lunes, 30 de julio de 2012

EL MENSAJE DE LA MUERTE

Diego Arbona Aragón

palm1951@gmail.com

28 de julio de 2012 03:18 p.m.

Anita: Soy yo Diego Arbona de Cali, Colombia.

Siento que debo contarte una experiencia que viví dramáticamente y entiendo y abrazo contigo la situación por la que estás pasando. A los 45 años tuve una hernia discal en la 5ta. vértebra lumbar de la columna vertebral que me producía un dolor innombrable si hacía algún movimiento. Eso me postró en la cama y allí dependía totalmente de mi esposa para todo. El dolor no lo calmaba nada, solo me hacía sentir un ligero descanso la colocación de bolsas de agua caliente y como añadidura no podía dormir.

Al cabo de varios días, mi incapacidad cada vez más insoportable, me llevó a un estado de absoluta rendición y sólo en mi habitación le pedí a Dios con una gran determinación que si no iba a poder recuperar mi autonomía que por favor me llevara, que me muriera y acabara con esa pesadilla.

Inmediatamente oí una poderosa voz que en un amoroso tono me dijo: "Acéptalo" A pesar de que fue una sola palabra, de alguna manera entendía que se refería al dolor y que en vez de rechazarlo debía ir a donde él. Me concentré en el dolor y me dirigí a él. A medida que intentaba acercarme la intensidad del dolor era mayor y el nivel de stress insoportable y decidí detenerme.

Oí por segunda vez la voz, que ahora estaba como más fuerte y más cercana: "Acéptalo" No sé como explicar que la sola palabra estaba acompañada de otras indicaciones como: "Vamos, estoy contigo, hazlo!" Tomé fuerzas, no se de dónde, y avancé más hacia el dolor con la creciente intensidad que quemaba y aturdía y me detuve de nuevo.

Por tercera vez: "Acéptalo" En mi desespero alcancé a recordar que había pedido la muerte y sentí que dar otro paso era como arrojarme a la boca del volcán ardiendo y que así sería el final...y me tiré a esas llamas, además porque sentía que algo me daba valor, sin poder explicar esto.

Lo que ocurrió fue algo mágico: El dolor estaba en éxtasis como si se derramara en una gran copa, en su mayor nivel de intensidad y yo estaba ahí con él como si fuera el mismo dolor, o sea no me afectaba, no me molestaba ya su presencia, éramos uno solo. La paz infinita que siguió me hizo dudar de mi estado psicológico y aunque sentía que me podía parar, a pesar del dolor en tal grado, dudé de que fuera verdad y de pronto fuera a despertar de ese sueño hermoso en que estaba.

Eran como las 7 de la noche, en esa paz me quedé dormido (después de cinco días sin poder conciliar el sueño)... y cuando desperté, recordé lo que había pasado, el dolor estaba ahí en su máxima expresión, pero no me hacía daño. Ahora me sentía con la fé de que, a pesar de todo, podría caminar e iniciar mi independencia de nuevo. Me levanté, me dolían igual los movimientos que hacía pero era muy valiente y me dirigí a la puerta tratando de no pisar a mi esposa que dormía en el suelo porque yo no soportaba que durmiera en la misma cama y se moviera en ella.

LLegué al baño, me senté y entré en una profunda oración de agradecimiento, que aún hoy a los 61 años me estremece, y sentí que me decían que poco a poco iba a disminuir el dolor y recuperaría mi salud y movilidad. Así fue Anita, hasta hoy no he vuelto a sentir dolor y mi vida es normal, bueno, propia de mi edad.

Ahora puedes comprender por qué te conté esta vivencia y por qué La Muerte te pide aceptación. Con el paso de los años entendí que la aceptación es la famosa fusión con el Todo. No temas aceptar la dependencia física y verás que cuando de corazón des el paso, poco a poco serás la fusión real con Alexiis.

Con mucho amor,

Diego

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