De: Emilio
No me gusta mucho la idea de meterme en las lagunas de la terma; prefiero hacerme el tratamiento en el spa del complejo. Sin embargo el médico me indicó tomar además los baños naturales del exterior. No sé para qué… pero voy a hacerle caso. Obligado por la presencia de otros bañistas y más temeroso del ridículo que del resultado, me sumergí como todos hasta el cuello en aquellas aguas grises, de ceniza blanquecina, a veces tibias, en otras zonas calientes, burbujeantes… ¿Cómo es que le llama la gente de aquí a esto que sale del piso y quema la piel? Ah, sí, ya recuerdo... fumarolas. Te sentás sobre una y al instante el calor punzante del vapor te va a hacer saltar a un costado… Parece mentira que a estos años, todavía guarde cierta aprehensión a estas lagunas.
Aquí venía a bañarse el viejo, y también su madre, mi abuela. Yo era muy chico, pero también entraba en las aguas. Y sin embargo, ahora siento… no sé, ¿rechazo?, ¿temor?, ¿disgusto?… Resulta incomprensible, pero alguna razón debe tener.
Cómo se divierten los demás…! Charlan, se hacen chistes, se cuentan historias de vida… aunque sea la primera vez que se acercan entre sí, ni siquiera saben sus respectivos nombres, pero se reconcilian jóvenes y viejos, gordos y flacos, humildes y gente de buen pasar, paisanos y porteños, argentinos y extranjeros… Y también me hablan, y también me atrevo a hablarles, y todos se saludan y a todos les parece natural compartir las mismas aguas en la misma sesión de baño termal.
Copahue… parece un lugar de reconciliación natural. ¿Servirá para que yo me reconcilie con alguna parte de mi pasado? La abuela Sara vivía en su juventud en esta zona, cuando Copahue aún era aborigen. Ella cruzaba a caballo por el Trolope, recorría el Agrio, los faldones del Piltriquitrón, los vallecitos entre los cerros, juntando boldo, poleo, y otras yerbas naturales para agregarle al mate. El viejo, en ese entonces, llevaba leña con el camión por estos caminos peligrosos e inhóspitos, cuando los caminos eran sólo una huella entre el pedregullo.
Tuvimos tantos desencuentros, tantos distanciamientos… entre ellos y yo. Sin embargo, la abuela era Virgo, como yo; y el viejo era Leo, como mi Ascendente. Aunque yo así no lo quisiera, porque éramos tan dispares, más allá de la genética, la astrología me muestra que eran parte de mí, o yo, parte de ellos. Nunca logramos reconciliarnos en vida… y sin embargo me parece encontrar sus rostros sonrientes cuando hoy recorro esos mismos caminos, buscando este fantástico poder curativo que tienen las aguas naturales de la zona.
Cada uno va saliendo por turno, a ducharse, y yo, que fui de los últimos en entrar, espero que alguna ducha se libere para no tomar frío innecesariamente. Es enero, pero aquí, a 2000 metros de altura, el viento que viene de la nieve, tiene ráfagas a veces algo frías. A pesar de que en esta zona, aunque uno tome frío, no se resfría… más bien, se endurece y se fortifica.
Quedo solo al fin y me dedico a jugar con las burbujas; son muy traviesas, me hacen cosquillas y acarician mi piel como una carcajada de vapor. Sin embargo, mi mente no ha podido dejar de reflexionar sobre aquel encuentro con el espíritu del lago Caviahue; la reconciliación de Demeter y Plutón. Virgo, la virgen, y Escorpio, el transformador… dos Signos dispares, aunque compatibles; Virgo Signo de Tierra, culminación de la noche, mientras que Escorpio es Signo de Agua, ya comenzado el día. La Tierra otorga firmeza al Agua, la contiene... y el Agua fertiliza a la Tierra y le confiere vida.
“No creas que son tan dispares…” me pareció que decía una burbujita frente a mi nariz.
“¿………..?”
“Si, no me mires con esa expresión… virginiano desconfiado! ¿Sabés que Escorpio también es desconfiado? Tu mente de Virgo siempre buscando respuestas… ¿No ves que los misterios y los interrogantes son eminentemente escorpianos? No tan dispares…” dijo nuevamente la burbujita.
Yo me repuse de mi asombro, pero, claro, ya me voy acostumbrando a que me broten interlocutores desde los lugares más inesperados. Pero, bueno, si me traen respuestas, bienvenidos sean…
“Hola, amiga burbujita…!” quise conciliar.
“Hola, amigo preguntón…!” dijo la burbujita. “Parece que necesitas una mano amiga que te ayude a reencontrarte…”.
“¿A reencontrarme… con quien?” tuve que contestar.
“A reencontrarte con una vieja esencia que tal vez desconozcas” saltó a la conversación otra burbujita de al lado.
“Bien, parece que ustedes saben algo que yo no conozco, o al menos, no recuerdo saber… ¿Serían tan amables de explicarse mejor?” respondí.
“¿Por qué esa aprehensión a sumergirte con nosotras? ¿Te damos miedo?” me preguntó una tercera.
“Bueno… no sé, eso quisiera saber; acaso ustedes lo entienden?” dije.
“¿Recuerdas la conversación de Caviahue?” dijo otra burbuja, luego de hacerme cosquillas y aparecer frente a mis ojos.
“Por supuesto que la recuerdo… pero ¿Cómo sabes sobre aquella charla nocturna?” no pude menos que preguntarle.
“El sol evaporó agua del lago, y el chaparroncito de ayer la dejó caer en esta laguna. Yo estaba allí mientras ustedes conversaban y lo escuché todo” respondió una de las burbujas. Y continuó diciendo: “Recordarás que Demeter, la Diosa de la Naturaleza está asociada al Signo de Virgo; Demeter temía a Plutón, pero se reconcilió con él gracias a su hija Coré. Vos, como virginiano, es lógico que tengas grabado este temor ancestral y por eso temes a las profundidades. Y sin embargo, te apasionan las profundidades del alma y de la mente del ser humano, ¿no?. Bien, eso es una conducta escorpiana…” dijo la burbuja.
“Caramba, qué interesante… seguí, seguí… ” le dije.
“Anteriormente, Virgo y Escorpio eran un solo Signo astrológico. Pero luego de este episodio, del secuestro de Perséfone, ambos Signos se abrieron y dieron lugar a Libra, que se ubicó entre ambos. Libra simboliza la pareja, y la búsqueda del equilibrio entre ambos extremos. Como por ejemplo, la unión de Perséfone y Plutón, que reconcilia a ambas partes mediante el equilibrio alcanzado entre el mundo terrestre y el mundo subterráneo. Ustedes mismos, los humanos, han copiado y auspiciado estas uniones a fin de aunar imperios y reinos… ¿o no?”.
“Sí, tienes razón. Pero no te detengas… ¿Hay algo más que me puedas contar?” agregué.
“Bueno, amigo… sí, pero debo entonces decirte que es necesario que te reconcilies con esa parte ancestral. Es imperioso que dejes de rechazar los secretos de tu propio ser y los admitas y aceptes como parte propia. Debes tener en cuenta que Mercurio, la inteligencia, rige a Virgo, pero también a Escorpio. Eso se nota en que tienen intelectos similares. La curiosidad investigadora de Virgo también es Plutoniana. El afán de perfección de Virgo está también representado en el poder de transformación de Escorpio…” dijo la burbuja, “Sería bueno que te reconciliaras con tu símil esencial, y dejaras de temer a las profundidades desconocidas”
“Vaya, vaya… voy de aprendizaje en aprendizaje en esta zona, parece…” le contesté “pero… y Libra, ¿Qué papel juega en esto?”
“Libra también es analítico y crítico en su pensamiento, como vos, pero este Signo comprende que las mitades deben unirse para poder obtenerse un todo. Libra es reconciliador, y en los platillos de su balanza se ubican ambos extremos a ser medidos y valorados en detalle. Y no te olvides que a Libra lo rige Venus, el planeta del amor. ¿Qué mejor gesto de amor de vos para con vos mismo que una reconciliación entre partes ancestrales de tu misma personalidad?” concluyó la burbuja. Se juntaron entre todas y se alejaron juguetonas y traviesas, y más allá se unieron en una sola burbuja, más grande y rechoncha, flotando llevada por la brisa sobre la superficie gris de la laguna.
“Emilio! Se cumplió su tiempo en el agua…!” me llamó a la realidad la voz del bañero que controlaba el tiempo de permanencia en la laguna termal. Hay un viejo dicho que expresa “creer o reventar”. No sé qué fue lo que pasó, pero a partir de esta tarde, quiero volver a sumergirme, a reconciliarme con los demás, no importa quienes sean, a divertirme y jugar con las burbujas como lo hacen los otros en la laguna barrosa… y también a reconciliarme conmigo mismo.
Y con esos rostros sonrientes, fantasmas del pasado. Vine a sanar mi cuerpo, pero inesperadamente tal vez aquí también se presente la oportunidad de lograr alguna sanación del alma… ¿Podrá deberse a que se hayan amigado algunas de mis ancestrales esencias antagónicas? Puede ser… y ojalá que así sea; porque en ese caso, sin duda, como me dijo alguien hace tiempo… eso me volverá mejor persona.
Emilio
Laguna del Chancho, enero del 2006
Termas de Copahue - Neuquén - Argentina
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