Apuntes de Naturaleza, 23 oct (Yahoo Noticias).- Según los últimos estudios, Gran Bretaña se enfrenta a un grave problema medioambiental y de salud pública. En los últimos años el número de ratas "mutantes", inmunes a los venenos comerciales más comunes, ha ido creciendo. Hoy en día, estas poblaciones son mayoritarias en algunas zonas urbanas.
La causa de este problema es clara. Los venenos que se utilizan habitualmente son, básicamente, dos compuestos: la bromadiolona y el difenacoum. A pesar de que existen muchas sustancias que pueden utilizarse como raticidas, estas dos son las que se usan de manera casi exclusiva.
Como siempre ocurre en biología, los animales se han adaptado a ellas.
Los individuos que presentan una tolerancia a estos tóxicos y que son capaces de sobrevivir a su consumo tienen una tasa de supervivencia mayor. Como viven más tiempo, también tienen mayores posibilidades de reproducirse. Y sus hijos también presentan esta resistencia.
Los científicos ya han advertido sobre este asunto, y han hecho hincapié en dos factores importantes. Por una parte, en cuanto a salud pública, han aconsejado que se empiecen a utilizar otros compuestos.
Los individuos que son resistentes a un determinado tipo de veneno no suelen serlo a otros. De esta manera, al cambiar de veneno se recupera la efectividad de estos tratamientos.
Aún así, hay que tener otra variable en cuenta. Si se cambia de sustancia debido a un problema así, pero se continúa utilizando el nuevo producto durante un periodo largo, empezará a darse el mismo proceso. Los genes que conceden la inmunidad frente a los venenos actuales seguirán ahí, con lo que podrían existir individuos inmunes a los antiguos venenos y a los nuevos.
El segundo factor está relacionado con la parte ambiental. Estos venenos se acumulan en los tejidos, tanto de los individuos que son inmunes a ellos como en los que no. A este proceso se le denomina bioacumulación, y supone un grave problema para los depredadores de estos roedores.
Al acumularse las sustancias tóxicas en los tejidos de los roedores, estos pasan a sus depredadores cuando son cazados. Los más comunes son gatos, pero también muchas aves de presa, en su mayoría protegidas.
A esto se suma otro factor más. Como las personas encargadas de aplicar los venenos ven que estos no funcionan, lo que hacen es aumentar la dosis. Pero los animales inmunes lo son, independientemente de cuánto coman. De esta manera van acumulando cada vez más veneno en sus tejidos, sin sufrir mayores consecuencias. Los que sí las sufren son aquellos que se alimentan de ellos, que reciben una dosis mucho mayor. En algunos casos, la diferencia en esa dosis puede significar sobrevivir o no al veneno.
Hasta el momento se han analizado sólo una pequeña parte de las comarcas británicas. Pero los expertos prevén que, si no se empieza a variar los raticidas y se establece un sistema de rotación de venenos, en diez años sólo quedarán ratas inmunes.
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