De Menúa aprendí que la Fuente de Todos los Seres es la única y singular fuerza de la creación, pero que tiene muchos rostros. Montaña, bosque y río, pájaro, oso y jabalí, cada uno revela un talante distinto del Creador, un aspecto diferente. Así pues, cada uno es un símbolo de la única Fuente, pero reverenciamos a esos dioses de la naturaleza independientemente, con ritos individuales, mostrando que comprendemos y respetamos la diversidad de la creación.
Cada entidad debe ser libre para ser ella misma. El sol recibe el nombre de Fuego de la Creación y es el más poderoso de los símbolos, sin cuya luz no existe la vida. La luz es a la vez Creador y creación, el cierre del círculo sagrado. Por esta razón los celtas hacían de los bosques sus templos vivos.
Para los Celtas, el árbol es un elemento primordial en su cultura, su magia, su lenguaje y su vida. En Gaélico, 'fid' significa árbol y 'fios' conocimiento. En Galés, dichas palabras son respectivamente 'gwydd' y 'gwyddon'. Cada símbolo del alfabeto Celta (Ogham) está representado por un árbol. Irlanda es representada como un gigantesco árbol dorado, cuyas ramas alcanzaban las nubes, y en cuyas hojas estaban todas las melodías, salpicando de frutos el suelo en cuanto el aire agitaba sus ramas. Algunos árboles son curanderos, otros son guardianes, protectores y otros transmisores de sabiduría.
El bosque es el lugar mágico, el centro de reunión de los druidas, el refugio de los seres que traspasan las fronteras de los mundos creados, el lugar donde habitan los más sabios, donde se estudian las leyes del conocimiento y donde cada árbol contiene en su interior todo el conocimiento acumulado durante años. Es el hogar de las hadas, de los elfos, y de todos los seres especiales, y habitantes de los 'Reinos Intermedios' que se mueven por el mundo.
Es por tanto el árbol algo más que un símbolo, es un ser vivo, inteligente, dotado de la sabiduría que sólo transmite a los que hablan su misma lengua, testigo enraizado de todos los sucesos que acontecen a través de los tiempos. Es un refugio de poder, santifica el suelo que lo fertiliza y protege en sus ramas a las aves, mensajeras de los vientos, alimenta con sus frutos a las bestias y cobija en su interior a toda clase de seres mágicos.
La cadena constante de las existencias (tierra, árbol, ave, bestia, humanidad, héroes, seres y dioses) es un continuo que se recrea desde dentro de una cosmogonía variable. Los Celtas se conciben a sí mismos como existentes en potencia en todos los mundos, en el sentido de que se relacionaban con cada parte de su cosmología de maneras diferentes e íntimas. Se considera fácil pasar entre los mundos de los reinos creados y el Otro Mundo. Sólo los héroes, los poetas y los druidas podían aventurarse en ese Otro Mundo, cuidando de que los seres más débiles y vulnerables no traspasaran las puertas, pues podrían no regresar, así como evitando que los seres de la oscuridad pudieran traspasar las fronteras de protección para causar el mal o apoderarse de inocentes.
Entre otras cosas, Beltaine era la estación de la procreación, de los matrimonios y las ceremonias de llegada a la edad viril. En Samhain, que era el festival contrario en la rueda de las estaciones, los jueces druidas resolvían las disputas y castigaban los delitos. Quienes tenían deudas las pagaban, las asociaciones rotas se disolvían, los cacharros rotos se devolvían a la tierra con la que habían sido fabricados. Samhain era la estación de los finales. Beltaine la de los principios.
Druida significa "El que tiene el conocimiento del roble". Cuando los hombres eran vapor, los árboles también lo eran. Los bosques son más antiguos que la memoria, y el tiempo está almacenado en sus raíces y ramas. La generosidad está en la naturaleza de los árboles, de modo que ábrete y quédate quieto. Recibe lo que imparten.
Los griegos entendían a los Celtas mejor que los romanos. Los romanos llamaban a los druidas "sacerdotes". Los Helenos que comerciaban con los celtas se referían a los druidas como "filósofos".
La intuición es la voz del espíritu dentro de uno mismo.
El ruido es sonido y el sonido es estructura y la estructura es norma.
La armonía que sostiene a las estrellas en sus recorridos y la carne en nuestros huesos resuena a través de toda la creación. Cada sonido contiene su eco. Antes de que existiera el hombre, o incluso el bosque, existía el sonido. Este se extendía desde la Fuente en grandes círculos como los que se forman cuando se arroja una piedra a un charco.
Seguimos las ondas de sonido de una vida a otra. Los oídos de un moribundo todavía oyen mucho después de que sus ojos estén ciegos. Oye el sonido que le conduce a su próxima vida mientras la Fuente de Todos los Seres tañe el arpa de la creación.
La magia depende en parte, de la repetición de procedimientos y conjuros que han surtido efecto con anterioridad, un ritual fijo para producir un resultado predecible. Un herrero podía golpear el hierro con un martillo de la misma manera cada vez y darle así una forma determinada. Lo mismo sucede con la magia. O casi siempre sucede así.
Estamos formados de dos partes: un espíritu de fuego y un fuerte de carne. Cuando la carne muere, el espíritu no deja de existir, sino que simplemente altera las condiciones de su existencia. Imaginad un lago en un verano caluroso y seco y el cielo azul sin una sola nube. Cada día baja el nivel del lago. ¿Dónde va el agua? Cada día hay menos agua. Entonces por fin las nubes empiezan a formarse en ese cielo cálido y brillante. Con el tiempo vierten lluvia y esta vuelve a llenar el lago. Los druidas observaron este fenómeno durante siglos hasta que comprendieron.
El agua no había dejado de existir, nada deja de existir. Simplemente había alterado las condiciones de su existencia. El agua del lago se transformó en un espíritu del agua, fue atraído hacia las nubes, descansó allí algún tiempo y luego cayó en forma de lluvia para ser de nuevo parte del lago. Así sucede con todos los espíritus, incluidos los que alberga tu carne y la mía. El cuerpo nos libera, en nuestro caso a través de la muerte, y seguimos moviéndonos a través de los ciclos de la existencia.
- Pero ¡por qué ha de haber muerte! - replicó ella con un dejo de irritación.
- Fíjate de nuevo en la naturaleza. Imagina un bosque. Si ningún árbol muriese jamás, el bosque estaría tan atestado de ellos que los árboles vivirían en un espacio horroroso, asfixiante y oscuro. No habría luz cerca del suelo para estimular a las semillas, no habría mas que árboles cada vez más viejos, que se secarían, hederían y pudrirían, atormentados por los insectos, sin ninguna posibilidad de permitir escapar sus espíritus para empezar de nuevo.
Observa en cambio lo que ocurre cuando un árbol muere. Cuando es viejo sus raíces ya se han encogido, de modo que no cogen un gran puñado de tierra como hacían cuando no les faltaba el vigor juvenil.
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LA ESPIRITUALIDAD MÁS EXPANDIDA ES EL AMOR EN VERDAD ILUMINADO CON VALORES APLICADOS.
SOCIEDAD BIOSÓFICA NICARAGUA
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