Por Alien 4.4
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21 de marzo de 2010
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Una vez muerto el cuerpo físico, el espíritu tarda como unas 48 horas en abandonar el cuerpo, su ángel Custodio corta su cordón de plata y emprende otro viaje... Porque el cuerpo físico solo es la herramienta de vida el vehículo, no el ser en si......
HABLANDO DE LA VIDA:
Hubo un momento en que la energía más sutil y poderosa que existe, Dios, tuvo “necesidad” de reconocerse a sí mismo en toda su amplitud, y para ello se vio impelido a manifestarse a modo de un gigantesco Bing-Bang, quedando disperso en eso que llamamos creación manifestada.
De esa gran explosión espiritual quedó un núcleo como referencia para cada una de las partículas creadas, siendo la vida el primer escalón de regreso al núcleo.
La vida, al ir especializándose para acceder a superiores niveles de evolución, llega a tener un grado alto de especialización, que está preparada para albergar una “chispa” o partícula de la esencia del Creador llamada espíritu individualizado y, así, nace el hombre.
Es por eso que decimos que es parte de Dios y está hecho a su imagen y semejanza, porque participa de toda su imagen y semejanza, porque participa de todas sus manifestaciones (física, energética, mental y espiritual).
Cuando “se nace”, espiritualmente hablando, la esencia lleva incorporadas todas las facultades y potencialidades del Creador, pero el ser humano debe ir descubriéndolo paso a paso a lo largo del camino de la evolución, senda de regreso que le llevará a la Fuente de donde partió, pero con una importante diferencia; siendo ya consciente de su verdadera naturaleza. De ahí el famoso axioma, acuñado a través de la historia por grandes pensadores y filósofos: Conócete a ti mismo.
Este aprendizaje comienza en el plano más burdo de la manifestación, el plano material ya para adquirir conocimientos y experiencias del mundo físico, es necesario moverse en un vehículo adecuado como es el cuerpo.
Vivir en la Tierra es como ir a la escuela. Cada uno de los acontecimientos que vivís son lecciones que tenéis que aprender. Una vida sin problemas es como una escuela sin aulas, sin profesores, sin materias que estudiar.
Se nace para aprender. Cada vez que el cuerpo físico muere, se sufre un examen que le capacita o le imposibilita para acceder a planos superiores.
El vehículo o soporte, con el uso y el tiempo, envejece y se hace inservible, por lo que es necesario abandonarlo y tomar uno nuevo que permita seguir recorriendo, paso a paso, el camino de retorno. Así una y otra vez, hasta que el conocimiento del plano físico y su dominio sea completo, momento en el que ya no será necesario volver a reencarnar, pues el aprendizaje continuará, a partir de entonces, en otras dimensiones cósmicas más sutiles.
El nivel evolutivo del ser humano de la Tierra es muy limitado, por tanto, la mente y sus sopote físico, el cerebro, también. Así, la mente consciente no guarda registro de vidas pasadas. Eso os lleva a pensar que la actual es la única que habéis tenido, dudando que vayáis a vivir otras en el futuro. Es por eso que os rebeláis ante la idea de desaparecer del plano material.
El mundo de la Tierra no está hecho en exclusiva para ninguno de los seres que la pueblan. Monopolizarlo, por tanto, es una utopía, una ilusión. Todos, incluso los grandes Maestros de la humanidad también mueren. No es suficiente una vida para poder comprender cual es el objetivo del hombre.
Os hablaré del proceso de muerte física en vuestra etapa de evolución:
Antes de que se produzca la separación completa y definitiva del cuerpo físico y el astral (ruptura del cordón de plata), tienen lugar una serie de procesos fácilmente identificables:
Sentimiento de cólera al conocer la noticia de que una va a morir. La impotencia le hace rebelarse ante lo inevitable. El ser humano de la Tierra es reacio a aceptar nuevas situaciones y más si éstas le son desconocidas.
El siguiente paso es la negación de la situación. Se piensa que todo es un error, que a uno no puede ocurrirle algo así, que alguien se ha equivocado. Se intentan todos los caminos científicos y paracientíficos para encontrar remedio. El hombre, no entendiendo su propia transcendencia, se niega a aceptar su desaparición del plano físico.
Con el tiempo, empieza a meditar sobre ello y se va convenciendo que cabe dentro de lo posible. Es entonces cuando se producen los pactos y se ofrecen las cosas más diversas a cambio de la curación o de que se retrase el desenlace. Es ya un paso adelante pues se empieza a aceptar la situación.
Finalmente, se produce la renuncia o entrega, en la que el hombre, ya consciente de su situación, y habiéndola aceptado, asume totalmente su transición.
La muerte es el paso de un plano meramente físico a un plano energético durante un breve período de tiempo, breve comparado con la eternidad, un parpadeo. Ese parpadeo le sirve al hombre para darse cuenta que hay una forma de realidad distinta, una forma de manifestarse el Cosmos distinta, que a su vez es una referencia para su camino evolutivo; un descanso espiritual que le sirve para reflexionar sobre toda su andadura.
Es el sueño, el descanso al cabo de un día de actividad, al cabo de una vida de actividad.
La muerte física es un estado transitorio donde el espíritu hace un balance objetivo de su trayectoria durante su ya terminada vida física en la Tierra. Cuando se separan el cuerpo físico y el astral, el espíritu debe permanecer un período más o menos largo habitando en forma de energía.
La consciencia física del encarnado continúa, una vez que ocurre el fallecimiento, durante un período de tiempo que va desde un mínimo de 48 horas hasta un máximo de 72. Durante ese tiempo se siente espectador de una película en la que contempla su cuerpo físico, al que ya no reconoce como propio.
Paralelamente, parte de las capas más bajas del astral, las que corresponden al cuerpo vital o etérico (1º, 2º, 3º y 4º) comienzan a producir el proceso biológico de más la 5º 6º 7º se separan del cuerpo progresivamente, en forma ascendente, comenzando por los pies y terminando en el cerebro.
Se siente consciente, piensa, ve oye… no entiende que sucede a su alrededor. Se da cuenta deque no puede incidir en el mundo físico, que las cosas suceden sin su intervención, sin que nadie repare en su presencia y eso le desconcierta.
A partir de ahí vivirá una especie de sueño, donde la mente creará el escenario y las situaciones. Ese “sueño” o período de turbación, será más o menos largo, dependiendo del grado de evolución del fallecido y también de sus creencias. En ese estado se capta el entorno que le ha sido familiar durante su vida, pero las imágenes no son las mismas que se pueden ver con los ojos físicos, sino que corresponde a su proyección energética y, por tanto, son más completas puesto que se perciben en un plano de realidad superior.
Poco a poco, el espíritu va entrando en un estado de mayor paz y tranquilidad. Se siente solo, espera y busca a la vez, alguien que el explique lo que le está ocurriendo. Y es así como, con sólo desearlo, aparece un compañero, un guía para responder a sus preguntas y aclarar sus dudas. Igual que el maestro con el alumno, empieza enseñándole las cosas más sencilla para ir poco a poco adentrándose en las profundidades del saber. Así este guía va sembrando los nuevos conceptos en el, todavía turbado espíritu.
Reflexionan juntos y comprende que la muerte no existe, pues la materia sólo se transforma para dar vida a nuevos seres. El cuerpo físico fue suyo como una vestidura, pero los vestidos no son eternos y algún día se rompen y desaparecen. Ahora tiene otro cuerpo, un cuerpo energético y una mente que sigue su camino de evolución. Ese ser de luz, o guía espiritual, es el encargado de recordar los objetivos marcados en la recién terminada encarnación y ver hasta qué punto se han cumplido. En esa revisión, el espíritu siente, en lo más profundo de su consciencia, los efectos causados con sus actos, positivos o negativos, tanto en las personas con las que se ha relacionado durante su vida física, como en el entorno.
Al ir desapareciendo el estado de turbación, el espíritu se va integrando en un plano luminoso que le hace ver claramente los errores cometidos durante su vida terrena, siendo él mismo quien los evalúa y califica. El propio ser es el que decide si hay que repetir curso o no, si hay que repasar alguna materia o no, y, si hay que repetirla, en qué condiciones ambientales podrá estudiarla mejor.
Teniendo el convencimiento interno de que el andar por la vida es una acumulación constante de conocimientos, las dificultades se vencerán como lecciones que es necesario aprender.
Quizás algunas sean más difíciles y otras más fáciles de asimilar porque se traten de materias ya estudiadas de vidas anteriores. Es necesario superar tanto unas como otras, ya que, no conociendo el futuro inmediato, es necesario adquirir conocimientos para poder hacer frente a las dificultades de todo tipo que se presenten.
Si se han adquirido suficientes conocimientos a nivel espiritual, será uno mismo quien reconocerá sus errores para corregirlos en vidas posteriores. Si se ha sido rígido, retorcido, egoísta, o no se ha admitido la trascendencia, no se estará capacitado, porque se habrá cerrado en vida la entrada de conocimientos y, por lo tanto, deberá ser otro espíritu evolucionado quien indique donde a fallado.
Al ser más consciente el espíritu del momento evolutivo en el que se encuentra y del camino que aún le queda por recorrer, desea volver a encarnar para corregir defectos de personalidad adquiridos en anteriores existencias, para efectuar posibles compensaciones con aquellos con los que se había relacionado y para cumplir aquellos pactos, realizado con otros espíritus, que se encuentren todavía pendientes.
Entonces se analiza y planifica cómo, cuándo y dónde volver a nacer dentro de un programa en el que se fijan las grandes líneas maestras, que serán el marco de referencia familiar, social, económica, cultural, de características físicas, etc. Donde el espíritu pueda desarrollar su nivel de consciencia y sea capaz de vivir las etapas que, a grandes rasgos, planifica antes de nacer. Se le inculca en la memoria perpetua, ubicada en el subconsciente, la información y las normas de funcionamiento que necesita para su próxima vida. Previamente, se han establecido los pactos con otros espíritus.
A pesar de todo, no hay garantía que, una vez encarnado, se cumpla el plan o programa. El Cosmos dota a los seres humanos conscientes de una herramienta fundamental para evolucionar que es el libre albedrío o capacidad para decidir en cada momento. No existe determinismo. Se fijan las oportunidades para conocer a aquellos espíritus con quienes se ha pactado y se ponen delante las circunstancias a superar, pero el resultado final de cómo se viva o se resuelva la experiencia, forma parte siempre de la decisión y la responsabilidad del propio hombre.
Mientras llega el momento de la encarnación, el espíritu no permanece inactivo, sino que realiza trabajos en pró de su evolución positiva, normalmente prestando ayuda a seres encarnados. En muchas ocasiones los desencarnados, que han dejado en la Tierra familiares y amigos, se encargan de protegerles y ayudarles.
Asimismo, al igual que en el mundo físico existe la familia, en el plano energético existe un concepto similar: los espíritus que se agrupan en familias espirituales. Son grupos que por afinidad, sintonía, vibración, etc. Se relacionan vida tras vida.
Sería algo así como representar una obra de teatro cada vida, en la que casi siempre son los mismos actores interpretando diferentes papeles en cada obra. Llegado el momento de la muerte física se abandona el escenario y se permanece entre las “bambalinas” esperando que haya una escena donde intervenir.
Una vez perfilado el programa, el espíritu cuenta ya con toda la información necesaria para encarnar. Es entonces cuando empieza a enviar mensajes a los futuros padres con el fin de que conciban. Estos mensajes se reciben generalmente vía subconsciente, a través de sueños, etc.
Desde el mismo momento de la concepción, el espíritu desencarnado aporta a esas células incipientes la energía necesaria para que tengan vida. El espíritu, como tal, “entra” por primera vez en el nuevo ser cuando han transcurrido tres meses cuando el riesgo de aborto espontáneo prácticamente ha desaparecido. A partir de ese momento, efectúa cortos viajes con mente a nivel físico, con cada célula que conformará su cuerpo, su soporte físico. La incorporación definitiva se realiza cuando hay una razonable seguridad de que ese cuerpo va a nacer: un período de tiempo que va desde las 48 horas mínimo a las 72 horas máximo, antes del alumbramiento.
Como podéis apreciar, existe una gran interrelación entre los dos planos de existencia, el físico y el energético. En realidad, son dos aspectos de la vida que se complementan y que tienen su reflejo en los procesos de nacimiento y muerte.
Así, el nacimiento en un plano significaría la desaparición o muerte en el otro. Cuando un hombre muere físicamente de la fosa, en el vientre de su madre: la Tierra. Ese ser muere para la vida física en el momento en que el cordón de plata se rompe definitivamente. Atraviesa un período de turbación y desconocimiento de su nuevo estado. Es ayudado a “entrar” en ese plano por un ser de luz, hasta que vienen a recibirle familiares y amigos que habían fallecido antes. Se integra en el mundo energético, entre los espíritus que componen, su familia y que lo reciben con alegría.
Mientras, en la Tierra sus seres queridos lloran su pérdida.
El espíritu desencarnado, al decidir encarnarse en el vientre de una mujer, su madre, también desaparece del plano energético. Los espíritus le despedirán con una cierta pena, puesto que les abandona y tardarán en volverse a encontrar. Cuando se produce el nacimiento y se corta el cordón umbilical, se produce la integración total en el plano físico. El bebé es recibido por el médico que le ayuda a “llegar” bien y también por familiares y amigos que acuden al hospital para darle la bienvenida al mundo. Atraviesa también un período de turbación, en que pasa la mayor parte del tiempo dormido, haciendo frecuentes viajes al otro plano, hasta que paulatinamente se va adaptando.
Cuando el hombre de la Tierra adquiera una mayor comprensión de las leyes que rigen el Universo se dará cuenta de que la muerte es una necesidad para poder seguir avanzando con nuevas energías.
Descubrirá que su cuerpo físico muere varias veces a lo largo de una misma vida. Que las células que hoy lo forman están muriendo clínicamente por millones. Que su cuerpo de siete años no tiene prácticamente ninguna de las células que tenia al nacer y que eso ocurre de forma natural cada pocos años. Exceptuando sólo, a las células nerviosas, pues las neuronas son las únicas que no se regeneran.
Esa es la ley que rige la vida: la regeneración constante para seguir viviendo. Una ley que tiene como único objetivo que cada día seamos un poco más conscientes de que tanto el cuerpo físico, como las energías vitalizadotas, como la mente, puestas al servicio del descubrimiento más importante: la propia divinidad.
El ambiente es tenso, la atmósfera está cargada con sentimientos encontrados, el aire que se respira parece estar plagados de las dudas y miedos de los allí reunidos. Los familiares y amigos muestran su dolor por la inexorable partida de aquél que había compartido tantos momentos dichosos con ellos.
Nadie sabe qué decir, los sentimientos por la marcha del ser querido están teñidos por el miedo y el olvido. Nadie quiere interferir. Sólo sus miradas expresan las emociones que están viviendo en esos momentos. El capta todas esas energías que tienen la doble virtud de empujarle hacia delante, a emprender su viaje por un lado y retenerle junto a sus seres queridos, los que han llenado sus momentos, por otro.
Todos son conscientes de que cuando traspase el umbral estará en la otra vida. Todos saben lo que eso significa y por eso sus deseos más fervientes son que el trance no sea doloroso. Aunque llevan tiempo preparándose para la separación, llegado el momento se dan cuenta de que se dan cuenta de que es duro ver marchar a alguien. Una última sonrisa acompaña al adiós que pone punto final a relación de amor largamente mantenida.
Su espíritu, de pronto, se hunde en un oscuro túnel al final de cual brilla una intensísima luz. Una fuerza irresistible le atrae como si fuese un imán, quiere llegar cuanto antes al pequeño punto luminoso que se ha convertido en su única referencia.
Se siente presionado, como si algo o alguien le empujara, mientras va creciendo en él la necesidad de ir hacia la luz. Un último esfuerzo y finalmente se zambulle en una luminosidad increíble que todo le invade. La presión desaparece, el túnel, la oscuridad, la opresión… todo quedó atrás. Siente todo su ser sacudido por sensaciones desconocidas… ¿dónde está?... ¿qué ocurrirá ahora?... Se siente extraño en un entorno muy diferente al que estaba acostumbrado hasta entonces.
Tímidamente abre los ojos y mira alrededor, la luz le ciega en un primer instante pero después empieza a descubrir a su lado formas, rostros que se le acercan. Siente como le tocan, le acarician con sumo cuidado… Se siente sorprendido y sobrecogido a la vez. Ve como unas caras familiares vienen a recibirle… todos sonríen… se respira alegría y gozo. No hay duda, han venido a recibirle. El gran viaja ha terminado, ya ha llegado por fin a la otra vida: UN NIÑO ACABA DE NACER.
RECOGIDO DE LO MANUSCRITOS DE GEENOM (II)
Publicado por Alien.4.4 en 14:32
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