jueves, 31 de diciembre de 2009

LOS MANUSCRITOS DE GEENOM (II) - Parte 4

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31 de diciembre, 2009

III. MARCHA ATRÁS PARA BUSCAR AGUA LIMPIA: LA RELIGIOSIDAD.

Las religiones sólo tienen razón de
existir, mientras el ser humano siga
pensando que la divinidad es algo
ajeno a él mismo.

A lo largo de los años, el grupo se ha tenido que enfrentar con temas de diversa índole, temas que, en ocasiones, han resultado arduos y complicados, pero como nuestro trabajo consiste en unificar criterios para llegar a conclusiones que satisfagan a todos, solemos encarar con buen ánimo cualquier propuesta de discusión.

Sin embargo, el tema de la religiosidad se nos presentó especialmente complicado. Como es frecuen-te, nosotros confundimos el concepto religiosidad con religión. Esto nos llevaba a rechazarlo visceralmente pues, para casi todos los componentes del grupo, la educación católica que habíamos recibido de pequeños no nos había servido para aclarar las dudas que en cada momento nos asaltaban sino, en la mayoría de los casos, para llenarnos de confusión y de miedo.
Como nos habíamos propuesto ser críticos y no aceptar nada que no entendiéramos de una forma lógica y racional, la religiosidad nos parecía algo obsoleto, anticuado y fuera de lugar.

La gran sorpresa apareció cuando descubrimos la vehemencia con la que encarábamos las discusiones sobre el tema. Sin proponérnoslo, adoptábamos posturas radicales apenas daban comienzo las conversaciones, apareciendo actitudes que iban desde el más estricto escepticismo, hasta la añoranza disimulada. Unos lo tenían muy claro y otros, sin embargo, estaban invadidos por todo tipo de dudas.

Empezamos a intuir que la religiosidad o sentido de trascendencia era algo más importante para nosotros de lo que creíamos y que enfrentarnos a él desde parámetros no institucionales, es decir, rescatando conceptos que habían sido monopolizados por la religión católica, suponía un reto valiente digno de llevarse a cabo.

Una clave para empezar a entendernos fue el origen de la palabra religión. Religarse, es decir volver a unirse… pero ¿a qué?, ¿a Dios? (volvíamos a toparnos con palabras que manipuladas), ¿a ese señor omnipotente, de barba blanca, que decide a quién le toca sufrir o gozar?

No, no, los extraterrestres no nos podían hablar del mismo Dios que nos había aterrorizado durante tantos años. Además, desde el principio, el guía nos había dicho que si en los primeros contactos salían cosas referentes a concepciones religiosas serían probablemente interferencias mentales provocadas por nosotros mismos.

Cuando entendimos que cualquier religión no es más que un corsé que oprime un sentimiento primario y natural del ser humano, cual es la necesidad de sentirse unido al Todo y que ese Todo o Dios o como queramos llamarlo, no es otra cosa que amor, empezamos a entendernos y a sacar conclusiones válidas.

Todos hemos sentido alguna vez, en esas noches oscuras de la mente, noches de inquietud y de duda, en las que las preguntas sin respuesta se quedan flotando a nuestro alrededor, impregnándolo todo de una profunda soledad, la necesidad imperiosa de entender el por qué de nuestra existencia, de darle sentido al abismo interminable que aparece dentro de nosotros mismos cuando miramos a nuestro interior. Un abismo sólo comparable a la inmensidad del Universo que nos rodeaba.

Volcamos sobre la mesa las distintas visiones que teníamos sobre la existencia. En ocasiones parecía apasionante y, poco después, terrible. Al final, nos dimos cuenta que lo que andábamos buscando no era otra cosa que una salida a dos inquietudes que, a su vez, podíamos sintetizar en dos grandes preguntas: ¿de dónde venimos? y ¿ a dónde vamos?. Realidades que con frecuencia nos negamos a aceptar pero que, sin embargo, nos están marcando constantemente el presente, produciéndonos miedo e inseguridad a poco que pensemos en ellas.

Nos resistíamos a aceptar que en un mundo donde todo tiene una explicación lógica, un porqué, no fuéramos capaces de encontrar una respuesta satisfactoria a nuestro origen y a nuestro destino: el sentido de mi vida y del Universo que habito.

Esto nos producía una profunda sensación de vacío, de absurdo, que en muchas ocasiones los seres humanos tratamos de resolver adentrándonos por caminos que nos llevan a la conquista material o personal, para así investirnos de un poder que pretendemos dure para siempre, aunque en el fondo sabemos que solo durará mientras estemos vivos.

En otros casos, el sentido a la vida se busca a través de lo que llamamos conocimiento. Sin embargo, la mayoría de las veces, lo que se consigue es acumular una serie de aprendizajes, adquiridos a través de cursillos o técnicas de lo más variado (desde exóticas prácticas orientales, hasta nuevos conceptos progresistas de psicología, técnicas mentales, dinámica de grupos, etc., etc.,). Las respuestas que este camino nos da son casi siempre parciales e inconexas, pues se quedan reducidas a prácticas de laboratorio y la vida, fuera de esos círculos cerrados, es mucho más controvertida y complicada de lo que cabría esperar.

Nos costó años aceptar que el aprendizaje fundamental no era el de tener conocimiento, sino el de ser cada vez más consciente de uno mismo y, como consecuencia, más feliz. Empezamos a entender que el secreto de la vida está en resolver satisfactoriamente lo cotidiano, aceptando lo que nos rodea e intentando estar cada vez más unidos a los demás. Fue este tipo de reflexiones las que nos facilitaron el empezar a desenmarañar la madeja, comenzando a tirar de los cabos sueltos para ordenar nuestras ideas.

Durante casi un año hicimos revisión de nuestros conceptos religiosos, nuestra carga educacional, las palabras y su verdadero contenido, los ritos y su significado, el sentido y valor de las cosas que hacíamos, el por qué y el para qué. Lo hicimos en grupo y, tal vez por eso, la experiencia fue muy enriquecedora. Lo que no identificábamos en nosotros mismos lo veíamos reflejado en los demás; lo que no entendíamos, otros compañeros nos lo explicaban… Empezamos a vislumbrar que, probablemente, lo que nos había llevado a pertenecer al grupo era precisamente la necesidad de religarnos con los demás, es decir, con Dios.

Finalmente, llegamos acuerdos: desmitificamos las palabras y nos apoyamos en los conceptos. Des-cubrimos que ese impulso por unificar criterios que nos guiaba no era otra cosa que una manifestación más de nuestra propia religiosidad.

Entendimos que Dios no hay que buscarle fuera, sino dentro de nuestros corazones. Entendimos que sólo volviendo la mirada hacia nosotros mismos podríamos empezar a encontrar soluciones a tantos interrogantes, pues es dentro de cada uno donde se conecta con la energía o esencia que nos hace ser lo que somos.

Comprendimos que el deseo de evolucionar, la voluntad de continuar y la confianza de conseguirlo, eran los pilares en los que nos teníamos que apoyar para construir ese sentimiento religioso que cada uno llevaba dentro y que el grupo era la herramienta que teníamos para lograrlo.

LOS PEQUEÑOS GRUPOS SERÁN EL GERMEN DE LA NUEVA GENERACIÓN. EL TRABAJO EN GRUPO TIENE LA VENTAJA DE HACER LA MARCHA MÁS O MENOS UNIFORME Y LE HACE A UNO APRENDER MUCHAS COSAS, SEGURAMENTE MÁS IMPORTANTES QUE LA CONFORMACIÓN DEL UNIVERSO, COMO SON LA PACIENCIA, LA HUMILDAD, LA GENEROSIDAD, EL COMPAÑERISMO, LA SOLIDARIDAD, ETC. Y ESO OS LLEVARÁ A ENTENDER EL VERDADERO SENTIDO DE LA RELIGIOSIDAD QUE BUSCÁIS.

Así llegamos a varias conclusiones:

Existe una energía creadora a la que podemos llamar Dios, Todo, Profundo, Cosmos… de la que for-mamos parte, de la que somos su creación manifestada.

Todo ser humano tiene dentro de sí la necesidad de unirse a la Fuente o Dios de la que surgió. El no identificar esto, nos sumerge en la nostalgia de haber formado parte del Todo y ahora estar separados, produciéndonos soledad y tristeza.

El fin de la evolución es la unidad, el convertirse en UNO significa integración integrar e integrarse. La energía de la evolución tiende a unir, es decir, a volver al origen.

Lo que une produce armonía, progreso y felicidad porque sintoniza con la ley natural de “volver a”. Todo lo que tiende a separar produce desarmonía, estancamiento e infelicidad.

La individualidad, que nos permite ser lo que somos, se suele convertir con frecuencia en una prisión que nos separa, es decir, nos aleja de la Fuente.
Aunque aparentemente separados, el Todo está en nuestro interior y es ahí dónde deberíamos buscarle, en lo más profundo de nosotros y en los que nos rodean.

La unión es amor y el amor es la manifestación del espíritu. El amor aparece cuando sintonizamos con Dios, con nuestra esencia, y lo que provoca es una necesidad imperiosa de unión.

El trabajo de nuestro momento evolutivo consistirá en manifestar esa esencia a través de las corazas o egos con los que nos hemos envuelto, encarnación tras encarnación.

Si nuestra esencia es amor, tendríamos que aprender a sintonizar con ella, dejando atrás las imágenes que creemos que forman nuestra personalidad, que no son otra cosa que los ropajes que nos separan. Cuando aprendemos a vivir sin ellos, entenderemos el sentido de nuestra existencia y estaremos capacitados para crear sociedades armónicas.

Y ¿con qué contamos para llegar a la esencia?

Pues con algo muy sencillo, con una voz interior que nos contesta si le preguntamos, se llama voz de la conciencia. Es un dispositivo que nos permite escuchar a nuestro ser interior. Es un mecanismo que, si somos sinceros, nos muestra el camino correcto sin matices y sin controversias.

Si profundizáramos en nosotros mismos, intentando descifrar la sabiduría que encierra nuestro subconsciente, nos sería fácil resolver la mayor parte de los misterios con los que nos enfrentamos cotidianamente. El conocimiento de uno mismo es la llave que nos abre el recinto donde se encuentra la esencia, donde se encuentra Dios.

La observación de la Naturaleza, como depositaria de un mensaje claro y sencillo, es otro camino para encontrar esa esencia.

Pero no sólo en nosotros mismos o en la Naturaleza podemos descubrir la esencia de la vida. Hay otro sendero, tal vez el más importante: “Los demás”.

El conocimiento de uno mismo, la observación de la Naturaleza y la relación con los demás. Tres caminos, tres claves en las que en un principio se fundamentaron las principales religiones y que con el correr de los tiempos se han olvidado. El reto de este final de Era consiste en ahondar cada vez más en estas tres propuestas, para así, desde nosotros mismos, empezar a encontrar respuestas que nos produzcan la trans-formación interior que provocará el empezar a vibrar con energía más cercana a la próxima generación.

Además de esto, nuestros maestros nos han enseñado que hay que ser feliz, hemos nacido para ser felices.

LA MAYORÍA DE LAS RELIGIONES OS HAN ENSEÑADO QUE A DIOS SE LLEGA POR EL DOLOR, QUE LA CULPA ES UN SENTIMIENTO QUE PURIFICA, QUE LA RIGIDEZ EN UNAS CREENCIAS O NORMAS ESPECÍFICAS SON LOS CAUCES PARA UNA VERDADERA SALVACIÓN, CUANDO ESTO NO ES MÁS QUE LA FORMA QUE HAN TENIDO UNOS CUANTOS DE EJERCER SU PODER Y DOMINIO SOBRE LOS MÁS CÓMODOS, LO QUE ANTES DE PENSAR Y EJERCER EL USO DE SU LIBRE ALBEDRÍO, HAN OPTADO POR LA SUMISIÓN Y EL MIE-DO.

EL SER HUMANO TIENE LA POSIBILIDAD DE SER FELIZ, UNO PUEDE HACER SU FUTURO BLANCO O NEGRO, SOLO DEPENDE DE SU DECISIÓN EN CADA MOMENTO DEL PRESENTE, PARA ELLO TENÉIS QUE APRENDER A SACAR LO POSITIVO DE TODO CUANTO OS RODEA, FUNDAMENTALMENTE DE VOSOTROS MISMOS Y POTENCIARLO.
EN LOS PRÓXIMOS AÑOS EL CONCEPTO RELIGIÓN SUFRIRÁ UNA PROFUNDA TRANSFORMACIÓN. LAS RELIGIONES VIGENTES SE EXTINGUIRÁN, APLASTADAS POR SU PROPIO PESO, DEJANDO PASO A UNA NUEVA CONCEPCIÓN NATURAL Y SENCILLA DE LO QUE ES DIOS.

CON EL TIEMPO CIENCIA Y RELIGIÓN SE UNIRÁN PARA ASÍ DAR RESPUESTA CIENTÍFICA Y ESPIRITUAL A CADA INQUIETUD QUE SURJA DE VUESTRAS MENTES.

Cuando llegamos a acuerdos e identificamos nuestra propia religiosidad, nos sentimos preparados y limpios de prejuicios para hacer un análisis de las grandes religiones que estaban vigentes en nuestros días y que marcaban la pauta en la evolución de los hombres de nuestro planeta.

Tuvimos que remontarnos a los comienzos de la evolución del ser humano de la Tierra, cuando era inconsciente de sí mismo y las leyes naturales regían su vida. Todavía no contaba con libertad e independencia, pues su existencia estaba dirigida por seres de dimensiones superiores a la humana. En un momento determinado, el hombre se desconecta y adquiere la consciencia y con ella el libre albedrío. Es en ese mo-mento, cuando cae en la trampa de la individualidad.

El hombre pasó de sentirse parte de un Todo mucho más grande, donde estaba integrado con los demás elementos, vivos e inertes, visibles e invisibles, formando un conjunto armónico, complementario y compacto, a verse a sí mismo como un ser autónomo, libre, con poder de discernimiento y capacidad de elección. Empieza a olvidarse de su cercano pasado y comienza su andadura consciente.

No obstante, el hombre sigue sintiendo dentro de sí, aunque de forma vaga, la sensación de venir de algo o de alguien y es entonces cuando empieza a buscar su origen, pero no lo busca en su interior, profundizando dentro de sí, sino fuera, en las cosas que le rodean.

Así empieza a temer todo aquello que no comprende o cuyo origen desconoce, como los fenómenos atmosféricos, los cambios de la Naturaleza, los animales… todo aquello en lo que fuerzas que él no domina y es ese temor el que le lleva a darles un carácter divino. Le sobrecogen las manifestaciones de una Naturaleza que no comprende porque desconoce sus leyes. Está a merced de los fenómenos naturales, a los que atribu-ye personalidad e intencionalidad. Tras el rayo y el trueno, la lluvia o la sequía, la enfermedad o la salud, el animal que le mata o el que mata para comer, el hombre ve toda una cohorte de espíritus cuyos propósitos definidos afectan al desarrollo de su vida. Está impresionado profundamente por los acontecimientos que se le escapan de las manos, siente miedo ante lo que no domina…

Su religiosidad está mediatizada por el miedo y la supervivencia. Sus ritos religiosos se basan en la adoración a los elementos y fenómenos de la Naturaleza, con la finalidad de aplacar a los espíritus, pactar y congraciarse con ellos cuando le son hostiles o continuar teniéndoles contentos cuando le son favorables.

Al construirse las familias y las tribus, lo que en principio fuera comportamiento individual se convertirá en algo colectivo. La religiosidad personal se transforma entonces en religión colectiva.

Pronto empiezan a surgir individuos, hechiceros, sacerdotes, magos, gurús, etc. que pretenden restar más preparados para mediar entre Dios y los hombres y es así como las religiones se van conformando con un grado cada vez mayor de institucionalización, de ritos inexplicados, de complicadas liturgias. Se empiezan a crear los misterios, las limitaciones, la sensación de que el hombre jamás podrá comprender a Dios, el cual es presentado como un ser todopoderoso y lejano al que pertenecemos como algo más dentro de su creación.

El hombre ya está separado de Dios y tiene un difícil camino de perfección que recorrer para llegar a Él. Lo que un día estuvo claro y cercano, hoy es inexplicable y lejano: La búsqueda de Dios.

A partir de ahí el hombre tiene dos caminos a elegir:

Puede decidir entre permanecer dentro de una religión institucionalizada que le marcará unas pautas establecidas, donde no tendrá que preocuparse por cambiar nada y donde encontrará siempre quien se en-cargue de canalizar su religiosidad, según los cánones de la religión y los ritos establecidos por los sacerdo-tes, amén de los límites que la propia sociedad le marque. O bien, hacerse eco de las inclinaciones internas que le lleven a buscar respuestas no establecidas, a comprobar que nada en la Naturaleza es casual, a cono-cer los ciclos y leyes de su manifestación, a descubrir la armonía del Universo, la periodicidad de los fenóme-nos naturales, las leyes de Causa y Efecto, a intuir un plan inteligente y coherente que rige cuanto ven sus ojos y percibe su ser. A descubrir en definitiva, que detrás de toda la creación manifestada existe una inteli-gencia, voluntad y poder creador, origen de todo, incluido el propio hombre, el cual tiene un papel y una función que cumplir dentro de ese plan de creación.

A LO LARGO DE LA HISTORIA DE VUESTRA HUMANIDAD, HAN APARECIDO HOMBRES QUE SEGÚN LAS DISTINTAS TRADICIONES ERAN CONOCIDOS COMO RISHIS, PROFETAS, SABIOS, MAGOS O PATRIARCAS, SU MISIÓN ERA LA DE PREPARAR EL TERRENO PARA LA VENIDA DE LOS AVATARES, ENSEÑABAN AL HOMBRE AYUDÁNDOLE Y DÁNDOLE REFERENCIAS PARA LOGRAR UNA FORMA MÁS COHERENTE DE VIVIR. EL CONOCIMIENTO DE UN SOLO DIOS, CREADOR DE TODO LO EXISTENTE, COGNOSCIBLE POR SU PROPIA OBRA, A TRAVÉS DE LA CUAL SE MANIFESTABA Y AL QUE CADA HOMBRE PODÍA ENCONTRAR DENTRO DE SÍ. LE EXPLICARON SU LUGAR EN EL COSMOS Y EN EL PLAN DE CREACIÓN.

LOS AVATARES FUERON SERES DE MAYOR EVOLUCIÓN QUE ACEPTARON REENCARNAR EN LA TIE-RRA PARA DAR AL HOMBRE REFERENCIAS CLARAS DEL CAMINO A SEGUIR. LOS MÁS CONOCIDOS SON KRISHNA, BUDA Y JESÚS, CADA UNO DE ELLOS TUVO UN ÁREA DE INFLUENCIA BIEN DEFINIDA, ASÍ KRISHNA FUE EL ENVIADO PARA EL INDO, BUDA PARA LA RAZA AMARILLA Y JESÚS PARA OCCIDENTE.
Nos resultó sorprendente descubrir la similitud de circunstancias que rodeó la vida de estos enviados. Profundizamos a través de la historia conocida, en la vida y circunstancias sociales donde se movieron los Avatares y Patriarcas, tratamos de buscar los puntos en común, quedándonos siempre con la esencia de sus enseñanzas, eliminando todo lo superfluo que se había añadido a través del tiempo. Estudiamos a Rama, Krishna, Zoroastro, Buda, Abraham, Moisés, Jesús y Mahoma.

Descubrimos como la humanidad de la Tierra se perdía una y otra vez entre la confusión y la ignorancia. Vencida por el temor, se postraba ante unos sacerdotes que con sus mandamientos y leyes tiranizaban y sometían a voluntad, puesto que el poder religioso estaba unido al poder político y económico.

Ante este panorama, los avatares impartían su enseñanza entre gente sin referencias, gente con miedo tanto a poder humano como al castigo de los dioses. Tuvieron que enfrentarse a las instituciones y sus dogmas, luchando por tratar de devolver al hombre la confianza en sí mismo.
Su forma de impartir la enseñanza era clara y sencilla. Se trataba, básicamente, de unas normas de vida que podrían ser aplicadas en cada momento por los que les rodeaban. Ellos daban ejemplo primero y dejaban la semilla plantada en todo aquel que quisiera hacerla crecer.

Consiguieron movilizar grandes masas de gente que, a su vez, mediante la transmisión boca-oído, diseminaban la enseñanza. Era fácil entenderles pues hablaban para ser comprendidos por todos sin distinción de clases. Transmitían una energía y convicción superior a cualquier ser humano. Todos coincidían en un mensaje común. Obrar con los demás como quisierais que lo hicieran con vosotros. Actual de acuerdo con la conciencia, no acumulando bienes materiales y perecederos y sabiendo que ese Dios, al que buscaban y rendían culto, estaba dentro de cada uno y a su vez todos eran parte de Él.

KRISHNA dijo: “Dios reside en el interior de todo hombre, pero pocos saben encontrarle. Ese ser divi-no, ese amigo sublime, está en cada uno de nosotros”

BUDA, dijo a sus discípulos: “Dios como meta del camino del hombre. Ningún otro deseo en la mente y el corazón humanos, sino el Dios que está en nosotros”.

Por último JESÚS lo expresó así: “Donde quiera que el hombre habite, en la cima de una montaña o en lo más profundo de un valle, en el trabajo o en la quietud del hogar, puede en cualquier momento abrir la puerta y encontrar el silencio, encontrar la casa de Dios: Está dentro del alma”.

En su origen, la raíz de las religiones era única, pero esa raíz no era una religión sino una forma de vida compartida por todos. Si la diversidad de religiones con que hoy contamos tuvieron en su día un tronco común, si partieron todas de una misma idea ¿qué es lo que ha ocurrido, con el correr de los tiempos, para que hoy sea tan difícil descubrir lo que hay de común en todas ellas?, ¿cómo es posible tanta contradicción surgida de una misma verdad?

Sólo hay una explicación y es que los hombres hemos interpretado la idea a nuestro modo, conve-niencia, circunstancias sociales, económicas, históricas, etc., y así, interpretación tras interpretación, el ori-gen ha quedado desfigurado.

LAS RELIGIONES AL INSTITUCIONALIZARSE HAN MANIPULADO UN SENTIMIENTO INNATO EN EL HOMBRE PARA PROTEGER LOS INTERESES DE UNOS POCOS EN PERJUICIO DE UNA MAYORÍA.

LOS DOGMAS, LA INFRAVALORACIÓN DEL HOMBRE, EL AMOR A DIOS, SON LA BASE DEL PODER DE LA INSTITUCIÓN QUE, POR SI MISMA, NO TIENE RAZÓN DE EXISTIR Y PARA IMPEDIR QUE EL HOMBRE SE DE CUENTA DE LO ABSURDO DE PRETENDER ENSEÑARLE COMO CANALIZAR UN SENTIMIENTO QUE SÓLO A ÉL LE PERTENECE, LE HA SUMIDO EN LA OSCURIDAD, LE HA IMPEDIDO UTILIZAR SU LÓGICA Y SU RAZÓN Y HA RESPONDIDO A SUS PREGUNTAS E INQUIETUDES CON LA AMENAZA DE UNA CONDENACIÓN ETERNA.

Y lo triste es que les ha salido bien. Ya no sabemos pensar por nosotros mismos, nos hemos vuelto temerosos y cómodos, preferimos rehuír nuestra responsabilidad.
LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS SON COMO PUERTAS DE ENTRADA A LA HARAGANERÍA, NO LUCHAN Y TRABAJAN POR SABER LA VERDAD, ES MÁS RENTABLE MANTENER EL MISTERIO.

Cada hombre debe concienciarse de su propio trabajo de evolución personal y actuar en consecuencia, ya que el hecho de estar adscrito a una determinada institución, no le exime de cumplir una misión.

En cierta ocasión y hablando de este tema Acael nos hizo un paralelismo entre la religiosidad y la música.

¿LA MÚSICA NACE CON EL HOMBRE? – preguntó –

Creemos que sí – contestamos todos de acuerdo –

¿LAS ESCUELAS, CONSERVATORIOS Y DEMÁS INSTITUCIONES ENSEÑAN COMO CANALIZAR ESA MUSICALIDAD INNATA EN EL HOMBRE? – Preguntó de nuevo –
Eso ya no estaba tan claro y tuvimos que discutir durante un rato, hasta que contestamos que no.

EFECTIVAMENTE, LAS ESCUELAS ENSEÑARÍAN, EN TODO CASO, A CANALIZAR SU IDEA YA ESTANDARIZADA DE LA MUSICALIDAD, UNA IDEA PREESTABLECIDA DE LO QUE DEBE Y NO DEBE SER ORTODOXO DENTRO DE LA MUSICALIDAD.

¿ACASO ESTÁ EQUIVOCADO EL PASTOR QUE CON SU DULZAINA TODA MELODÍAS MARAVILLOSAS?, NUNCA, PUESTO QUE LO EXPRESA ES EL REFLEJO EXACTO DE SU PROPIO SENTIMIENTO.

PUES BIEN, CON LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS PASARÍA ALGO PARECIDO. NO ES LA RELIGIOSIDAD DEL HOMBRE LO QUE ELLOS CANALIZAN, SINO SU PROPIA TRADUCCIÓN ACERCA DE ESE SENTIMIENTO, PONIENDO LÍMITES Y BARRERAS A OTRAS FORMAS DIFERENTES A LAS SUYAS.

HA HABIDO RELIGIONES QUE EN PRINCIPIO ENSEÑABAN A BUSCAR EN EL INTERIOR DE CADA UNO, PERO SIEMPRE SE ALZABAN INTERMEDIARIOS QUE PERSONALIZABAN EN ELLOS LA LUZ QUE DEBÍAN BUSCAR DENTRO Y, AÚN HOY, HAY SACERDOTES DE MÚLTIPLES RELIGIONES QUE UTILIZAN A DIOS PARA SUS FINES, COMO SI DIOS FUESE ALGUIEN CONCRETO.

ESTAS RELIGIONES DEBERÍAN DESAPARECER PARA BIEN DE LA HUMANIDAD TERRESTRE, Y HABLO DEL CATOLICISMO, ISLAMISMO, JUDAÍSMO, BUDISMO…

LA FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN DEBERÍA PARTIR DE UNA PREMISA: YO SOY DIOS Y MI HERMANO TAMBIÉN, POR TANTO SOMOS IGUALES.

UNA VEZ SENTIDO ESTO NO SE ENTIENDE QUE PUEDA HABER UN INTERMEDIARIO EN YO Y MÍ MISMO ¿A QUÉ ES ABSURDO?

El momento actual que vivimos se caracteriza por la pérdida de valores, por falta de referencias. Las instituciones religiosas no nos ofrecen nada que nos ayude a salir de la crisis moral y espiritual en que nos encontramos. Cada una se ha presentado como poseedora de la verdad, la única verdad, exclusiva y excluyente y, para defender su supremacía, no han dudado en enfrentar al hombre contra el hombre. Las guerras por motivos religiosos son una prueba clara de hasta dónde puede conducirnos la cerrazón y la soberbia. No se han dado cuenta de que tanta incoherencia, tanto afán de separar los buenos de los malos, los fieles de los infieles, los suyos o merecedores de eternas glorias de los otros, merecedores de eternos castigos y sufrimientos, nos llevarían a los hombres a cuestionarnos su validez.

El sentimiento religioso del hombre, su imperiosa necesidad de religarse es demasiado grande para sentirse cómodo en un traje tan estrecho que le impide moverse, manifestarse como es, libre e independien-te y al mismo tiempo unido a sus semejantes y a la naturaleza, por lo que tiene de común con ellos: una parte de Dios.

Estamos viviendo tiempos difíciles, la viejas creencias ya no nos sirven, pero no hemos encontrado nada con que reemplazarlas. Estamos tan acostumbrados a que nos digan por dónde dirigir nuestros pasos, que no sabemos que hacer, que sentido darle a nuestra vida, que transmitir a nuestros hijos.

Pero ¿es esto cierto? ¿Estamos tan solos y sin referencia como creemos?, ¿no estaremos pasando de un extremo al otro? Antes parecía todo tan claro que podíamos justificar hasta la muerte de otros seres humanos por defender una idea de Dios, una forma de entender la vida. Ahora parece todo tan oscuro que no encontramos un motivo que nos ayude a afrontarla cada día.

¿No será que hemos olvidado la primitiva idea?, ¿Qué siglos de complicar las cosas sencillas, nos hacen ver como un sueño lo que fue una realidad al comienzo de nuestra andadura como seres humanos?. Esa época lejana, en que la religión surgió de dentro del hombre, porque dentro de él estaba Dios, era parte de su ser y así lo reconoció. El hombre tuvo consciencia de toda la creación y supo que debía ser obra de un ser infinitamente superior, alguien que le amaba y velaba por él. Entonces no necesitó que nadie se le revelara, su propia conciencia le dictaba las normas, su moral regían sus sentimientos y sus actos.

Tal vez, nuestros esfuerzos deberían ir dirigidos más a recuperar lo perdido que a crear nuevas reli-giones o filosofías, pues hemos aprendido por amarga experiencia, una lección muy dura, pero que puede sernos de gran utilidad. Es muy fácil caer en la egolatría, e dogmatismo, la intransigencia…

Si cada hombre tiene dentro de sí los elementos necesarios para llegar a religarse con Dios ¿no es hora de que empecemos a mirar hacia dentro y no hacia fuera?, ¿de tratar de vivir una religión universal de amor y justicia?, ¿de oír en nuestro interior la fuerza reveladora de esa voz superior que, a pesar de todo, sigue sonando?, ¿de esa conciencia innata e independiente, única y común que invita a la unión, no al separatismo?

Existen tantas formas de religiosidad como hombres. No permitamos que nos separen las formas. Si tomamos consciencia de que nadie puede decirnos como canalizar nuestra religiosidad, que sólo nosotros, día a día podemos ir descubriéndola, estaremos más preparados para respetar a los demás, para sentar las bases de una sociedad más tolerante y comprensiva.

Sólo podemos ser libres, si lo que genera nuestro espíritu va encaminado al bien común.

Es necesario cambiar, no sólo en nuestra manera de hacer las cosas, sino en el modo de entenderlas. Si hasta ahora hemos confiado en nosotros y dudado de los demás ¿podríamos intentar lo contrario?: confiar en la intencionalidad ajena y poner en tela de juicio la nuestra, identificar el egoísmo que hay detrás de nuestra generosidad, la soberbia con que defendemos nuestra pequeña verdad y tantas y tantas cosas que a diario nos separan de todos aquellos con los que convivimos.

Dentro de nosotros está la fuerza que necesitamos para cambiar en profundidad, pero no el mundo que hemos creado, sino nosotros, que es la única forma de que todos los atropellos, de los que hemos sido unas veces causa y otras víctima a través de la historia, y que desgraciadamente siguen ocurriendo en esta sociedad que llamamos civilizada, no vuelvan a ocurrir.

Si la religiosidad es una forma de vivir, cuanto más limpiamente la manifestemos, mejor será nuestra vida.

El camino es duro, pero podremos andarlo si creemos que merece la pena el esfuerzo. Nos ayudará la fe en nosotros y en nuestros semejantes. Pero no una fe que nos haga creer a ciegas cuanto se nos diga como dogma, sino algo más profundo: EL CONVENCIMIENTO ÍNTIMO DE LA FINALIDAD DE LA PROPIA VIDA, QUE NOS HAGA ADOPTAR UNA FILOSOFÍA Y UN CAMINO, INDEPENDIENTEMENTE DE LA RESOLUCIÓN DE LAS DUDAS.

Sin un camino falla, hay otros muchos que se resumen en uno: Actuar con los demás como quisiéra-mos que lo hicieran con nosotros. Y, desde luego, tratando siempre de oír la voz de la conciencia, que es en definitiva la voz del Cosmos.

Si somos fieles al compromiso, día a día encontraremos que el camino está más iluminado, no por el Sol, sino por nuestra propia luz.

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