en el que yacían, sobre una gran sábana verde estirado a lo largo de ella y dejando ver un par de rostros: uno con gesto algo burlón y en cambio el otro como el de un niño vivaracho y juguetón, con una sonrisa. Les saludé desde mi interior, dándoles gracias por semejante gentileza. Si te fijas, cada cual te da su mensaje. Otra cosa es saberlos interpretar, pero si te dejas llevar recibes de ellos todo lo que tengan que darte, decirte o compartir contigo; cada uno tiene su propio lenguaje.

Aprendí mucho en esos días, en el sentido de liberar mi interior y reflexionar sobre lo que nos estaba pasando en general.

Nos sorprendió recibir noticias por teléfono desde el Canadá. Era para darnos el mensaje de que estuviéramos atentos a cualquier aviso.

Habían contactado con un Ser a través de Ali-Mey que les dijo que había llegado el momento de la evacuación en las naves que, según decían, también habían visto. Que todo se iba a pique y no daba tiempo a avisar a todo el mundo para que estuvieran alertas. Teníamos que permanecer atentos a cualquier aviso para que vinieran a recogernos.

Se nos encogió el corazón. Mi marido se lo tomó con algo más de calma, ya que dudaba de todo eso. Según los datos que nos facilitaron, faltaban dos días y no habíamos recibido aún ningún mensaje.

Entonces empezamos a considerar la posibilidad de que no fuera cierto, porque además pensábamos que sería una injusticia para mucha gente. ¿Qué teníamos nosotros que no tuvieran los demás para ser salvados? Estuvimos haciéndonos preguntas de ese tipo, tanto en voz alta como en silencio.

Llegó un momento en que la espera se hizo insoportable, estábamos inquietos e impacientes a la vez, sin saber que hacer. Por fin, decidimos no pensar más en el asunto, considerando también que podría ser una prueba a superar. Así que nos pusimos a jugar a las cartas, dejando que pasara el tiempo.

Al anochecer me percaté de un detalle relacionado con los animales: siempre que va a suceder algo, ellos son los primeros en darse cuenta y no cantan o están inquietos. Esa noche, la del día señalado, parecían estar todos más alegres de lo habitual, los grillos parecía que se habían puesto de acuerdo a la hora de cantar y con una fuerza inusual. Eso me tranquilizó y más al mirar al cielo. Esa noche, las estrellas estaban más relucientes y cercanas que cualquier otra noche. En ese momento vimos caer unas estrellas en pares, hasta un total de seis. Esa otra señal acabó por confirmarnos que todo estaba bien, así que nos fuimos a dormir por fin.

Al día siguiente decidimos intentar llegar a Artiga de Lin, puesto que esos días las carreteras estaban en obras y las tenían cortadas a intervalos, haciendo difícil el llegar.

Hay allí una cascada un tanto especial. Recogimos mucha energía en el lugar, un lugar curioso puesto que las piedras sobresalen de la cascada dejando pasar el agua entre ellas y teniendo la apariencia de dos ojos que parecen intentar decirte algo mientras te observan en silencio. Quizá por eso llaman al lugar “Los ojos de los Judíos”, aunque no acabo de comprender el porque de lo de “los Judíos”.

De regreso, recogí una piedra del camino que llevé un buen rato en la mano. Noté que desprendía mucha energía, notando un cosquilleo durante bastante tiempo. La guardé dándole las gracias, junto con otras recogidas también de diferentes lugares del valle.

Volvieron a llamarnos desde Canadá para disculparse y decirnos que todo había sido una prueba que, gracias a Dios, fueron capaces de superar a tiempo.

Recordé entonces el rostro burlón que me enseñó la montaña. Era un aviso de la prueba en la que se nos hizo participar y que hasta entonces no comprendí.

Di las gracias a los seres de la naturaleza que me avisaron, quedando pendiente lo que quisieron decirme con el rostro del niño. Tras mucho pensar y no obtener respuesta, lo dejé en el aire para que se desvelara cuando tuviera que hacerlo. Descifrar mensajes era algo demasiado nuevo para mí.

CATORCE

Esos días pasaron volando, pronto hubo que volver a casa. De camino de vuelta, vimos el panorama desolador dejado por los incendios que ese año habíamos padecido. Nos invadió una gran tristeza al verlo todo tan ennegrecido. Esa destrucción afectaría mucho al ciclo de las lluvias.

Ya estábamos a 22 de agosto. Llamaron cuando llegaron a Madrid para decirnos que pronto embarcarían con destino a Barcelona y que llegarían sobre las nueve de la mañana.

Amalys nos comunicó que tendríamos una sorpresa que consistía en que en vez de Ali-Mey, venía alguien llamado Nokia en el cuerpo de mi hija Elisabet. Eso nos hizo ponernos en guardia, en prevención, hasta saber y ver como eran sus reacciones.

Fuimos a recogerles al aeropuerto y se nos presentó a mi hija como el muchacho. Se nos dijo que de momento él estaba para regenerar y dar energías al cuerpo de Elisabet que tras superar las pruebas había quedado muy debilitado y necesitado de un buen retoque energético.

Según parece Ali-Mey pidió permiso a los Maestros para retirarse y poder recuperarse, dejando en su lugar a Noki que es como a él le gusta que le llamemos. Nos costó bastante acostumbrarnos y hacernos a la idea de tratar a nuestra hija como a un chico, ya que al visualizar un cuerpo femenino te cuesta lo suyo. Nos hizo mucha gracia que protestara por haberle tocado el cuerpo de una chica y por lo raro que se sentía con “cosas de más” y echando de menos otras, aunque reconocía que lo verdaderamente importante era que se regenerara bien el cuerpo para que pudiera readmitir a Ali-Mey. Para él, aquella era su primera misión en la Tierra. Nos explicaba cosas de su mundo que era completamente diferente a este: “Allí viajas volando sin ningún vehículo ni avión”. Se sorprendía de que aquí para trasladarse a cualquier parte, fuera necesario contar con un medio de transporte.

Fue contándonos muchas cosas, entre otras que le gustaban las pizzas; las había probado en Canadá. Allá en el otro lado, no necesitabas comer ni beber; al ser Luz se alimentan simplemente de Luz.

Al llegar a casa, le pedimos que nos explicara que había pasado exactamente cuando nos llamaron por teléfono desde Canadá.

Amalys intentó hacerlo en pocas palabras:

En Toronto todo nos fue bien. Visitamos las Cataratas del Niágara donde recibimos mucha energía, gracias a la que pudimos vencer ciertos obstáculos.

En Elliot Lake tuvimos un primer contacto con un ser que más tarde reconocimos como falso. Nos dimos cuenta a tiempo del engaño…

Ali-Mey comenzó a notar la presencia de la parte negativa de Elisabet introduciéndose en su cuerpo. Tuve que defenderme hasta vencerla y expulsarla”.

Como yo no era experta en ciertas cosas, quise consultar este tema con alguien entendido, así que llamé a Akali y a Maite para ver que opinaban. Las dos coincidieron en decirme que la respuesta la tenía yo, que consultara con mi corazón.

Me quedé tranquila y les di las gracias siguiendo su consejo. Mi corazón estaba tranquilo, lo que significaba que todo aquello era una nueva experiencia que las circunstancias me brindaban. Estaba dispuesta a aprender todo lo posible de lo que se me quisiera dar.

Noki era en realidad un futuro Maestro, que en ocasiones se admiraba, se sorprendía e incluso se desengañaba. Este mundo es muy diferente al suyo y al resto del universo. Él es de Luz y Amor y no comprende nuestra forma de vida aunque ya viniera avisado de lo que se iba a encontrar aquí. Intentaba con desigual fortuna, adaptarse a aquel cuerpo prestado. Al ser un chico, el comportamiento era distinto.

Mi marido no terminaba de comprender todo eso y las dudas pueden generalmente más que él. A veces incluso prefería tomárselo como un juego, creyendo que tarde o temprano Elisabet se cansaría de jugar y volvería a ser como era, “normal”. Aunque veía que todo era real, no acababa de asimilar lo de los cambios, ya que al desarrollarse todo en el mismo cuerpo, él a quien veía era a Elisabet y aunque no se comportaba como ella, él seguía viéndola a ella. Preguntaba: “¿dónde está Elisabet? ¿y Ali-Mey?”

Pregunta lógica por otra parte, ya que cuando se producía un cambio cada cual volvía a su mundo para seguir sus respectivas evoluciones, al igual que aquí seguimos la nuestra aunque en diferentes estados de conciencia o dimensiones.

Recordé entonces el rostro del niño en la montaña. Ella no me engañó, realmente había un niño: Noki. Es sorprendente, pero cierto, aunque no te lo crees hasta que lo vives. De nuevo di gracias a esos Seres maravillosos que nos brinda la naturaleza. A veces intento leer lo que dicen las piedras, puesto que también ellas hablan a su manera. Nos ofrecen rasgos, dibujos, imágenes, números e incluso rostros. No soy especialmente buena descifrando los mensajes que hay en ellas, ya que es necesaria un poco más de dedicación y estudio y de momento me limito a mirarlas con simpatía. Supongo que si el entenderme con ellas forma parte de mi destino terminaré haciéndolo, aunque ahora mismo no me atrae demasiado su estudio… quizá más adelante. Dios dirá.

QUINCE

Pronto nos encariñamos con Noki, ya que su carácter y comportamiento se parece más al de Elisabet que al de Ali-Mey. En plena conversación con Noki salió el tema que tanto me intrigaba acerca de la relación con mi marido. Me dijo que él había sacrificado sus ojos por mí. Intrigada e impactada, quise saber como había sido.

Cuando llegaron los primeros invasores o colonos, y dado que era bastante hermosa, quisieron llevarme con ellos. Si yo no consentía, nos sacarían los ojos a los dos. Entonces, mi marido, Umalak, que así se llama su Ser, ofreció los suyos a cambio de que no me hicieran ningún daño, conservando así la vida.

Al oír el relato se me encogió el corazón y pensé en voz alta: “¡Vaya valor el suyo!” Desde entonces lo miro con más ternura y agradecimiento, aunque él no llegue a darse cuenta.

En ocasiones cuando me miro al espejo, pienso en todo cuanto voy descubriendo y me digo a mí misma: si yo fui reina Maya y mi marido un gran guerrero defensor de ese pueblo, no sé como me sentaría la corona. Intento imaginarme con ella sobre mi cabeza, manteniendo el cuello bien derecho para que no se me caiga. Así me he dado cuenta de que si vas tan estirada, mirando tan alto, no puedes ver donde pisas y si no ves donde pisas, puedes tropezar y caer tontamente. Por eso decidí volver a mi estado normal, desde donde las cosas se ven mucho mejor.

Cuando le expliqué a Noki lo que se me había ocurrido, dijo que era muy divertida y que se lo pasaba muy bien conmigo. Me explicó él una serie de cosas de su vida, por las que deduje que debía ser alguien muy travieso allá en su mundo. Llevaba de cabeza a los Maestros, pues allí, siendo aún un niño, intentaba atraer la atención de estos, y si no le hacían caso pues están generalmente muy ocupados, entonces les estiraba de las túnicas con tanta fuerza que casi se las quitaba. Allí por lo visto, no se es adulto hasta cumplir los 125 años; hasta ese momento no dejan de ser niños.

Por él supe también que Saint Germain sabe que le llamo “viejo regañón”, pues antes de que viniera le prepararon informándole de todo sobre nosotros. Me ruborizó el hecho de ver descubierto mi pequeño secreto, pero me tranquilizó diciéndome que él siempre está cerca, que somos grandes amigos.

No me atreví a preguntar demasiado sobre Él puesto que ni se me había ocurrido que lo tuviera tan cerca. No me creía digna de semejante honor pensando que eso estaba reservado para otros con más experiencia; lo mismo me ocurre con Jesús, al que miro siempre con gran respeto.

Tengo por costumbre saludar a los Maestros por la mañana al levantarme y despedirme de ellos al acostarme, y al nombrarlos noto siempre un escalofrío desde la nuca hasta la cintura. No supe lo que significaba hasta que comprobé que me devolvían el saludo abrazándome o bien pasando sus manos por encima para acariciarme.

Recuerdo que desde niña siempre he sentido a alguien a mi lado. Es algo que se nota, pero que no sé bien como explicar. Sientes que hay alguien a quien no ves. En cierta ocasión me escapé de casa, ya que no me llevaba demasiado bien con mi padre. Mis padres se separaron siendo aún una niña y nos quedamos con él mi hermano Juan y yo.

Me escapé y fui al Tribunal de Menores, como si ya supiera lo que debía hacer y como ir, cogiendo el tren a Barcelona. Me sentí cogida del brazo y conducida hasta llegar al lugar correcto. Eso me hizo reflexionar más de una vez, puesto que en aquel entonces ya tenía 15 años. Me llevaron a un internado en el que estuve hasta que me casé, con 20 años.

Mi madre formó otra familia de la que nacieron en Brasil mis hermanos Raimundo y Jorge. Desde que volvieron a España hemos mantenido el contacto, algo que siempre he agradecido a mi madre. Por muy lejos que estuviera siempre hemos estado unidas. Así que mis padres siguieron con sus vidas, cada uno por su lado.

Había noches en las que al acostarme notaba a alguien cerca. Me hacía la dormida sintiendo como me miraban y luego iban hacia el lado de mi marido. El corazón me palpitaba tan fuerte que parecía a punto de estallar.

Recuerdo que una de esas noches, el despertador hacía un ruido raro, e incluso a veces dejaba de oírse el tic-tac. Me lo acercaba al oído para ver si se había parado, pero veía como el segundero seguía moviéndose; de repente volvía a oírse el tic-tac pero tan rápido que parecía que el despertador se iba a volver loco. Era de esos días en los que se te encoge el corazón y te tapas hasta la cabeza, porque presentía la presencia de alguien. Pensé en la perrita que aún teníamos: “si la perra no gruñe o no ladra, deben ser cosas de mi cabeza”, así que levanté los brazos de golpe como si fuera un fantasma, quedándome tranquila.

Explico esto porque está relacionado con lo que me dijo Noki sobre Saint Germain: por lo visto era él, el visitante que yo presentía, y que cuando quiso calmarme acariciándome para que no me asustara, fue cuando yo reaccioné y lo eché. Por lo visto se asustó tanto que fue contra la pared.

No me lo podía creer. De manera que era Él a quien tenía tan cerca, y sin saberlo. Me sentí fatal. A cambio de sus caricias le propiné un buen susto.

No obstante, le pregunté a Noki: -“¿cómo es posible que no sepan como vas a reaccionar, y cómo chocan si son capaces de traspasarlo todo?”

-“Normalmente es así – respondió Noki-, aunque existe un margen de tiempo. Saben hasta donde puedes llegar y conocen tus reacciones, pero no pueden adivinar una reacción inmediata, que a veces es cuestión de décimas de segundo, sin antes consultar con el Padre”.

Noki quería saber que era un “parque de atracciones” y decidimos ir al Tibidabo a pasar el día. Fuimos los cuatro: mi hermano, Noki, mi marido y yo.

Cuando vio todo aquello se quiso subir en todas las atracciones, haciendo que yo subiera también, algo que nunca antes había podido hacer por los constantes mareos que sufría. Cuando subí a la montaña rusa estaba temblando. Cual no sería mi sorpresa al descubrir que me lo estaba pasando bien, muy bien. En el tiovivo, donde siempre acabo devolviendo, repetí tres veces. Lo que nunca había hecho ni de joven ni de niña… ¡A la vejez, viruelas!

Seguí con la alfombra mágica y el barco pirata, donde sí que pedí auxilio, pues al aguantar tanto la respiración bajé con las piernas temblando. Pero se me pasó en el tren que va de carrerilla de rápido. En definitiva, que nos lo pasamos muy divertido. Noki estaba entusiasmado aunque algo triste pues pronto se debía ir, dejando pasar a Ali-Mey durante unos días. Se consoló no obstante, al pensar en todo lo que tenía para contar a los Maestros.

Hay una canción que me ha intrigado desde que la oí por primera vez poco después de regresar de Valencia. No sé porque, pero siempre la relaciono con Maite. La veo cantando esa melodía, vestida de forma diferente y con una pandereta en la mano. Una especie de pañuelo húngaro en el pelo, decorado con medallitas doradas alrededor.

No recuerdo haber oído antes esa canción, pero me resulta muy familiar, como si dentro de mí ya la hubiera oído, como si esa melodía formara parte de mi pasado.

Me informé y descubrí que su título es “Sister Golden Hair”, que traducido viene a ser “La Hermana del Cabello Dorado”.

Supe más tarde que era la reposición de un tema muy antiguo y que al parecer, tuvo mucho éxito en su momento.

DIECISÉIS

En uno de los momentos en los que pude hablar con Noki, le hablé de lo que me había sucedido con el joven del supermercado que tanta huella me había dejado. Me sonrió sin decirme nada, asegurando que lo sabría todo en su momento.

Esa noche después de cenar había que hacer el cambio y dejar paso a Ali-Mey, así que Noki fue a tumbarse a la habitación. Al poco rato apareció una sonriente Ali-Mey, que se acercó cariñosamente a mi hermano para abrazarle, haciendo lo mismo con nosotros.

Tras una conversación breve tocamos el tema de la boda, puesto que si debían seguir siempre juntos a partir del cambio y deseándolo como lo deseaban, sería lo mejor para todos.

Unos días después fuimos a casa de mi madre para poder disfrutar de un poco de playa. El sol nos brindó sus rayos mejores y más cariñosos, a pesar de que la mayoría de esos días estaban nublados y con viento.

El agua estaba perfecta, tranquila y bastante clara, como dándonos la bienvenida. Se estaba tan bien que daban ganas de abrazarla. Ali-Mey flotaba como un pececillo y aunque no se movía, no se hundía. Quiso que nosotros hiciéramos lo mismo, pidiéndole al mar que nos sujetara. Noté algo, como si me rozaran las nalgas, aguantándome. Solo fue un momento, al tener la inevitable sensación de que si no te sujetan te hundes y moverme ligeramente. A partir de ese instante, dejé de notar ese roce.

Como mi marido no sabe nadar se quedó en la orilla, donde se siente más seguro con los pies en el suelo.

Cuando mejor estaba en el agua, intenté coger una piedra del fondo, pero el mar no me dejó, arrastrándola hacia el interior. Ali-Mey me sugirió que le pidiera permiso para cogerla. No le hice caso y seguí intentándolo. Cuando ya casi la tenía, el mar me la arrebató prácticamente de la mano. Yo sonreía, pues ese juego me hacía mucha gracia. Lo intenté de nuevo, esta vez con el pie, y casi me caigo. Por fin dije la palabra mágica, le pedí permiso para coger una piedrecita y, ante mi sorpresa, las olas me dejaron una en la orilla al retirarse. La cogí, se la di a mi marido para que la guardara y me sumergí otra vez en el agua nadando un poco hacia el interior. El mar nos salpicaba el rostro y nosotros hicimos lo mismo. Nunca antes había pensado en el mar como algo vivo, como si pudiera tener voluntad propia y mucho menos que fuera tan juguetón. Tienes momentos tan alegres y felices que, sin darte cuenta, eres como un niño en el agua. Pocas veces me había divertido tanto.

Ali-Mey dice siempre que el mar es uno de los elementos más incomprendidos, puesto que siempre que quiere jugar lo hace con las olas o salpicando caprichosamente, provocando así que los demás hagan lo mismo. Cuando hay peligro, avisa intentando empujar a la gente hacia afuera para que no entre. Pero la mayoría de las veces no nos damos por aludidos y así ocurren las desgracias que siempre se achacan al propio mar.

Siempre podrás disponer a tu antojo de los elementos si los respetas debidamente. Si es así, ellos también te respetarán a ti. Debe existir un acuerdo común para que la relación funcione a la perfección.

Resulta maravilloso ver como uno puede compartir con los elementos todo un juego que nos ha dado la naturaleza.

DIECISIETE

Cuando por fin supe que el libro de Akali me lo había dado el maestro Kuthumi, me sorprendí mucho. Este maestro fue en su día San Martín de Porres y también San Francisco de Asís, entre otros.

Parece ser que sufrió un poco cuando rechacé el libro, pensando que definitivamente no iba a quedarme con él. Le di las gracias finalmente con todo mi corazón.

Supe también quien me facilitó el dinero necesario para acudir a Valencia: Saint Germain. Eso sí que no me lo esperaba, y menos aún el regalo tan tierno que me brindó. Eso no lo olvidaré nunca. Fue una delicadeza tan grande por su parte que le estaré eternamente agradecida.

El muchacho que me atrajo por su sonrisa, el del supermercado, resultó ser mi hijo. Aquel que llevé dentro de mí durante algún tiempo y que no llegó a nacer.

Vino a verme para tranquilizarme, para que supiera que estaba bien. Dándome a entender que si viviera llevaría ese estilo de vida, ese estilo tan extravagante y que tanto me chocó. Lloré de agradecimiento y en parte de tristeza pues aún no he podido decírselo a mi marido. Al parecer guarda la moneda que le di en su corazón, como algo muy valioso.

Siempre pido a los maestros que llegue el día en que me sea posible agradecerles todo lo que han hecho por mí, en forma de abrazo.

Ali-Mey tuvo que irse de nuevo, y volvió Noki. Traía nuevas para mí. Decía que pronto tendría que escribir un libro explicando todo lo que había ocurrido desde que enfermó mi hija. Tragué saliva. ¿Un libro? ¿Qué puedo yo decir que no hayan dicho ya los demás?

Me tranquilizó diciendo que en el momento debido me llegaría la inspiración y me pidió que le citara a él en el libro.

Mi hermano Jorge se iba integrando poco a poco, quien al principio (como todos) quería saber que terreno pisaba. Ha hecho un cambio espectacular, ya que siendo una persona que tenía una cantidad ingente de problemas, esta nueva esperanza va haciendo que los vaya poco a poco venciendo, eso sí, con mucho valor. Tiene un corazón enorme y mucho amor para dar. Eso le ayuda a superar ciertos obstáculos, que es necesario que todos tengamos, ya que sin ellos nunca lograríamos subir un nuevo peldaño y ascender en nuestro camino.

DIECIOCHO

Mina es un Ser muy especial que viene cuando no pueden hacerlo Noki o Ali-Mey. El cuerpo de Elisabet debe estar siempre ocupado por algún Ser de Luz, puesto que de no ser así, estaría inerte, sin movimiento, como dormida y corriendo el riesgo de que se filtrara en ella alguna entidad de carácter negativo.

Mina no habla como nosotros, así que se expresa escribiendo o dibujando, aunque puede entendernos.

Permanece siempre alerta a cualquier peligro, pues percibe enseguida a los Seres de No Luz, echándolos inmediatamente. Nosotros no podemos verlos pero si los notamos cuando ya los tenemos encima, que es cuando más trabajo cuesta deshacerse de ellos, más aún si no sabes como hacerlo. Así pues, su misión aquí la mayoría de las veces, consiste en protegernos hasta que podamos hacerlo por nosotros mismos.

Hace algún tiempo que tengo olvidado al maestro Cha-Ara al que siempre le pido una rosa desde que leí en el Libro de Oro de Saint Germain, en un apartado dedicado a él, que siempre procura presentarse con un ramo de rosas para las hermanas. Yo solamente le pido una con todo mi cariño.

El 23 de Septiembre vino mi madre a pasar el día conmigo. Dedicamos todo el día a la charla, ya que no podemos hacerlo tan a menudo como quisiéramos. Sobre las cinco de la tarde llamaron a la puerta. Eran mi hija y mi hermano. Noté algo diferente en ella, los abracé y entraron. Pregunté a mi hermano quien era, puesto que su comportamiento no me era familiar. Contestó que lo habría de decir yo, ya que según parecía sólo yo podía saberlo, nombrándole el libro. Pensé en el de Akali, así que le miré a la cara y pregunté: “¿Kuthumi?”, a lo que Él respondió: “Ese libro no. El otro. ¿A quién le pides una rosa aunque sólo sean unos pétalos?” Entonces si me sorprendí: “¡Cha-Ara!” exclamé. Sonriente me ofreció una de las rosas que trataba de esconder desde que entró, diciéndome que Él no podía presentarse sin una rosa. Lo abracé llorando, dándole las gracias. Las piernas me fallaban, no me lo podía creer.

Al oír el nombre de Cha-Ara mi hermano confesó que nunca antes había oído ese nombre. Por eso Él, al presentarse, no se lo quiso decir. Por eso tenía que decirlo yo. La verdad es que ese nombre no es muy conocido, así que por mucho que Él se lo hubiera explicado, mi hermano no habría sabido quien era.

Entonces, mi hermano quiso aclararnos que fue Él quien se presentó aquel día que anduvo perdido casi dos horas, quien le preguntó si era brasileño.

Mi madre se emocionó al recibir ella también una rosa de sus manos. Me preguntó que que me pasaba, con lo habladora que yo era y de pronto me había quedado muda. Ella que había venido precisamente para enterarse de todo lo que estaba pasando.

Se lo expliqué y estuvimos conversando de varios temas. Nunca pensé que a los maestros pudiera gustarles tanto la conversación, que les expliquemos nuestras cosas. No creí que estuvieran tan cerca realmente.

Por lo visto, Él ya había estado en Barcelona en el año 1840, en su última encarnación.

Vino de Francia en un viaje, en compañía de sus padres siendo aún un niño. Se dio cuenta de cuanto había cambiado todo, sobre todo le llamaron la atención los coches. En sus recuerdos solo había carruajes. Las bicicletas de entonces eran muy incómodas, sobre todo a la hora de tener que apearse de ellas, puesto que si no encontrabas un buen apoyo podías fácilmente verte en el suelo.

Nos recalcó que las rosas eran de Las Ramblas, algo que por lo visto en su tiempo era muy importante. Los caballeros de entonces, con sus capas y sombreros, solían ir a las floristas de Las Ramblas a buscar flores. Nos sentimos muy halagadas con el detalle.

Nos hizo sonreír al participarnos sus recuerdos, en especial, en como su esposa intentaba dormir sin mucho éxito debido a los ronquidos de Él. Parece ser que incluso llegaba a taparse los oídos con algodón, trapos y hasta trozos de queso. Al parecer, una noche en que roncaba más de lo habitual, ella llegó a meterle en la boca los trozos de queso que había usado como tapones. Él se los tragó de golpe, tal y como estaban.

Terminó disculpándose por una broma que hacía ya tiempo había querido gastarme y no le salió bien. Le miré sorprendida, sin saber a que se refería. Él me lo explicó:

-“Era un día de esos en los que nos asomamos para ver lo que hace la gente y me dije “voy a ver que hace Maia”. Te vi subida a una escalera quitando el polvo de un mueble. Me fijé en un cubo con agua que había junto a la escalera y lo acerqué un poco a ella para ver que pasaba. El caso es que al bajar no miraste como pensé que lo harías, y acabaste metiendo el pie dentro del cubo…”

Me miró como pidiendo perdón, compungido. Al verle así, no pude aguantar más y me reí a carcajadas. Me resultaba muy gracioso, sobre todo teniendo en cuenta que siempre consideré aquella anécdota como un despiste mío. Aunque es verdad que nunca había sabido como el cubo llegó a estar tan cerca de la escalera y no le di más importancia. Sorprendida sí me quedé, incluso le expliqué la anécdota a mi amiga, la cual dictaminó que cualquier día perdería la cabeza.

Nos preguntó también por Noki que nos había cogido mucho cariño, igual que nosotros a él. Su carácter era muy parecido al de Elisabet. Nos dijo que llegaría a ser un Gran Maestro, más grande incluso que Él.

Tras un rato más de conversación, nos advirtió de que a través del cuerpo de Elisabet vendrían seres de todos los colores y entidades. Aseguró que por el momento mi hermano lo estaba haciendo muy bien, a la hora de impedir el paso a según que entes. Nos previno que pronto vendría el maestro Kuthumi, que era muy bromista.

Le preguntamos porqué era tan poco conocido y nos respondió que aunque siempre había estado aquí en sus reencarnaciones no había llamado demasiado la atención, lo que no quiere por supuesto decir que no hiciera el bien. Siempre obró en silencio. Nunca le hicieron santo pues ser santo o estar en un altar es algo que solo corresponde a Dios. No es fácil encontrar su nombre en libros, simplemente alguna reseña o comentario muy breve.

Algo sí quiso dejarnos muy claro: siempre había estado en desacuerdo con los curas por ese motivo. Nunca quiso entrar en una iglesia y no era por no creer en Dios. Su propósito era que, mientras Jesús apareciera en la cruz, Él no entraría en una iglesia. Para Él, esa era una manera de revivir continuamente su calvario y sufrimiento. Eso ya pasó. ¿Por qué no hacen estatuas sonrientes de Jesús? ¿Por qué lo representan siempre sufriendo en la cruz? Por lo visto, terminaba convenciéndoles, pero le contestaban que era algo que estaba así montado desde hacía mucho y no podía cambiarse así como así.

Entonces recordé lo que me decía mi hija a veces referente a las cruces: no podía soportar ver el sufrimiento de Jesús. Era un tormento para su vista y un dolor para su corazón. Preferiría verle siempre sonriente.

Ahora por fin comprendo lo que quería decir, algo que nunca me preocupó tanto como a ella, aunque en mi interior sabía que tenía razón.

Llegó la hora de despedirnos y me entristecí. Le comenté la idea que yo tenía acerca de los Maestros. Le dije que pensaba que eran diferentes y sin embargo había descubierto cuan sencillos, humildes, cercanos y divertidos eran.

Me respondió sencillamente que son normales aunque en planos más avanzados espiritualmente.

En ese momento no le entendí del todo, pero con el tiempo supe lo que quiso decir. Ellos, los Maestros, fueron hombres y mujeres como nosotros, que nacieron un día y vivieron sus vidas como nosotros vivimos las nuestras. Unas veces mejor que otras, hasta superar su etapa o tiempo, uniéndose después a su Ser Divino y convirtiéndose en Seres de Luz y Amor. Lo mismo que nos pasará a nosotros el día que estemos a punto y hayamos superado nuestra etapa, para despertar unidos a nuestro Ser Divino que todos somos. Desde ese momento seremos Uno con nuestro Ser, siendo así perfectos en Luz y Amor como lo son Ellos.

Es por eso que están tan interesados en ayudarnos. Saben como somos y nos comprenden, pero debemos pedir su ayuda, están esperando que la pidamos para conseguir volver al verdadero hogar al que pertenecemos, al verdadero lugar que un día dejamos voluntariamente a un llamado del Padre. Sabiendo que este mundo es diferente a otros.

Por ejemplo: es como salir a explorar un lugar y experimentar las vivencias y costumbres de ese lugar, para luego regresar y explicar lo que has vivido y experimentado, lo que de verdad ocurre en ese lugar. Pero no explicándolo de oídas, sino habiéndolo vivido personalmente y entregar esas experiencias a Dios Padre.

Eso es lo que hemos estado haciendo, aunque de vez en cuando nos hayamos visto envueltos en hechos que nos han retenido, que nos han obligado a volver y empezar de nuevo la lección.

Cada uno de nosotros tiene una misión que cumplir. Se nos brinda la oportunidad de despertar y recordar cual es realmente esa misión, cual es nuestro papel aquí.

Me costó mucho tiempo entenderlo. Después de muchas horas de reflexión, encontré al fin la respuesta que estoy reflejando en estas páginas.

A pesar de mis errores intento aprender de ellos y mejorar. Vale la pena el esfuerzo sabiendo que Dios Padre nos está esperando con los brazos abiertos.

Me despedí de Cha-Ara con un abrazo y Él me recordó que Saint Germain está siempre cerca de mí, mucho más de lo que yo me imaginaba. Lo miré mientras se iba a la habitación de mi hija para dejar paso a Noki, quien no tardó mucho en aparecer.

DIECINUEVE

Esa misma semana empecé junto con mi hermano un cursillo que te enseñaba a controlar tus propias energías. El curso en sí estuvo bien, aunque no estuvimos de acuerdo en determinados puntos y así lo manifestamos. Se nos dijo que era un sistema similar aunque no idéntico al que nosotros empleábamos.

Trabajaban con rosas que, tras crearlas mentalmente con todo el Amor, se llenaban con todas las negatividades para luego destruirlas, haciéndolas explotar con algún tipo de arma de fuego. Nosotros trabajábamos con la Llama Violeta que transmuta o purifica la parte corrupta o negativa del cuerpo.

La verdad es que destruir algo que se ha hecho con tanto Amor, cargándolo primero con todo lo sucio que tenemos y haciéndolo explotar después, no nos parecía la mejor forma de purificación y menos descargándolo aquí, en la Tierra. Como dando a entender que la Tierra lo limpia todo por sí sola.

Lo cierto es que ahora es cuando la Tierra necesita más Amor y Luz. Si además la vas cargando con toda esa negatividad de todo el mundo, tarde o temprano ha de volverte. Esa es al menos nuestra opinión.

No sabemos explicar mejor el porqué, pero seguimos con nuestro sistema que, al menos, si entendemos el funcionamiento de la Llama Violeta.

Esto me hizo reflexionar en el sentido de que no todo el mundo que imparte cursillos de este tipo, tiene muy claro como y para que sirven, las contradicciones que tienen. Reflexión, pero también respeto por su opinión y sus puntos de vista.

Al finalizar el curso nos hicieron fotografías del aura, una al entrar y otra al terminar la meditación. Se quedaron sorprendidos al ver la de mi hermano, tanto la primera como la segunda. Tan solo le dijeron que no había necesidad de decir nada, que las fotos hablaban por sí solas: le salía la sanación a raudales por todas partes. Las mías no fueron tan espectaculares pero también reflejaban la sanación a través de mis manos. El color violeta destacaba, dejando claro que era ese el color con el que trabajo.

Me alegré al saber que por medio de mi trabajo hacia los demás, podía dar sanación sin que nadie se percatara. Eso me hizo feliz. Siempre había querido hacer algo por los demás y a ser posible en silencio. Mira por donde, lo estaba haciendo a través de mis manos. ¡Gran descubrimiento el mío!

Después me di cuenta de que realmente y en cierto modo, todos somos sanadores. Solo hay que proponérselo, solo con desear el bien para la otra persona ya la estás ayudando.

En esos días tuve varios sueños. En uno de ellos vi el jarrón del comedor vacío. Una mano invisible puso en él cinco rosas, con la particularidad de que una de ellas estaba marchita, mientras que las otras estaban perfectas. Eso me hizo recordar que Cha-Ara ya me había traído la suya. Me pregunté quien me las traía ahora.

Soñé también que Akali me avisaba de un peligro con relación a mi hermano, al que avisé para que estuviera atento aunque él ya presentía algo.

Esa noche se fueron a casa después de cenar. Aún no había pasado un cuarto de hora cuando llamó Amalys diciendo que Noki se había puesto en trance por el camino y que tenían que volver para quedarse un par de días y poder el recuperar la energía que había perdido hasta casi agotarla.

Al llegar, lo tendimos en la cama pues estaba como dormido de pie. Empezó a hablar en japonés con alguien al que al parecer conocía. La conversación debió ser de lo más divertida, pues aunque no era consciente, se notaba que lo estaba pasando bien. Le cambiamos como pudimos y lo metimos en la cama, diciéndole a mi hermano que se fuera a descansar que yo me quedaba a su lado, prometiéndole avisar si había alguna novedad.

No tardó en volver a la realidad aunque muy débil a causa de haberse enfrentado a fuerzas que querían hacer daño a mi hermano, quedándose Noki sin fuerzas ni energías a pesar de que mi hermano no se dio cuenta de nada.

Le pregunté con quien había estado conversando y me dijo que con su amigo japonés Makoo, que al parecer tiene la facultad de verle siempre que sale de su cuerpo para visitarlo.

Me miró muy serio y me preguntó si quería que viniera el maestro Kuthumi, a lo que respondí que yo no era nadie para negarme. Me insistió en la pregunta y yo le respondí con otra: -“¿Qué pasará entonces contigo? ¿Adónde irás? ¿Será bueno para ti?”-

Me sonrió asegurándome que estaría bien y que recuperaría toda su energía. Accedí pues a que viniera Kuthumi. Le tenía cogida una de sus manos, sentada en el borde de la cama, cerca de su rostro. Cerró los ojos unos segundos y cuando los volvió a abrir los tenía de par en par y con una voz algo más grave, me dijo:

-“¡Hola!”

-“Hola” –respondí sonriendo.

Sin apenas moverse miró la habitación y dijo que había mucho amor en ella. Yo le contesté: -“He pasado aquí muchas horas junto a mi hija…”

Entonces me di cuenta de que aún tenía su mano entre las mías. Se la solté riendo al ver su mirada. Con su mano me acarició la nariz, subiéndome las gafas que las tenía algo caídas. Me dijo:

-“Veo que ya recibiste las rosas. También vino Cha-Ara a traerte la tuya. Estarás contenta: por fin la conseguiste. Se llevó muy buena impresión de ti”

Al principio no comprendí lo de las rosas, luego pensé que me las había traído Él. No dije nada. En realidad no sabía a lo que se refería. Más adelante supe de quien venían las rosas: una de ellas era de parte de Kuthumi.

Y como no podía ser de otra manera, salió el tema del libro de Akali. Le di las gracias pidiéndole también perdón por habérselo hecho pasar un poco mal, avergonzándome por lo tonta que estuve ese día en que no supe ver. El me contestó que no estuve tonta, simplemente tenía que ser así, no debía conocer su procedencia hasta que llegara el momento.

-“¿No querías un guía? Pues te lo di”.

Quise abrazarle agradeciéndole de nuevo todo lo que hacía por mí.

A continuación salió el tema de Noki y del estado en que había quedado: según Él, Noki había hecho algo muy grande sin que Amalys se percatara siquiera: le había salvado la vida, evitándole un accidente, lo que le había llevado a consumir toda su energía. Para Noki había sido una prueba que debía necesariamente superar para evolucionar.

Hablamos también sobre el sueño en el que Akali me había avisado del peligro. Me dijo que le diera las gracias, que ella ya sabría porqué y que eso la pondría muy contenta. Así lo hice, dándole saludos de su parte.

No podía creer que estuviera tan tranquila, sentada en la cama hablando con El. Le comenté entonces como siempre me había gustado leer la vida de San Martín de Porres.

“Yo siempre vine con el convencimiento de servir a Dios –me dijo- “siempre tuve claro mi propósito. Así que siempre vine a servirle”.

Lo que más me fascinó como San Martín de Porres fue como hizo entender a los ratones que se fueran, para evitar así que fueran sacrificados…

“Es que estaban por todas partes, lo roían todo, hasta la ropa de oficiar la misa. Un día me enteré de que iban a poner veneno para exterminarlos y yo no podía consentirlo. Yo mismo me extrañé al ver como me escuchaban y me obedecían. Les mandé que se alejaran hacia el bosque, que yo les llevaría su ración diaria de pan, con la condición de que no volvieran más por aquel lugar si no querían morir, y así lo hicieron”.

Me sugirió que era posible que mi marido disminuyera el volumen de su barriga, simplemente no bebiendo tanta agua y comiendo un poco más. Lo sabía pues había tenido un problema parecido en otra de sus reencarnaciones con la eliminación del agua que bebía; la gente pensaba que comía demasiado: -¡En realidad apenas comía algo de pan y poca cosa más!”-. Hasta que se cansó de que la gente le acusara de comilón y se puso a hacerlo al revés. Comía mucho y bebía poco, consiguiendo que su barriga desapareciera: -“Puede que a él le esté pasando lo mismo”-.

También me explicó el caso de un alumno que aunque se comportaba correctamente, aún comía carne y pescado. Aprovechó que esa persona era capaz de percibir voces, para comunicarse con él en el momento en que iba a clavar el tenedor sobre el pollo, diciéndole: -“¡¡No se puede comer ni carne ni pescado!!”-.

El chico, al oírlo miró el pollo, lo levantó para asegurarse de que no había nada debajo y al no ver nada, miró debajo de la mesa y a su alrededor. Como nada vio, siguió a lo suyo, y al ir a pinchar el pollo de nuevo, el maestro repitió: -“¡¡No se puede comer ni carne ni pescado!!”-.

Miró seriamente a su abuela que acababa de sentarse a la mesa para comer y le preguntó porque le había dicho eso. Ella le miró pensando que estaba algo ido, diciéndole que no le había dicho nada y que siguiera comiendo. Por tercera vez intentó pinchar el pollo y por tercera vez escuchó las mismas palabras: -“¡¡No se puede comer ni carne ni pescado!!”-.

El, muy serio, se dirigió a su abuela diciéndole:

-“¡Toma! ¡Cómetelo tú entonces!”-.

Esta anécdota me hizo mucha gracia, puesto que no me esperaba el final.

Me insinuó que tenía que marcharse, que Noki ya estaba avisando de que volvía, pero antes quiso decirme que Saint Germain siempre estaba conmigo, mucho más cerca de lo que imaginaba, y que El también lo estaba.

Era la tercera vez que oía algo similar: primero Noki, después Cha-Ara y ahora Kuthumi. En ese momento aún no comprendía lo que significaba, en realidad no me atrevía a creerme demasiado que pudiera tenerle tan cerca.

Siempre había deseado ser una de esas personas afortunadas que tienen muy cerca un Ser Superior como El. No creí que alcanzaría nunca tal privilegio, pensé que eso estaba fuera de mi alcance.

Nos dimos un abrazo de despedida, mientras me decía: -“Ya sabes mucho, mucho más de lo que crees. Tu crees que no sabes nada pero no es así, créeme…”-.

Se echó en la cama cerrando los ojos. Noki llegó enseguida, impaciente por saber que opinión tenía yo de El.

VEINTE

Cito a continuación unos sueños que aún hoy me inquietan por su contenido, así como por el hecho de no haber resuelto todavía algunas de las visiones que en ellos aparecen.

PRIMER SUEÑO:

Vi como me entregaban un gran libro cuadrado y en la portada, en la parte izquierda, se veían dos imágenes como fotos en color, una en la parte superior y otra más grande en la inferior. Las imágenes representaban mundos o planetas.

En la parte derecha del libro había siete cuadros de arriba abajo, más reducidos de tamaño, en cada uno de los cuales aparecía también la imagen de un mundo o planeta, todos ellos diferentes.

Recuerdo que los colores eran realmente hermosos, vivos. Al lado de cada uno de los cuadros pequeños había un signo parecido a los del zodíaco, pero sin ser los mismos, en ellos había una clave que se repetía.

Pude saber que nuestro planeta estaba representado en tercer lugar contando desde abajo, el cuarto desde arriba.

Después de mucho reflexionar, la única conclusión lógica a la que pude llegar hasta hoy es que el libro es EL GRAN LIBRO DE LAS LENGUAS UNIVERSALES, puesto que con tantos mundos representados, seguro que existen otras lenguas. Esas siete lenguas en sí, estarían repartidas en siete sistemas diferentes o grupos galácticos, ordenados según su evolución espiritual.

Los símbolos o claves representan a las lenguas: uno por cada una de ellas.

En cuanto a la situación de la Tierra, se podría deducir que está ya prácticamente en la cuarta dimensión.

No sé si esa es la interpretación correcta, supongo que recibiré alguna confirmación también de porqué se me daba a mí ese libro.

SEGUNDO SUEÑO:

Tiene también relación con el cuadro. Apareció una imagen dentro de un cuadro con varias chimeneas. Todas eran redondas y de diferentes alturas, y sólo una de ellas era cuadrada y alta, estrecha en su parte superior y ensanchándose en la inferior. De ella salía un espeso humo blanco, mientras las demás estaban todas apagadas.

En principio no lo entendí. Ahora sé la relación que tiene este sueño conmigo: las chimeneas son los obstáculos u oposiciones y por eso están apagadas. En cambio, la chimenea que está encendida soy yo, rodeada de esos seres que quieren apagarme la Luz que intento conservar con todo el Amor de mi Ser, para poder vencer todos los obstáculos.

OTRO SUEÑO:

Al principio de iniciarme en este maravilloso mundo, vi en sueños la cubierta negra de un libro, con unos números bien grandes y claros: “364”, que estuvieron intrigándome durante unos días.

En un primer momento, lo relacioné con algún número de la suerte, luego con una fecha y más tarde comprobé que eran los días del año, aunque a falta de uno. Significaba que me encontraba en el primer día de tantos que faltan para algún acontecimiento. Es decir: una cuenta atrás de algo que tiene que llegar, con la sensación o el presentimiento añadido de que debemos estar espiritualmente preparados.

Estando concentrada en meditación, visualicé con asombro un hermoso cáliz dorado, emanando tanta Luz que, si realmente había algo grabado en él, no pude verlo. Su Luz era tan intensa que me llenó de gozo. Nunca había visto un cáliz como ese, era verdaderamente hermoso, ancho y corto por arriba, con el pie muy delgado y largo.

Más tarde supe que era el Cáliz de la Vida, del que todos habremos de beber un día.

En otra ocasión me vi como un Sol. Se abrió una puerta que pensé que abrían para mí, pero no entré por si no debía hacerlo.

Unos días después volví a verla y decidí entrar para ver que había. Sólo pude ver oscuridad, así que de golpe y porrazo me encontré con una gran antorcha de Luz en las manos, que me permitió ver a los seres que allí había, intentando protegerse los ojos de la Luz. Los mandé salir fuera, porque sabía que no debían estar allí. Los eché hasta que no quedó prácticamente ninguno. A continuación clavé la antorcha en medio de aquel lugar para que no volviera a inundarlo la oscuridad, dejando además la puerta bien abierta para que hubiera más Luz y me fui sabiendo que todos tenían ya su Luz.

Fueron unos momentos que viví realmente y siempre que lo recuerdo, intento volver a visualizar ese lugar para cerciorarme de que sigue bien, viendo la antorcha con su potente Luz y desde luego, la puerta abierta de par en par, a fin de que si entra alguien siempre respire en paz y obtenga la Luz de ese sitio.

A los pocos días fui a visitar a mi padre que vivía fuera de Barcelona, con lo que debía coger el tren de cercanías.

De regreso, después de subirme al tren, me coloqué al lado de la ventanilla, fijándome en las nubes cargadas de ese día que lo cubrían casi todo. Al fijarme en una de ellas, vi que era totalmente diferente en color y forma. Me chocó su color anaranjado y su forma ovoide, como intentando camuflarse entre las otras nubes. Mientras el resto de nubes seguía su camino, esta permanecía quieta. Inmediatamente, pensé en una nave y me fijé en si el resto de pasajeros habían reparado también en ella. Me di cuenta enseguida de que nadie estaba mirándola. Permanecí alerta, vigilándola, pero al salir del paso entre unos edificios ya no estaba. Solo estaba el resto de nubes, siguiendo su camino. Miré hacia atrás y volví a verla aunque no entera, pero esta vez en un trozo de cielo completamente despejado. Exclamé feliz: “¡¡Ajá!! ¡¡Te pillé!!”

Lo comenté en casa nada más llegar, aunque para ser una nave me sorprendía un poco su color. Lo comenté también con Noki cuando llegó y este se limitó a sonreírme sin dejar que su opinión interfiriera en mi idea. Algo que siempre me desconcierta, siempre me decía que lo descubriría por mi misma cuando llegara el momento. Así que la solución, nave o no, quedó en el aire.

Días después vino Ali-Mey por unas horas, ya que por lo visto hace mucha falta en algunos lugares y es por eso por lo que no puede estar con nosotros tanto como quisiera. Mientras tanto, presta su cuerpo a los Seres de Luz para que lo protejan y puedan seguir al mismo tiempo con su misión como mensajeros de la Luz que son todos.

Antes de volver a marcharse me dejó un mensaje a través de mi hermano, en un papel. Una vez a solas lo abrí y cual fue mi sorpresa al ver su contenido. Entonces supe que lo que había visto aquel día en el cielo no era en realidad una nave, sino un Sol, con el cual me identifiqué enseguida.

En el papel había dibujado un gran sol del mismo color anaranjado que yo vi, con una puerta por la que yo pasaba. Comprendí entonces que ese Sol era yo. “YO SOY UN SOL”.

El significado exacto es que mi Espíritu es tan brillante como un sol, igual que mí Ser.

A pesar de estar algo acostumbrada ya, cuando descubres algo así siempre te asusta un poco la idea de la grandeza que conlleva. Piensas que no eres suficiente para nadie, y al descubrir que eres algo más, la verdad es tan grande y clara que llegas a asustarte.

Más tarde, leí uno de los libritos de A.Loger, en el que explica todo lo referente a la evolución, como vas graduándote, como vas avanzando hasta convertirte en una Estrella o Sol. Esa fue la confirmación; entonces vi claro como se va ascendiendo en grados.

Me gustaría conocerlo algún día, puesto que según se refleja en sus escritos, es un hombre muy seguro de sí mismo, dando a los demás la oportunidad de hacer llegar los mensajes recibidos a través de otros Seres.

VEINTIUNO

Tuvimos de nuevo el honor de ser visitados por el maestro Cha-Ara. Esta vez vino para ayudar a mi marido a esclarecer los puntos que él no entendía, por lo que vino dispuesto a contestar a cuantas preguntas se le hicieran.

Curiosamente no se le ocurrió ninguna pregunta en concreto. Lo único que le preocupaba era ver que Elisabet era casi continuamente otra persona o un ser que no era ella misma. Si al menos se hubieran presentado con otro aspecto diferente, le hubiera sido más fácil acostumbrarse y entenderlo, a pesar de que si notaba las diferencias de comportamiento y forma de expresarse.

Por fin se decidió a preguntar:

-“Si yo fui un guerrero, ¿qué clase de guerrero fui?”

-“Fuiste el mejor y un gran defensor de tu pueblo. Además, diste tus ojos por Maya”

-“Entonces debe ser por eso por lo que le tengo pánico a la ceguera, a quedarme ciego…”

Era la primera vez que tenía un Maestro para él solo, compartiendo la cena como uno más. Estuvimos hablando de todo un poco, incluso de su época, de cuando se iba a cenas de gala y baile como invitado. En esas ocasiones, al entrar, se solía obsequiar a las damas con un ramillete de flores, que generalmente eran blancas. Eso me hizo pensar en lo romántica que debió ser esa época, en lo romántico que debió ser El, algo evidente por la forma en que lo explicaba.

Mi marido de pronto recordó que esa tarde le había ocurrido algo curioso: desde su puesto de trabajo siempre veía la puesta de sol y, esa tarde, fijándose en el sol, vio cuatro lunas en línea. Se frotó los ojos por si le estaban jugando una mala pasada, pero siguió viéndolas durante un buen rato. Cha-Ara le contestó:

-“Es curioso, ya que desde vuestro planeta siempre se ven cuatro lunas a la puesta del sol. Vuestro planeta es una de las lunas del planeta sin vida, que está rodeado por varias lunas en las que sí hay vida”.

Me alegré mucho, puesto que por fin había visto algo poco corriente. Seguro que si pusiera algo más de atención e interés vería muchas más cosas. Quizá es el temor a perder lo que más quiere, lo que le hace mirar solo con los ojos físicos y no desde su interior, desde su corazón. Para él, como para tantos otros, el miedo es lo que le frena, lo que le impide ser partícipe, lo que hace que las cosas sucedan a su alrededor sin que él sea capaz de mover un dedo. Eso cambiará el día que vea algo que realmente lo conmueva y le decida a dejarse llevar.

Tras comentar algunos temas llegó el momento de la despedida. Entonces dijo que tenía que comunicarme algo a solas: me dijo que estuviera alerta a los sueños de mi marido que habla por las noches y podrían usarlo para transmitirme un mensaje, dejándome entrever que él, al igual que mi hija, era una puerta abierta.

Le di las gracias por todo y le rogué que se las transmitiera también a Saint Germain por haberme hecho un regalo tan tierno: mi hijo.

Me preguntó si podía darme un beso y yo le contesté que podía darme todos los que quisiera. Me besó en la mejilla, cogiéndome una mano y explicándome como había conocido a la que fue su esposa:

-“Estaba invitado a comer en casa de un amigo que me presentó a su familia. La madre y la hija habían estado en la cocina cortando ajos y, como en aquel entonces era costumbre saludar a las damas cogiéndolas una mano y besándola, me vino a la nariz el olor de ajo. Desde ese momento supe que sería mi mujer, sobre todo por lo que me gusta el pan tostado con ajo untado, aceite y sal. ¡Está para chuparse los dedos!”.

Me hizo mucha gracia la anécdota y por la forma que tenía de hablar de ella, se veía que había querido mucho a su mujer. Se ponía muy tierno cuando la recordaba.

Nos despedimos por fin hasta otra ocasión y nos dimos un abrazo, retirándose él a la habitación puesto que tenía que volver Noki.

VEINTIDÓS

De nuevo recibieron mensajes para hacer otro viaje, así que se prepararon para salir el día 6 de octubre con dirección a Málaga y Toledo pasando por Valencia. De paso, Amalys intentaría saludar a Akali y darle las gracias personalmente por el aviso recibido a través de mí.

Como no pudieron localizarla continuaron hacia Málaga. Al no poder contactar con ella por teléfono, le escribí. Tenía que cumplir como fuera con la promesa hecha a Kuthumi.

Aprovechando que ese fin de semana estábamos solos, decidimos darnos una vuelta por el centro de la ciudad. Sin saber muy bien porqué entramos en El Corte Inglés de la plaza Cataluña. Estábamos mirando las novedades de vídeos y casettes cuando se me cayó un pendiente. Lo buscamos, pero fue imposible encontrarlo por la aglomeración de gente que había ese sábado.

Me fui con mucha pena por la pérdida y me guardé el otro en el bolso. Tenían un gran valor sentimental para mí, puesto que me los había regalado una amiga y vecina, como agradecimiento por algo que no viene al caso. Los acepté con cariño, puesto que con cariño me fueron dados.

Pensé hacerme un colgante con el que me quedaba, así que lo guardé en la cajita donde tengo todas las baratijas y quincalla.

A los diez o doce días llamaron a la puerta, reconociendo enseguida el toque personal de mi hermano. Traían novedades y una de ellas era que Noki se había despedido por un tiempo, ya que había llegado el momento de su retiro, siguiendo así con su formación para poder ser algún día un Gran Maestro. Nos dejó un mensaje personal para cada uno. Su marcha me dolió, aunque yo sabía que seguiría junto a nosotros a través de su color.

Tuvieron que regresar a toda prisa desde Toledo, puesto que en esos lugares no hay muy buenas vibraciones, algo parecido a lo que les ocurrió en Canadá.

Explicaron los motivos por los que tuvieron que ir a Málaga: tenían que recoger a Makkoo que había muerto en un accidente de tráfico en Tokyo (Japón). Por lo visto existen algunas líneas paralelas entre Tokyo y Málaga, por lo que Noki pudo recogerle evitando así que su espíritu quedara vagando a expensas de los seres de las Sombras, hasta que llegara el momento de su despertar. Makoo era un chico muy evolucionado espiritualmente y estaba ya a punto de despertar, habiendo interrumpido el proceso ese desgraciado accidente.

Al irse Noki, Makoo ocuparía su lugar. Es muy inteligente, inventor de varios aparatos electrónicos que están en el mercado. Habla entrecortadamente, como si fuera un robot, puesto que no se defiende bien en español, aunque aprende rápido. Cuando no se da cuenta se le escapa el japonés y entonces si que estamos apañados. No se le entiende nada. Los ademanes y expresiones que usa para disculparse por esos despistes son muy graciosos.

Cumple los años un día antes que mi hija. Ahora tiene quince. Sus costumbres son muy distintas a las nuestras: al entrar en casa se descalza y pide otro calzado; en Japón no es correcto ir por casa con el mismo calzado que en la calle. Es como si entraras en tu casa toda la suciedad de la calle. Esa es su forma de evitarlo.

Es un muchacho inquieto, siempre está haciendo algo. Nos reparó todo tipo de aparatos: la televisión, el vídeo, los relojes, etc. Es superdotado. Con varios relojes fabricó uno con pantalla. El único problema era que, al carecer de las herramientas adecuadas, no podía hacer mucho más. Las echaba de menos…

Nos habló de su abuela que tenía entonces noventa años y al parecer estaba hecha un roble. Nombró también a su novia Romiko, a la que adoraba y sentía muchísimo haber dejado. Le molestaba especialmente el saber que probablemente la estuvieran pretendiendo otros chicos.

Al parecer, su familia era de las más ricas de Tokyo, igual que la de Romiko. Vivían ambos a las afueras, en casas con grandes jardines y con mucho espacio para pasear con sus perros, recogidos en la calle. Tenía también un gato y unos pájaros que revoloteaban libremente por la casa.

Por lo que parecía, hacía poco que había perdido a sus padres también en un accidente y él había quedado al cuidado de su abuela, que ahora se quedaba así sola.

VEINTITRÉS

Pasó algo muy raro con las rosas que nos regaló Cha-Ara. La mía duró solo unos días. De ella guardé unos pétalos tal y como prometí, en el libro, en la parte dedicada a El.

En cambio, la de mi madre sobrevivió unos quince días bien entera y fresca. Tan sólo le dio amor y un cambio de agua diario.

En esos días, supo que había recibido un don muy particular: “Jardinera Universal”, lo que la llenó de felicidad.

Los Maestros nos habían concedido un regalo: tener a Elisabet unas 24 horas para poder despedirse de todas sus amigas a las que no había podido decirles nada. El cambio fue muy rápido, con lo que prácticamente no se había podido despedir de nadie, así que el 21 de octubre, después de celebrar el aniversario de Makoo, vino Elisabet a celebrar el suyo.

Supimos que era ella por la forma de llamar, ya que siempre parece que el dedo se le queda pegado en el timbre. Volvieron a oírse sus griteríos de siempre, su característica y personal sonrisa lo llenaba todo.

Muchas veces lloraba al entrar en su habitación y verla vacía. Fue un cambio demasiado brusco y la echaba de menos. Aunque sé que sigue siendo ella, ya no es lo mismo.

Nos dio un abrazo tremendo y fue a su habitación que estaba igual que la dejó. Se quedó a dormir con nosotros esa noche.

Al día siguiente fue su aniversario. Lo celebró yendo a despedirse de todas sus amigas, con la excepción de algunas que se encontraban fuera disfrutando del fin de semana. A estas últimas, les envía un abrazo muy especial y les dice que estará siempre con ellas aunque no lo sepan.

Estaba radiante de felicidad explicando lo que hace allá donde está, porque aunque sea la personalidad de Ali-Mey, no necesariamente tiene que estar unida a su Ser, tiene libertad para andar por donde le plazca hasta que finalmente decida por voluntad propia unirse a su Ser, como deberá ser al final.

La noté más refinada en el lenguaje, sin exigir las cosas como hacía antes. Recordé que su personalidad negativa había sido vencida, con lo que solo le quedaba su parte buena.

La abracé, alegrándome de que fuera tan feliz y di las gracias a los maestros por haberle concedido esa gracia, el haber podido estar con nosotros una vez más, aunque solo fueran unas horas.

Al día siguiente fuimos a un encuentro en la Masía de Can Blanc, donde el señor A.Loger daba una charla. Por fin pude conocerle en persona y expresarle mi admiración por las cosas que escribía.

Fuimos todos: mi madre, mis hermanos y Ali-Mey, mi hijo con su novia Jenny, mi marido y yo.

Descubrí que el señor Loger es una persona sencilla y con un gran sentido del humor. Eso era patente sobre todo, en los comentarios que hacía inesperadamente.

Era, según él, la primera vez que hablaba en público, así que pidió disculpas si no lo hacía demasiado bien. Al parecer debía participar en encuentros en otros lugares, siendo esa su misión, la de dar a conocer las nuevas que hay para la humanidad, tanto si las creemos como si no.

Ese día ocurrió algo curioso en relación con un muchacho de la edad de mi hijo, el cual no se apartaba de nuestro lado. Intentaba sacar una y otra vez el tema de los extraterrestres, sin conseguir demasiada atención. Algo en sus ojos me recordaba al muchacho que resultó ser mi hijo.

Cuando terminó el acto, buscaba a alguien que pudiera llevarle de vuelta a Barcelona. La Masía estaba a las afueras de Mataró, una distancia considerable para hacerla a pie. Mi marido se ofreció a llevarlo, a pesar de que en nuestro coche ya íbamos cuatro, pero aún cabría uno más.

Permaneció a nuestro lado todo el tiempo que duró la charla de Loger, mejor dicho: junto a mi marido. Al finalizar el encuentro, mi marido le pidió a mi hermano que llevara el al chico, puesto que había decidido cambiar la ruta de vuelta. Miré al joven y descubrí en él una mirada triste. Había algo en él que me decía que íbamos a dejar pasar una oportunidad de oro, pero que no acababa de comprender. Nos miraba mientras se alejaba en el otro coche. Pregunté a mi marido porqué había cambiado de idea, pero no supo que contestar.

Unos días más tarde le pregunté a mi hermano donde había dejado al muchacho y si había dicho algo por el camino. En ese momento, Amalys se dio cuenta de que no había abierto la boca en todo el viaje, pasó completamente desapercibido, casi sin que nadie se percatara de su presencia, hasta que lo dejó en un punto desde el que pudo seguir su camino.

Desde lo más profundo de mi corazón he deseado siempre que mi marido tuviera el privilegio que yo tuve. Aún no he sido capaz de explicarle lo del encuentro con aquel joven, con nuestro hijo.

VEINTICUATRO

Por fin nos avisaron de que la boda se celebraba el 24 de noviembre, así que nos preparamos mi marido y yo para firmar la autorización, al ser nuestra hija menor de edad.

Al abrir la caja donde guardo mis “reliquias”, para elegir los pendientes que iba a ponerme, me llevé una gran sorpresa. Recordaba haber perdido uno y no sabía si cogerlos o no. Los cogí con temor y se los enseñé a mi marido, quién me aseguró que, por supuesto, él no había puesto allí el que faltaba, que no sabía nada de nada y que no podía entender como habiéndolo perdido volvía a estar en su sitio. Lo mismo pensé yo. ¿Cómo era posible, si ese día estábamos solos? Nadie pudo recogerlo y devolverlo a su sitio sin que nos hubiéramos dado cuenta. Aún más cuando no dijimos nada en El Corte Inglés.

Más tarde supe que fue Saint Germain quien lo recogió, dejándolo junto al otro unos días después.

Te sorprendes mucho cuando nunca te ha pasado algo así. Además de no encontrarle explicación, tampoco sabes a quien contárselo. Nadie te va a creer. Menos mal que también lo vio mí marido, por lo que doy gracias al Maestro que lo hizo posible.

Unos días más tarde, Amalys recibió la visita de Jesús a través de Makoo sin que este se enterara; no dijo nada, tan solo se puso a dibujar a toda velocidad. Cuando terminó, le pidió a mi hermano que viera los dibujos, mientras que Jesús se retiraba dejando paso de nuevo a Makoo.

Al ver los dibujos, mi hermano interpretó que Jesús quería que le visitara, así que se dirigió al Tibidabo con Makoo subiendo al Santo Cristo. Allí supo lo que quería decirle en realidad: dio las gracias a mi hermano por su visita y le felicitó por su próxima boda.

Esos días vinieron a verme en sueños Makoo, Rumiko, Elisabet, Cha-Ara y Noki a través de su color puesto que a veces no puede hacerlo con su propia presencia. Me alegré mucho, pero antes de que se fueran me dejaron el nombre de un varón italiano. No supe la razón hasta unos días más tarde: al parecer querían advertirme de la visita de un Ser de la Oscuridad, alertándome y dándome su nombre.

Esa tarde, Makoo me dijo de parte de Saint Germain que debía comenzar ya el libro y que Amalys, mi hermano, debía organizar una reunión, explicando su experiencia. Umalak, mi marido, debía estar atento y alerta, puesto que se le avecinaba un peligro.

Intentamos saber algo más, pero a pesar de repetírselas varias veces, Makoo no pudo entender porqué le hacíamos esas preguntas, ya que él no recordaba haber dicho nada de todo eso. Nos dimos cuenta entonces de que estuvieron hablándonos a través de él.

Mina vino a pasar unos días en casa, principalmente para protegerme de algún tipo de peligro. Por lo visto de dirigía a mí un Ser de las Sombras, tras haberlo intentado sin éxito con mi hermano. Hablaba italiano, aunque no recordaba su nombre. Era el ser sobre el que me habían advertido. Había echado a Makoo, introduciéndose en él. Mi hermano, al darse cuenta de que Makoo no se comportaba de la manera habitual, invocó a un Ser de Luz para que tomara su lugar. Así vino Mina.

De repente noté una presión en el tórax que me dificultaba incluso la respiración, y empecé a marearme. Quise protegerme pero no podía reaccionar, así que Mina se abalanzó sobre mí para expulsar al ser que intentaba invadirme.

Mina resoplaba como un gato en plena pelea, hablando en su idioma, persiguiéndolo por toda la casa, hasta que pudo echarlo. Enseguida me fui viendo libre del mareo y la presión en el pecho. Era una sensación extraña que nunca antes había experimentado y no resultaba nada agradable, os lo aseguro.

Ya más tranquilos, Mina empezó a dibujar lo mismo que había dibujado Jesús en casa de mi hermano: Barcelona, vista desde el Tibidabo hasta el mar, todo bajo el agua, inundado, de tal manera que el Sagrado Corazón estaba también por debajo de las aguas. Resaltaba un gran semáforo en color amarillo, que iba a ponerse en rojo en cualquier momento.

Recordé entonces el sueño que un día explicó mi hija, acerca de una gigantesca ola. La coincidencia era asombrosa. Al parecer padeceremos una inundación impresionante que hará desaparecer a España del mapa. De quedar algo, será sólo una pequeña isla en la parte más alta de Madrid.

Aunque el tiempo no cuente y sea algo relativo fuera de nuestro plano, la evacuación se acerca. Realmente no sé cuanto falta aún…

Sin saber porqué, puse cerca de mí el Libro de Oro de Saint Germain. Mina lo miró y nos dijo señalando su rostro que nos estaba sonriendo. Así es, si te fijas te da esa sensación. Se puso de nuevo a dibujar y escribió unos nombres, asegurando que todos ellos estaban junto a nosotros:

Cha-Ara

Saint Germain

Ali-Mey

Noki

Makoo

Los saludamos algo cohibidos y Saint Germain nos habló a través de Mina, quien cogió el libro, lo abrió rápidamente y nos señaló el punto donde debíamos leer y entender lo que se nos trataba de decir. Formulamos preguntas que fueron contestadas de la misma manera.

Estuvimos así unos minutos hasta que Mina se quedó traspuesta. Al instante se giró hacia mi hermano intentando quitarse el colgante que un día le regaló el mar. Él quiso impedírselo, pensando que la había poseído algún ser extraño, pero ella le habló en castellano, con ciertas dificultades:

-“Tranquilo, no pasa nada. Yo Soy El Que Soy”

Entonces mi hermano reconoció a Jesús, llamándolo Príncipe Sananda. El contestó:

-“No soy tan importante. Llámame amigo. Enhorabuena por tu boda…”

Mi hermano sorprendido, le dio las gracias. Jesús se quitó el colgante del cuello y lo puso en sus manos diciendo:

-“¿No querías la llave? ¡Pues ya la tienes!”

Mi hermano volvió a darle las gracias y Jesús siguió hablando:

-“¡Te espera algo muy grande! Se me acaba el tiempo, debo marcharme”

Le preguntamos si podíamos abrazarle, pero repitió que no quedaba tiempo. Cuando Amalys intentó abrazarle, quedó con la cabeza sobre la mesa y volvió Mina.

Estuvimos un buen rato comentando lo que Jesús había querido decir con lo de “algo grande”. Mi hermano no lo entendía en un principio, pero al volver a mirar los dibujos que El había hecho, recordó que debía encontrar la corona con la que debía coronar a Makoo. Empezó entonces a preguntarse quien era él para coronar a nadie.

Mina volvió a coger el libro, abriéndolo para señalarnos lo que Saint Germain quería decirnos, volviendo a surgir las preguntas, recibiendo las respuestas de igual modo, hasta que por fin, Mina se puso a escribir:

-“¿Alguna pregunta?”

-“¿Maya?”

Sólo se me ocurrió darle las gracias por el regalo tan tierno de la presencia de mi hijo.

Según nos dijo, había estado junto a nosotros en otra ocasión: el día de la charla de Loger en Can Blanc. Nos miramos, preguntándonos cual de las personas de la reunión podía ser. Sólo hubo un muchacho que destacó de los demás allí presentes y cuyas preguntas nos habían hecho mucha gracia. Entonces caí en que era él. Tan cerca lo tuvimos que no supimos verlo, aunque yo en el fondo, intuí algo especial en él. Comprendí entonces que la petición de que mi marido gozara de la misma oportunidad que tuve yo, había sido atendida. Tenerlo tan cerca y dejarlo escapar…

Le di de nuevo las gracias y le comenté mi deseo de darle un abrazo cuando fuera posible. Mina escribió:

-“Con mucho cariño, tu “viejo regañón””.

Eso me desarmó, aunque sonreí al ver el cariño que esa frase encerraba. Mina cerró un instante los ojos, para abrirlos al momento sonriente y decirme:

-“¿Es que no piensas abrazarme?”

Lo abracé, lo apreté de forma que apenas podía moverse. No podía creer que lo tenía allí delante y no quería soltarlo por temor a que se fuera.

-“Siempre he estado contigo, desde que naciste. Llevo contigo tres encarnaciones seguidas”

Solo acertaba a mirarle. Cuando pude hablar, le pregunté como podría ayudar a mi marido para que se tomara todo esto un poco en serio. Contestó que me quedara tranquila, que todo llega cuando es su tiempo y que le diera mucho amor.

Nos comunicó que nos quedaba ya muy poco para aprobar el curso, que estábamos llegando al final:

-“Para que me entiendas mejor: estás a punto de hacer que se abra la puerta de un gran laberinto. No digo más, que ya he hablado demasiado…”

Nos pidió disculpas en nombre de Jesús por no haberse podido despedir, pero es que no le quedaba tiempo. Tenía tantísima energía que podía destruir el cuerpo de mi hija si permanecía demasiado tiempo en ella.

Tenía que irse, así que lo solté para que también mi hermano pudiera despedirse de Él abrazándolo. Volví a abrazarle y a darle las gracias; tenía la sensación de ser una niña mimada de todos Ellos. Me dijo:

-“Menos mal que aún queda alguien que se siente mimado”

No acerté a comprender del todo su expresión y nos despedimos con cariño. Nos dejó un mensaje para Hatalok, mi hermano Jorge. Después se sentó, inclinó la cabeza y volvió Mina quien se sentía mareada por tanto “viaje”.

Comprendí entonces lo que todos intentaban decirme acerca de Saint Germain: ¡Claro que lo tenía cerca! ¡Como que es uno de mis guías! Si no me lo hubiera dicho El mismo, nunca hubiera podido creerlo.

VEINTICINCO

Al día siguiente, Mina estaba otra vez en alerta, olfateando al mismo Ser negativo del día anterior. Empezó a dar vueltas por todos los rincones, inquieta, hasta que se la oyó resoplar. Yo por mi parte, comencé a experimentar los mismos síntomas, aunque esta vez me encontraba más serena y segura, capaz de protegerme con la Llama Violeta, pudiendo expulsar al Ser y negándole la posibilidad de entrar en mí. Podía notar su presencia y el malestar, aunque más débil. Mina volvió a echarse sobre mí intentando protegerme, hasta hacerlo desaparecer.

Después, escribió en un papel el nombre de Hatalok. Iba en busca de él, tras haber fallado en su primer propósito. Quisimos llamarle para prevenirlo y de pasa para que viniera a casa para darle el mensaje que teníamos para el de parte de Saint Germain.

Se presentó a media tarde y le pusimos al corriente de todo. Mina se puso de nuevo alerta y yo puse mis manos por delante impidiéndole el paso. En esa postura, los demás me siguieron, intentando expulsar al Ser. Con ayuda de Mina lo conseguimos, pero Jorge notaba el resentimiento en el corazón, por lo que tuve que ponerle la mano derecha sobre el para calmarlo. Esta vez no noté la sensación de las otras veces.

Ya más calmados, nos sentamos alrededor de la mesa y estuvimos comentando lo sucedido. De repente, estallé en una carcajada recordando las caras que habíamos puesto. Nos tomamos muy en serio todo lo sucedido, pero también tenía su parte de gracia el recordar la escena en la que yo llevaba las manos levantadas y todos me imitaron. Si los Maestros habían estado mirando, debieron partirse literalmente de risa al ver la manera en que reaccionamos.

En mi interior sabía que todo era parte de las pruebas de debíamos pasar, que lo importante era superar esos momentos. No importa demasiado si lo haces mejor o peor que otros.

Comentamos varias cosas sobre el mismo tema, sin conseguir llegar a conclusión alguna ni respuesta a las preguntas que iban surgiendo. Mina volvió a coger el libro abriéndolo para señalarnos donde debíamos leer. Cada vez que conseguíamos una respuesta, esta nos originaba más preguntas. Entonces, Mina escribió en nombre de Saint Germain:

Mis queridos alumnos, no os preocupéis por tantas cosas. Vuestro viejo regañón. Un abrazo muy fuerte para todos.

Todos le dimos las gracias por todo. Hatalok se fue muy contento por haber conseguido “hablar” con Saint Germain a través de Mina. Guarda con mucho cariño las hojas en las que El escribió las respuestas a las preguntas formuladas. Yo también guardo las mías.

La noche de víspera de Todos los Santos después de cenar, tomamos los tradicionales boniatos, castañas y panellets, típicos en Cataluña durante esos días.

Mi marido no tardó en irse a descansar, ya que el pobre no aguanta mucho más allá de las once de la noche pues le gusta madrugar.

Nosotros estuvimos bastante rato entretenidos, hasta que fui a la cocina con la intención de fregar los platos. Me reclamaron para que volviera al comedor, puesto que me llegaba un mensaje de Saint Germain:

-“¡Maya, debes protegerte!”

Pregunté como debía hacerlo. La respuesta llegó de nuevo a través de Mina:

-“¡Con la Llama Violeta!”

¡Es verdad! ¿Cómo no había caído? Marché a buscar en el libro la protección perfecta, pero Mina insistió en que volviera para enseñarme un párrafo del libro que decía:

-“…a estas alturas la manifestación es instantánea”.

Me quedé aturdida, sin saber que quería decir. Me enfadé conmigo misma, por mi torpeza. Entonces, Mina escribió:

-“Yo soy el poder de la Luz Perfecta”

-“Noki”

Se lo agradecí en el alma puesto que parecía como si me hubieran borrado todo el entendimiento. En esos momentos no era yo realmente y me senté para intentar relajarme un poco. No podía entender como había preguntado por algo que sé perfectamente desde hace tiempo. Era como si de pronto se hubiera borrado todo en mi mente y por mucho esfuerzo que hiciera por recordar, me resultaba imposible.

Después comprendí que una manifestación es comparable a una orden. Por eso es instantánea.

A través de Saint Germain supimos que esa noche iba a ser muy movida, por lo que estuvimos los tres muy unidos para hacer frente a lo que pudiera ocurrir.

Estábamos distraídos, cuando Mina se levantó de repente para beber agua del vaso. Nos ordenó que fuéramos al sofá, incluyendo a mi hijo que ya estaba en la cama, aunque despierto. Fue a la cocina y trajo unos ingredientes con los que hizo una especie de pócima. Se volvió hacia la habitación de mi hija y trajo un muñeco que colocó a la izquierda del brazo de mi hijo, diciéndole: -“hijo”-, representándole a su futuro hijo, a lo cual él contestó: -“¿ya? pues si que quieren hacerme correr…”

Nos dimos cuenta de que no era Mina quien estaba en esos momentos con nosotros, puesto que andaba de forma diferente. Era Saint Germain con su porte majestuoso y su serio comportamiento. Friccionó la frente de cada uno de nosotros con un algodón empapado en la mezcla que había hecho, haciendo a la vez unos movimientos con los brazos. Bebimos algo de vino dulce que nos ofreció, y al llegar a mí, me sonrió acariciándome la nariz con su dedo y tomando El también un poco de vino. Después se inclinó hasta casi tocar el suelo con su cabeza, con una rodilla en tierra, pidiendo al Padre que nos protegiera.

Vi en El tanto respeto y un acto tan grande de Amor, que se me encogió el corazón.

¡Dios! Si tan sólo tuviéramos una mínima parte de esa entrega y respeto a Dios, las cosas nos irían de otra forma.

Ese fue para mí uno de los momentos más impactantes de la noche. Fue tan grande el Amor que vi que no sé como describirlo.

Al levantarse, se sentó y se despidió, volviendo Mina inmediatamente. La pobre no se enteraba de nada, y encima el vino la había puesto un poco “alegre”, tanto que hizo alguna cosa rara sin saber porqué.

A partir de esos momentos todo se tranquilizó. Teníamos una protección fuertísima. Cuando a Mina se le hubo pasado un poco la “alegría” le explicamos lo que había pasado. En un momento en que mi marido salió a beber agua, intenté también explicarle a él lo sucedido. No me hizo demasiado caso y regresó a la habitación para reanudar el sueño. Decidimos hacer lo mismo, nos dimos las buenas noches y nos fuimos a dormir.

VEINTISÉIS

Al día siguiente todo parecía normal. Mina se quedó durmiendo hasta la hora de comer.

La tarde transcurrió deprisa y, al anochecer, cuando mi marido ya se había retirado casi sin que nos diéramos cuenta, Mina nos dijo: -“¡Hola!”

La miramos asombrados, puesto que no hablaba nuestro idioma, apenas unas palabras. Siguió diciendo: -“¿No sabéis quién soy?”-. El único que lo reconoció fue mi hermano:

-“¿Noki?”

-“¡Pues claro! ¿Quién iba a ser?”

Le abrazamos y le preguntamos que tal lo había pasado. Le habían concedido 24 horas como premio. Allá donde había estado, el tiempo era diferente. Allí habían pasado muchos años, pero aquí tan sólo habían sido quince días. Ya era mucho más viejo.

Estuvimos comentando los últimos acontecimientos y él nos explicó en que consistía realmente la protección dada por Saint Germain.

No se había dado a conocer, haciéndose pasar por Mina, para que no nos sintiéramos intimidados por su presencia. La gente acostumbra a cohibirse cuando se halla en presencia de un Maestro. Era por eso por lo que estaba tan serio.

Vi a Noki muy contento y relacioné su entusiasmo con su regreso. Me abrazaba con alegría cada dos por tres, se le notaba nervioso o ansioso por algo que no pude comprender hasta el momento de la despedida al día siguiente. Me dijo que consultara el libro y preguntara a Saint Germain por la sorpresa.

Quedé algo intrigada y volví a abrazarlo para despedirme, deseándole todo el bien posible en su camino para llegar a ser un Gran Maestro.

No me atrevía a consultar, pero la curiosidad pudo más que mi paciencia y, con el libro en la mano, pregunté cual era la sorpresa que se me tenía reservada. En un principio, la verdad es que no supe ver lo que se me intentaba comunicar, obteniendo la misma respuesta por muchas veces que repitiera la pregunta: “YO SOY”, comprendiendo al final algo que no me hubiera atrevido a pensar, que la verdadera sorpresa era El.

Al día siguiente vino Makoo, con un comportamiento algo distinto del habitual. Era muy feliz a causa de unos nuevos acontecimientos.

Me distraje unos momentos, cuando vi a Makoo levantarse y hacerme gestos con las manos, como si no pudiera hablar. Le di papel y lápiz y empezó a escribir:

No puedo hablar. ¿Quiénes sois? ¿Quién soy?

Entonces nos dimos cuenta de que era otro Ser y no Makoo. Le dijimos que no sabíamos quien era, pero que nosotros éramos Maya y Amalys. Le preguntamos a que había venido.

A ayudar. Perdona, ¿dónde estoy?

-“España. Barcelona. ¿De dónde eres tú?

Soy de la ciudad de Nueva York

En esos momentos salió mi hijo de la habitación. Cuando le vio, no pudo contenerse, le tocó y escribió:

-“Spaguetti

Haciendo referencia a lo delgado que estaba. Tras las presentaciones se abrazaron. Le pregunté cuantos años tenía, escribió que diecisiete y, siguiendo con sus notas me hizo leer:

Joanne, mi madre. Tu moriste al nacer yo

Me quedé sorprendida: -“¿Yo fui tu madre?”

He venido a conocerte

Le abracé dándole las gracias y la bienvenida. Me preguntó:

¿Cómo me llamo?

-“¿Cómo quieres que sepa tu nombre?”- le contesté sorprendida.

Dame un nombre

Recordé entonces que siempre quise ponerle a Elisabet el nombre de Ruth, pero no pudo ser. Ese nombre se me quedó dentro, con cierto resentimiento por no habérselo podido poner a nadie. Así se lo hice saber, explicándole las razones. Y la llamé Ruth.

Me sonrió agradecida y nos volvimos a abrazar. En mi interior se liberó una vieja y pesada carga. Por fin sabía a quien pertenecía ese nombre. Ruth siguió escribiendo:

No sé quien fue mi padre. Me dejó cuando era pequeña

Por lo que iba explicando, me di cuenta del gran deseo que tenía de conocerme. Debía haberle hecho mucha falta y más si la habían abandonado.

Había llegado a ser una de las mejores alumnas del instituto, en el que estudió hasta que murió a los diecisiete años a consecuencia de una explosión.

Según ella, había nacido en 1927 muriendo yo dos horas después del parto y dejándole al cuello una cinta con un medallón que siempre llevaba.

Le hizo falta mucho amor y yo estaba dispuesta a dárselo todo. Había pasado de mano en mano, no tuvo una vida fácil hasta llegar al instituto donde se encontró con su repentino y prematuro final.

Se quedó muda a consecuencia de los malos tratos sufridos en su niñez

No tardó en marcharse, ocupando su lugar Makoo, al que pusimos al corriente de todo.

Iba de sorpresa en sorpresa. Nunca imaginé poder vivir unas experiencias tan intensas e inolvidables. Doy gracias a Dios por ello, por dejarme disfrutar de esos acontecimientos que aún no entiendo demasiado, pero que son muy gratificantes y sé que forman también parte de mi evolución.

Ese día hubo varios cambios. Vino también Mina que me hizo saber que la sorpresa que estaba esperando no se iba a dar hasta el sábado.

Por la noche volvió Noki en lugar de hacerlo Ali-Mey, que lo haría en la vigilia de la boda.

VEINTISIETE

Sábado, 5 de noviembre de 1994:

Al fin llegó el día. Estaba nerviosa e impaciente por saber quién iba a venir, aunque en mi interior ya lo sospecha no quería hacerme demasiadas ilusiones.

Como no sabía a que hora iba a ser la sorpresa, me puse pronto a hacer la comida. Noki me preguntó que cuando quería que viniera, si antes o después de comer. Se decidió por mayoría que debía ser antes, poniendo yo la condición de que me diera tiempo a hacerlo todo para no estar tan nerviosa.

Supe por Noki que al visitante misterioso le gustaban los tomates al horno, así que preparé verduras horneadas rellenas de queso.

Tenía los nervios a cien, tanto que no atinaba a hacer las cosas. Puse la mesa, pero cuando no faltaba un tenedor faltaba otra cosa.

Al final dije que ya podía dar paso a quienquiera que fuera, que ya no aguantaba más la intriga. Mientras estaba distraída en la cocina, oí que me decían:

-“¡Hola!”

Miré su rostro sonriente y mi corazón se puso a galopar de nervios y emoción al mismo tiempo. Le pregunté quien era, pero me contestó que yo ya lo sabía, que se lo dijera yo.

No me atreví y le insistí en que lo dijera El. Asintió, pero haciéndome prometer que no iba a llorar.

-“Tu viejo regañón”

¡Lo sabía! Sabía que era El. Mi corazón no me había engañado, aunque no me hubiera atrevido a confirmarlo. Lo abracé, dándole la bienvenida y las gracias por su atención.

Me dijo que se las diera a Noki que era quien lo había preparado todo. Por eso estaba tan contento y entusiasmado, aunque intentó despistarme con lo de los tomates.

Refiriéndose a Noki, aseguró que sería un Gran Maestro, aún más grande que El.

De repente me acordé del horno. Casi se me quema la comida.

Le acompañé al comedor para presentarlo a los demás. Preguntaron pero no acertaron, así que se presentó El mismo para sorpresa de todos. Se sentó junto a ellos en el sofá, mientras yo intentaba aclararme con la comida. La verdad es que nada estaba saliendo como yo quería.

Saint Germain me acompañó mientras ponía la comida en los platos. Entonces recordé la noche de Todos los Santos y le pedí perdón por haber estado tan torpe; no veía nada.

Me respondió que no debía preocuparme ya que hay mucha gente aún mucho peor que yo. Me consolé en parte, pero solo en parte, ya que en fallé en mi intento de superación.

Me sentí bendecida por vivir unas experiencias tan extraordinarias en tan poco tiempo.

Hablamos de varias cosas y pronto salió el tema de la muerte de mi marido en una vida anterior, intentando cruzar la Puerta de Brandemburgo. Es por eso que le interesa tanto ese país, es por eso por lo que el día que la cruzamos a pie, en nuestro viaje por Europa, sintió como una corriente eléctrica que le recorría todo el cuerpo sin saber porqué.

Surgieron diferentes temas y uno de ellos fue también algo muy tierno referente a Umalak, mi marido. Algo que agradezco enormemente a Saint Germain. Le dijo que tanto los caballos como los Pegasos y los Unicornios, fueron creados por él a través de su Ser. Todas esas criaturas se encontraban en nuestro planeta de origen, y yo que siempre había pensado que eran animales de ficción, producto de las fantasías de los cuentos, las fábulas y los mitos. Resulta que esas maravillas existen por todo el universo, al igual que los simpatiquísimos dragones, las fantásticas hadas y ninfas, los encantadores gnomos, las bellísimas sirenas y tantos y tantos seres más.

Entre charlas y risas llegó la hora de la despedida. Se marchó dándonos a todos un tierno abrazo.

Le comenté la impresión que me causó el verle inclinarse de aquella manera. Vi un respeto y un amor que no había visto ni siquiera en las iglesias. No dijo nada, solo me miró y no sé porqué. Así lo dejamos. Le volví a abrazar y se fue a la habitación para dejar volver a Noki unos momentos después.

Supe en ese momento que yo misma debía dar con la respuesta correcta. Tras mucho pensar, la respuesta apareció y era muy sencilla:

Sobre la reverencia en acto de Amor y respeto a Dios: es el respeto y Amor que todos en sí le debemos al Padre libremente. Es el acto de Amor más grande de un Hijo para con el Padre Dios Creador.

El no quiere esclavos ni exhibiciones exageradas. El respeto y el Amor son la consecuencia de un acto interno, privado, personal. Así que si lo amamos debemos hacerlo libres de ataduras. Por eso El nos hizo LIBRES.

Pasó tan rápido el tiempo que no pudo decir demasiado. Es curioso que siendo con el que más me hubiera gustado estar y hablar, sea con el que menos tiempo he podido pasar. A pesar de todo tenía aún que tener un encuentro con alguien muy especial. Todos Ellos lo son, pero hay uno que puede estar muy poco tiempo y sé que vendrá. Es el amigo de todos.

VEINTIOCHO

Faltaban pocos días para la boda, y ya estaba casi todo listo. Lo más gracioso en esos días, era el papel de Noki: tuvo que ir a la peluquería a hacerse la permanente, probarse el vestido de novia y la ropa interior, los zapatos de tacón, etc. Al pobre todo eso le sentaba fatal.

Intentamos explicar este nuevo camino a la familia pensando que lo comprenderían, pero fue un error. No nos entendieron, o quizá no supimos explicar bien el verdadero contexto de todo aquello.

Algunos dijeron que nos habían lavado el cerebro, otros que nos habíamos hecho de una secta. La verdad es que fue bastante decepcionante, aunque no desanimados, puesto que a todos les llegará el día en que verán la Luz, tal y como nosotros la vemos hoy.

No era el momento para ellos, así que les pido perdón si en algún momento se sintieron ofendidos, puesto que no fue esa mi intención. Sólo les deseo de todo corazón que llegue el día en que participen también de este Acto de Amor y Hermandad Universal, de la que todos somos hijos.

Por el contrario, nuestros amigos, esos amigos leales, lo comprendieron mejor. Incluso fueron los primeros en apoyarnos, al ver ellos mismos los resultados. Esos resultados que, aunque aún no los tienen, los están esperando. Eso te fortalece el alma y te llena de gozo, el ver como intentan llegar al fondo de su Ser y sacar de El todo lo que hay realmente.

De cada error se aprende una lección, así que agradezco a Dios mis errores, porque ellos son los que realmente me enseñan, sin ellos nunca aprendería nada.

VEINTINUEVE

24 de noviembre de 1994:

Boda de Ali-Mey y Amalys.

El cielo amaneció limpio y brillante. El sol quiso participar en ese día tan especial, luciendo sus espléndidos rayos.

Cuando decía medio en broma que mi hija sería la primera en casarse, nunca lo pensé realmente en serio. Pues así fue.

Nos encontramos en casa de mi madre que también era la de ellos. Llegó el fotógrafo e hizo fotos por todas partes, y cómo no, a todos con la novia primero, siguiendo después con el novio. El fotógrafo era muy simpático y amable. Con su toque especial nos hizo reír graciosamente.

Mi hija estaba hermosa y radiante de felicidad, aunque muy nerviosa. Lo lógico de todas las novias en un día tan especial.

Yo creía que también iba a estar como un flan o llorona, comiéndome las uñas de los mismos nervios. Pues no, ni una cosa ni otra. Todos estuvimos tranquilos y relajados. Hasta el fotógrafo se extrañó de la calma que se respiraba; aseguraba que nunca había vivido tanta tranquilidad en una boda.

Los maestros estaban dándonos su Luz y Energía para que todo saliese bien. Estaban allí con nosotros aunque no pudiéramos verles. Se advertía su presencia y eso nos daba tranquilidad, sosiego y mucha paz.

Tan solo una persona de las que vinieron estaba en contra de todo aquello y no porque no quisiera la felicidad de mi hija, sino porque no entendía nada de nada. Espero que se diera cuenta de que nadie más estaba en contra; más bien intentaban estar unidos en esos momentos tan emocionantes. Deseo de verdad que le llegara un poco de la paz y la felicidad que allí se respiraban. Ellos se casaban porque querían y por amor. Nadie les obligó a nada.

Al salir los novios del registro civil ya casados, les echamos arroz por todas partes, incluso por la boca y el interior de la ropa. Ali-Mey dijo:

-“Nunca pensé que el arroz crudo supiera tan mal…”

De allí nos fuimos al restaurante donde nos esperaban para lo que en principio iba a ser un aperitivo variado de vegetales, queso y mantequilla.

La comida fue excelente tanto en variedad como en cantidad. No pudimos con todo, era demasiado. El pastel riquísimo, de nata y hojaldre.

En fin, que todo empezó bien y bien acabó. Los maestros hicieron posible la calma, nadie se propasó sino que más bien todo fue comedido y relajado.

Mi madre hizo por fin realidad su deseo de tenernos un día a todos los hijos reunidos en una mesa. Ese fue su día. Los cuatro hermanos estábamos felices por estar juntos en un acontecimiento como aquel. Se respiraba una gran paz y hermandad entre todos.

Al terminar, todos regresamos a nuestros puntos de origen, despidiéndonos hasta la próxima boda que debían contraer en abril mi hijo y su novia Jenny. Les deseamos un buen viaje y todos los parabienes posibles. Ali-Mey recalcó:

-“Ya he dejado claro que no me avisaran para nada en estos días. Son míos y quiero pasarlo bien, así que se olviden de mí por un tiempo, tanto Saint Germain como los demás”.

Se fueron a recorrer Europa sin prisas, ya que al viajar en roulotte uno puede ir donde quiera.

TREINTA

Debo hablar de un tema con el que he tenido mucha lucha interior. Nunca pensé que hablaría y menos que escribiría acerca del SEXO.

Para mí ha sido el tema más difícil de explicar, puesto que para poder hacerlo, antes he debido comprender su efecto real y porqué existe.

En un principio no podía entender su anulación o la renuncia a él, como pude leer en algunos libros de orientación para encontrar la Luz. Otros en cambio, te dicen que no debes renunciar, aunque sí debes seguir un orden interno: el Amor.

Y aquí, el único que conocemos es el del contacto entre la pareja, pero desconocemos cual es el Acto real.

Antes no comprendía el sentido verdadero de la nulidad. Estuve horas y días intentando dar con la respuesta correcta. Por fin te das cuenta de que en realidad es muy sencillo:

La nulidad o renuncia es la parte animal o bestial externa que todos aún llevamos, la que nos ciega haciéndonos poseedores de algo que no nos pertenece, sintiéndonos con derecho para obligar a otros a hacer determinadas cosas. Eso es “estar dominado por la bestia” y una vez atrapado en sus garras es muy difícil dominarla. La única manera de salir de esa situación es pedir ayuda a los maestros, quienes nunca te la negarán.

El sexo real es Amor, no sexo. Debe ir acompañado de una entrega mutua, con el mismo calor tierno y puro, sin ver nada en ello que no sea Amor. Viendo en el al mismo Dios, bendiciendo ese Acto de Amor que nos acerca a El.

Si no es así, no es Amor, es sexo. El sexo sólo es el vacío que nunca acaba de llenarse. El Amor es comparable al primer Amor de la adolescencia, que es puro y transparente y en el que puedes ver a Dios.

TREINTA Y UNO

Hoy, cuando estaba guardando unos dibujos he descubierto un mensaje de Mina. Me fijé en uno de los que ella hizo, vi unas inscripciones o escritos en su idioma a las que anteriormente no había prestado atención. Recordé entonces a unas nuevas amigas llegadas de otra dimensión o planeta: Milena y Kitana. Kitana solo me visitó una vez, y en esa ocasión, me hizo leer un texto como de signos, diferente a nuestra escritura. Relacioné ese escrito con “El Gran Libro de las Lenguas”, aunque no conocía su contenido. Me dijo que lo consultara, cosa que no se me había ocurrido antes. Visualicé como abría el libro, preguntando el significado de aquellos signos, obteniendo la respuesta con algo de esfuerzo.

Eso mismo he hecho ahora con los signos de Mina, y cual ha sido mi sorpresa al descubrir su significado:

El Universo está lleno de mundos habitados de Seres Libres, estando estos hechos a imagen de Dios, sin importar especies o razas porque todos somos hijos de DIOS PADRE CREADOR, del AMOR UNIVERSAL QUE TODOS SOMOS

Ahora ya sé porqué me dieron El Gran Libro de las Lenguas Universales. El lenguaje universal es interno, de forma que si consultas a tu interior, a tu corazón, que es en realidad el Libro, cualquier idioma es traducible al tuyo. Cualquier idioma de este u otro planeta.

Durante un tiempo que me es imposible decir si fueron días o semanas, he permanecido en un estado “anormal”, por decirlo de alguna manera: “Fui y no fui, supe y no supe, era y no era”.

He estado enfrentándome y luchando conmigo misma, con mis propias ideas negativas y positivas, con mis personalidades ocultas que todos llevamos dentro sin saberlo.

Son las fuerzas o energías luchando entre sí para ver cual de ellas acaba imponiéndose y dominando al Ser.

Entonces, aparecieron ante mí toda una serie de hechos, de culpabilidades que querían dominarme, doblegarme, aprovechando que siempre me he considerado que no soy lo suficiente. Esas mismas fuerzas quisieron hacerme entender que era verdad lo que yo pensaba, que realmente no soy nada, intentando decirme en cada instante que debía hacer o ser.

Llegó incluso un momento en el que, al no ver la razón por la que debía seguir escribiendo este libro, me sedujo la idea de romperlo. En cierto modo me dolió e intenté comprender el motivo por el que se me encargó escribirlo, ya que me vi tan incapaz de seguir que por un instante creí que todo era una farsa para que lo destruyera y me lo dictaran los propios maestros.

En mi debilidad, casi di las gracias respirando, quitándome un peso de encima.

Pero, desde mi interior me resistía a romperlo y preferí intentar recordar poco a poco el porqué del encargo. Comparé unos sentimientos con otros y eso salvó el libro. Me costó mucho trabajo rehacer o corregir ciertos puntos y aspectos en los que hablaba de ellos sin completo conocimiento, hasta que lo descubrí por mi propia experiencia y los supe interpretar.

Me sumergí en un mundo en el que todos querían guiarme o decirme lo que debía hacer, como debía transcurrir mi vida en general. Yo seguía haciendo todo lo que las voces me indicaban.

Vi cosas lógicas que se mezclaban con otras que no lo eran tanto, irreales, y sin darme cuenta que era por mi bien me iba dejando llevar. Al final me percaté de que ya no era yo.

Me daban mensajes reales y otros venían camuflados. Unos tenían sentido y otros me generaban muchas dudas, pero ¡eran mis propias dudas!

Uno de los mensajes que ejecuté mediante escritura automática, fue el que me hizo reaccionar al leerlo:

La vida es una vida que debe vivirse en el presente y quieras o no, debes vivirla tú

Entonces grité: -“¡Basta! Quiero volver a ser yo. Al menos siendo yo, sé quien soy. Con tantas voces queriéndome aconsejar o dirigir, lo único que consigo es que mi familia me crea loca”.

Al decir esto, vi una gran ventana que veía a menudo, pero esta vez era diferente: yo estaba fuera, al otro lado. El paisaje era el mismo pero yo formaba parte de el. Esta vez era yo la que acariciaba a los ciervos y animales de todas clases, participando con los demás de esa felicidad y libertad para pasear sin oír ruidos; todo en paz y calmado. Con una simple sonrisa, con una mirada fugaz bastaba para entendernos. Allí reinaba el Amor, todo era perfecto incluso el camino, ya que al final todos hemos de llegar a el, después de haber superado tantísimos obstáculos que intentan que nos apartemos, buscando la forma de retomarlo para seguirlo hasta el final.

Yo seguí ese camino envuelto de Luz y Paz y mientras caminaba miraba a la cima de un monte donde había un edificio de los que suelen encontrarse en Grecia, un templo con columnas sujetando el techo. El edificio estaba vacío. Era como de mármol blanco y lo interpreté como un símbolo de la iglesia o del Templo que somos todos.

Las columnas somos nosotros sosteniendo ese techo universal que es el Templo individual que llevamos dentro. Por eso estaba vacío, para recordarnos al mirarlo que nosotros somos ese Templo.

Tal como Jesús lo describe en su libro “Vida de Jesús dictada por El mismo”:

Señor, me dijo esa mujer, ya que eres profeta, enséñame a mí también, porque la ley de Dios está encerrada en el Templo de Jerusalén, mientras que nosotros tenemos que adorarle aquí. “Mujer”, le contesté, “Dios no tiene más que un Templo y ese Templo está en todas partes. Los hombres adoran a Dios en Espíritu y en Verdad; la hora no ha llegado todavía, más la Luz dará origen a la Verdad y yo voy predicando la Luz. Créeme, sobre esta montaña como en el Templo de Jerusalén, no hay ni una brizna de hierba que pase desapercibida a los ojos de Dios. La Ley de Dios no se encuentra en un Templo, sino que resplandece en todos los corazones”.

Uno no es nada sin Dios. Así que continué hasta encontrar una especie de puerta que en realidad no estaba, era solo el final del camino. Había mucha gente feliz y en paz y alguien que me pareció el Padre, dándome la bienvenida sonriente, lleno de felicidad, abriendo los brazos con ternura, como uno más que vuelve a casa, franqueándome el paso para que pudiera participar con los demás de todo cuanto se abría ante mí.

Fue curioso. Era como si estuviéramos en una cima. No vi nada de particular, solo gente hablando felizmente, explicándose sus cosas. Otros, con una mochila o zurrón a la espalda, se despedían para seguir otros caminos que debían emprender sin dirección, empezando de nuevo a recorrer el camino interrumpido, hacia otra misión para seguir la rueda que nunca termina.

Comprendí en definitiva que había llegado al final de una etapa, justo al punto en el que comenzaba la siguiente. Nunca se acaba. Es la evolución; siempre sigue, no tiene fin.

Hay una oración preciosa del AI-AM YO SOY que me gusta mucho y que os recomiendo que la practiquéis con Amor:

Bien Amada Presencia AI-AM dame lo que Tu deseas que yo tenga – sitúame donde Tu deseas que yo esté – muéstrame lo que Tu deseas que yo haga – dime lo que Tu deseas que yo sepa – haz de mí lo que Tu deseas que yo llegue a ser – no dejes nada humano en mí y haz de todos los que están bajo esta radiación Tu obediencia invencible y Tu victoria para toda la eternidad”.

Sobre el mismo tema hay otra oración:

AI-AM YO SOY un Hijo de la Luz – yo amo a la Luz – yo sirvo a la Luz – yo vivo en la Luz – AI-AM YO ESTOY protegido, iluminado, colmado, sostenido por la Luz y yo bendigo a la Luz”.

FIN

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