De: Susana Peralta
Julio 28, 2010 6:30 PM
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Queridos amigos:
Ahora que comienza un nuevo año en el Calendario Maya, que Sirio asciende antes que el Sol, que se abre el Portal del León, quisiera compartir con ustedes una experiencia que ejemplifica lo que comentaré más abajo.
Mi madre integraba un grupo de señoras que se reunían para leer los mensajes de los maestros y comentarlos. Todas ellas eran versadas en Calendario Maya, eran sanadoras, maestras y no había curso espiritual que no hubiesen tomado… o dado.
Era la segunda vez que iba a una reunión del grupo y aunque ya tenía más de cuarenta años, mi madre me advirtió todo el camino que fuese discreta y tuviese cuidado de no contrariar a la anfitriona, quien era corta de genio, pero había viajado a Egipto, a la India, había tenido acceso a numerosas fuentes de sabiduría y flotaba una octava más arriba que muchos de los mortales, nosotras dos incluidas.
Yo ignoraba que la fórmula magistral que me había dado un endocrinólogo y que me había hecho bajar ya siete kilos tenía preanfetaminas y que me había convertido en una bomba de tiempo. Pero también, gracias a la droga, la última semana la había pasado en un perfecto estado de gracia sin bajar a las 3D ni por un instante, estado que yo atribuía a la compra de un cuadro de la Virgen de la Medalla Milagrosa que había colgado en el dormitorio.
Cuando ya se habían leído y comentado varias canalizaciones y nos disponíamos a tomar el té, alguien dijo algo que disparó una reacción desmedida en mí y adiós la maravillosa meditación que habíamos hecho y los OM y el incienso y los duendes del jardín y el canto de los pajaritos.
Las señoras mayores, poco acostumbradas a que se las contrariase, me reprobaron visual y verbalmente, mi madre me mandó una de esas miradas acusadoras que me llevó de vuelta a lo peor de mi infancia y las más jóvenes me consolaron mientras lloraba desconsolada, porque no sabía qué había canalizado. (Esa fue la primera vez que canalicé y no volví a repetir la experiencia. Ni a tomar preanfetaminas.)
Las más compasivas me aseguraron que lo que había dicho era lo que ellas pensaban desde hacía tiempo. ¿Qué había dicho? Seguramente que no por saber tanto una era iluminada y que la espiritualidad no era un estado mental, que se hablaba mucho de luz, pero no se hablaba nada de Amor, y la luz que no es Luz de Amor, es una luz fría.
La dueña de casa me fulminó con la mirada y frunciendo el ceño me dijo despectivamente: “Lo que pasa es que sos nueva en esto”. ¿Nueva? Mi abuelo materno me había dicho desde chiquita que yo era un alma vieja… “Nosotras cuidamos a quién invitamos a estas reuniones porque somos seres muy evolucionados. Ya estamos de vuelta. A esta altura, yo ya no tengo nada que aprender.”
Por supuesto, el Universo la escuchó. A los dos meses, se murió de un cáncer de cerebro fulminante.
Esto lo cuento porque estamos en el momento más adecuado para mirarnos por dentro. Es hermoso y necesario muchas veces hacer cursos, asistir a seminarios y reunirnos con gente maravillosa, estar en un lugar seguro donde se genera una energía increíble que necesitamos como nunca, y ver que los demás nos reflejan lo mejor de nuestra esencia. En los tiempos que vivimos, nos hace falta estar entre almas afines. Además, nos vienen repitiendo tanto desde hace años que somos ángeles disfrazados de humanos, que formamos parte de seres tan vastos que nuestra merkaba abarca varias galaxias, que salimos al mundo convencidos de nuestra magnificencia y hasta nos damos el lujo de ser crueles algunas veces, porque después de todo, somos espejos…
Pero recuerden, por favor, que si bien somos esa divina Presencia Yo Soy, llevamos con nosotros una contraparte que hemos gestado y a la que vida tras vida hemos nutrido con nuestra propia energía. No sólo somos el Ángel de la Presencia, también somos El Morador en el Umbral, somos la Sombra. Y en esa Sombra no sólo están los rencores y los resentimientos, la ira contenida, la soberbia, también están la adicción a los mensajes agoreros que difundimos como polen al viento para contaminar más conciencias, y están los miedos; el miedo a la soledad, el miedo al abandono. EL MIEDO A SER FELIZ. Diría que ése es el mayor de los miedos, así que aprendamos de una vez de los delfines.
En este tiempo increíble tengamos la humildad de aceptar que en esta vida, que es la recopilación de todas las vidas que hemos vivido hasta el momento en el tiempo del Ahora, hemos forjado un gigantesco ser compuesto de energía mal calificada que fue creciendo y todos lo tenemos o no estaríamos todavía en 3D, aunque seamos un grupito selecto, los ángeles más corajudos seleccionados por unanimidad del otro lado del Velo para estar aquí y ahora en la Tierra, según nos dice Kryon.
Recordemos que para pasar por este Portal de Iniciación tenemos que lograr traer a la luz lo más oscuro del inconsciente, amarlo y dejarlo ir. No sea que por creer que estamos de vuelta de muchas cosas, nos corten las alas y nos manden de vuelta a Casa sin haber trasmutado y liberado las energías que ya no tienen cabida en la Nueva Tierra.
Ojalá este mensaje les sirva. No se trata de dualidad, sino de fusión, de ascensión y de transfiguración.
Hay mucho material para trabajar con la sombra canalizado por mi inefable amigo, Daniel Jacob, en www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm gracias a mi querida Graciela Wartelski.
Esperemos juntos y de la mano este hermoso Amanecer Galáctico.
Con todo mi amor y respeto a su Luz y a su Sombra.
Susana
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