Bertha Martinez
Noviembre 28, 2012
Porque no se trata de olvidar, sino de sanar.
Cada vez que termina un año, nos proponemos cerrar un ciclo y abrir otro. Deseamos borrar todas las experiencias desagradables que tuvimos, recordar solo la suerte y los logros que alcanzamos de ese año que se va. Nos encanta hacer promesas para el nuevo año que vamos a vivir, sin entender por qué nunca llegamos a concretarlas. Nos gusta volver a saborear las alegrías que pudimos tener en un determinado momento, la pareja ideal que conseguimos, el carro último modelo que adquirimos o cierto ascenso profesional que alcanzamos. Pero aquello que nos dejó una herida tiene que morir dentro de nosotros. Y es que por lo general, para los occidentales, lo ideal es obtener solo logros y cero fracaso en la vida. Entonces, ¿estamos cerrando ciclos? O más bien, ¿vivimos una especie de neurosis colectiva? Al no enfrentamos a una sociedad en la que todos debemos ser hermosos, exitosos y perfectos. Haciendo conciencia de esto, podemos decir que:
Número 1. Nos gusta vivir lo bueno de la vida, pero no lo malo.
Número 2. Debemos cerrar ciclos, cuando en realidad reprimimos aquellas heridas y traumas para que “no se nos noten”. Adoptar una máscara es mucho mejor y más chévere. ¿Qué ira a decir la familia de mi si no soy el mejor hijo? ¿Qué dirán mis hijos si me ven en aquello o esto? ¿Qué dirá papa si no cumplo con sus expectativas? ¿Qué dirá mama, si distinto a ella, yo decido ser soltero toda la vida y dedicarme a mí? ¿Qué dirán mis amigos si me divorcio? Estas y otras preguntas pasan por las cabezas de muchos desde la adolescencia, pasando a la adultez y llegando inclusive a la madurez. Habrá quienes partan de este plano con esas tormentosas preguntas hasta la tumba. ¿Serian de verdad sana y feliz? Quizás vivieron profundamente heridos, desolados, sin saber cómo pasar la página.
Tú puedes hacerlo, pero hazlo desde la herida.
Todo buen psicoanalista sabe que, para sacar algo nocivo de la vida de una persona, primero debes descubrir cuál es el origen del problema. Solo así podrás sanarte, hacerte consciente de ese proceso o llevarte como un guía hacia una luz desde aquel túnel. Lo primero que debes hacer cuando tengas un problema, un conflicto, una angustia, una rabia que no puedas sacar de tu corazón, es hacerla consciente. ¿Por qué tienes que obligarte a perdonar si no lo sientes así? Ese perdón debe conseguirse de forma natural, no impuesta. No puedes empeñarte en sonreír mientras llevas el dolor sin saber qué hacer con ello.
Busca la raíz del asunto que te duele, revívelo, recuerda que fue tanto lo que te molesto, por qué crees que te hirió tanto. Una vez que te enfrentes a ese dolor, si quieres llorar, llora. Siente dentro de ti esa herida y reconócela como parte de tu vida. Una vez que hayas quitado esa venda, que hayas enfrentado esa verdad –tu verdad-, tendrás la batalla ganada. ¿Por qué? Porque habrás reconocido que no solo eres éxito, triunfos y perfección, sino que también eres emociones, rabia y dolor. ¿y qué pasa cuando reconocemos esto? Pasa que sientes la vida desde lo humano, no desde lo divino como nos enseñaron eternamente a vivir. Pasa que nos damos cuenta de que no somos dioses, que debemos aprender a respetar nuestro procesos de duelo para seguir viviendo sin mascaras. ¿Qué es lo valioso de todo esto? Lo valioso es que puedes aceptarte cómo eres y que con esa nueva variante puedes cerrar ciclos de angustia y desolación.
¿Cuándo debemos cerrar ciclos?
En caso de perdidas, renuncias, despidos y quiebres económicos. Robos, estafas, muertes físicas, rupturas sentimentales, rabias y odios que no nos dejan avanzar, resentimientos por comparaciones absurdas, culpas, miedos, angustias, todo complejo que sea nocivo y que nos deje vivir en paz.
Porque, al final, ¿de qué nos sirve odiar?
Una vez que hayas reconocido tu propio dolor y te permita sentirlo, tomate tu tiempo para recuperarte, no desde la derrota, sino desde el aprendizaje. No desde la culpa, sino desde la idea de que la vida tiene sus sinsabores y debemos aprender a asimilarlos. Una vez allí, pregúntate si ese sentimiento que te embargaba te era útil. ¿De qué te sirve odiar? ¿Qué beneficios te trae? ¿Vengarse es lo apropiado? Si decides seguir odiando, te odiaras a ti mismo. Porque ese sentimiento te puede enfermar. Enfermara tu físico y te afectara a ti, no a la situación, ni al otro. En cuanto a los beneficios, solo puedes beneficiarte desde el momento en que lo reconoces y lo aceptas para luego superarlo y dejarlo atrás.
Poco a poco, y en el tiempo que te tome hacerlo, será perfecto. Si quieres, llámalo perdón, pero en realidad se trata de integrar un proceso donde te darás cuenta que después de una caída, puedes levantarte. Si piensas en vengarte, será peor. Todo lo que hagas en detrimento de los demás, te será devuelto por la ley de causa y efecto. Así que eso no es válido en este juego.
CONSEJOS:
1. Ante, una pérdida, un rompimiento sentimental, infidelidad o, tal vez, al ser juzgado por algo, lo mejor es reflexionar al respecto y entender que ninguno de los seres humanos somos perfectos.
2. Haz conciencia de que eres humano y que los errores son válidos en la vida. Si no, ¿Cómo se llega a los aciertos?
3. Respeta tu proceso de vida y el de los demás, cada quien vive a su ritmo y de acuerdo a las circunstancias personales de su destino.
4. Todo dolor debe sacarse, conversarse y reconocerse como parte de la vida. No como algo negativo, si no como una experiencia más de aprendizaje.
5. Entiende que así como eres humano y cometes errores, lo demás también lo son. En lugar de odiar, reconócete en el otro. Ponte en sus zapatos.
Para esta navidad es muy importante que decidas explorar en el pasado, reconociendo tus errores, para luego conquistar tu paz interna desde la aceptación de la vida tal y como es. En este año nuevo, tomate un tiempo para reflexionar sobre tus heridas, reconócete en ellas y pregúntate, ¿Qué lograste aprender? Deja atrás el papel de víctima. Decide de una vez romper esas cadenas. ¿Hiciste el ejercicio? Seguro ya te sientes mejor. Ahora si puedes pasar la página.
Es muy importante:
No juzgarse ni culparse. Tampoco buscar juzgar y culpar a los demás. Cada evento de vida, sea malo o bueno, es importante para el desarrollo psíquico y evolutivo del ser humano.
No compararse con nadie. Cada quien es único y maravilloso.
Respetarte como eres para que los demás también lo hagan.
Ir al paso de tu propio ciclo interno. El objetivo es que avances a tu ritmo, no al de los demás.
Toma el control de tu vida. Solo tú debes ser responsable de ella. Disfrútala y vívela desde tu punto de vista.
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Cuando una banda de visionarios se une para empujar los límites del universo conocido, abren de par en par las puertas atascadas de la evolución para todos....
Estupenda entrada y con teoría de mucha utilidad.
ResponderEliminarCada uno ha de seguir su tiempo y los pasos necesarios para la aceptación, aprendizaje y superación de las vivencias no agradables y reconocer, saber ver lo especificado aquí ya es el gran paso para el bienestar de la persona.
Abrazos de Luz y muchas gracias por lo escrito, sera de mucha utilidad para más de un Ser, ya que no todos llegan a esta forma de ver las experiencias y la vida.