lunes, 23 de agosto de 2010

Presencia en la casa del Maestro Rene Mey

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sábado 14 de agosto de 2010

Advertido de la presencia en la casa del maestro de Mey, el padre pidió hablar con él antes de que comenzara la clase del día. Disculpe que lo interrumpa, profesor, pero necesitaría hablarle – dijo él hombre invitando a tomar asiento a su interlocutor.

Luego prosiguió en un tono de voz que comenzó algo opaco y con titubeos iniciales. Es que estoy muy preocupado por Mey... –bajó la cabeza, hizo un profundo silencio como para organizar su discurso y luego volvió su mirada al maestro para decirle:

-Habla solo ¿entiende? Lo escuché hablar solo en su cuarto y no sé qué hacer... Dice, cuando lo interrogamos con mi esposa, que vino a la tierra para unir a las razas, para traer un mensaje de unión entre los hombres...

Entiéndame, él ya es un chico diferente y yo... no sé, no sé si con Ud. Habla lo mismo... posiblemente deba hacerlo ver por un especialista...-

En ese punto de la alocución, el maestro se decidió a interrumpirla porque percibió nítida-mente la preocupación que pesaba sobre ese hombre.

Mire, no debe olvidar que a pesar de que como Ud. Dice “es un chico diferente” , Mey es un chico y como todos, dado a las fantasías, al vuelo imaginativo y quién sabe si en esos desplie-gues tan normales de la imaginación, mas alguna lectura que haya hecho por ahí o algo que ha ya visto y oído, no crea- como niño que es- tener contactos extrasensoriales y hasta con seres extraterrestres- terminó diciendo el maestro en una pretendida enumeración de fantasías posibles de naturaleza pueril.- Luego agregó:

-No creo, discúlpeme, que sea para preocuparse.-

-Sí, sí –repuso el padre- yo también de chico fantaseaba e imaginaba cosas. Pero lo de Mey es diferente, suena a divagaciones por momentos, y por momentos, no: se torna – aunque fabuloso- un discurso coherente e impropio de su edad por la madurez. Imagínese que hacerse cargo y tener conciencia de los conflictos raciales a los siete años, no es común.-

No, por supuesto –aseveró el maestro.

-Aún más –prosiguió el padre- estuve investigando por mi cuenta, pero no encontré nada que pudiera informarme.-

Dicho esto, se sumió en el silencio y con la mirada apuntando a un lugar fijo, cualquiera. Todo denotaba en él un cúmulo de abstracciones anárquicas y contradictorias que lo ponían a merced de lo más temible para decidir: el miedo y la ignorancia.

El maestro observó respetando el silencio, hasta que se decidió a quebrarlo después de no pocas vacilaciones. -Mire... yo pienso que también lo más creíble puede ocurrirnos, aún cuando no creamos que va a sucedernos.

Vivimos en tiempos, diría, muy extraños, con muchos fenómenos que se producen sin causas lógicas aparentes. Hay grandes cataclismos, males universales, enfermedades incontrolables que aparecen y diezman poblaciones enteras...no sé, Ud. Lo sabe como yo, porque vivimos en la misma realidad. Hay hasta profecías que anuncian estos tiempos tan extraños ¿Por qué creer en todo eso porque lo verificamos y no creer que podemos formar parte de ese cambio, pero como protagonistas, como colaboradores? –

Sí, pero...- -Déjeme terminar, por favor – interrumpió el maestro – yo sé que Ud. Es muy creyente ¿no? Bueno Ud. Mismo nunca se preguntó por qué Mey nació así? ¿No cree que en él de alguna manera hay un mensaje implícito de Dios ya que la ciencia no encuentra explicación lógica? –

-En verdad... bueno, mi esposa supone algo así – admitió el padre de Mey.

-Bueno, pero lo fundamental en esto no es pensar, entender, sino aceptarlo como tal para trabajar a partir de una realidad aceptada. Si Ud. Cree en Dios, cree en su Amor Infinito y su Perfección, tiene que dejar que Él cumpla su voluntad.-

Cuando el maestro estaba terminando de expresarse, la presencia de la madre del niño irrumpió en el diálogo. La mujer preguntó entonces:

-¿Ud. Cree, profesor que somos hijos de Dios y que Él nos crea libres?-

-Sí, así lo creo – afirmó el hombre – pero creo que a pesar de crearnos libres es un gran error interferir en su voluntad.

Mire, prosiguió:

-El mundo, este mundo, le pertenece a Mey tanto como a Ud, a mí y a todos y tiene el de-recho de desarrollarse en él como cualquiera. Si él está llamado a cumplir un rol histórico en la humanidad, es imposible obstruir su camino y por otro lado si esa es la voluntad de Dios, hay que aceptarla y creer en ella, creer fervorosamente en que El sólo desea lo mejor, lo más bueno y justo para cada uno de nosotros. Creer significa confiar ciegamente y recuerde aquello tan hermoso que dijo Jesús “felices los que creen sin ver”.-

Al terminar de hablar, el maestro se sintió como sorprendido de su propio discurso. Si bien creía en cada cosa que había dicho, no imaginó poder expresarse así tan elocuentemente sobre el tema que – convengamos- no es corriente. Aún así, la mujer agregó:

-¿Pero por qué, Mey? ¿Por qué él?-

-Porque los odios, la destrucción, el desamor, muchas veces convocan a seres elegidos para reconducir a la humanidad, por ejemplo, por qué no, personas como Mey, distintos, pero no por la rara pigmentación de su piel- que es todo un signo- sino por la sensibilidad y el coraje del que fueron dotados- respondió el maestro.

El padre de Mey había guardado silencio para prestar especial atención a las explicaciones de este hombre en el que jamás había reparado demasiado, pero que a través de su palabra y de su fe, se le revelaba brillante. Y saliendo de su asombro dijo:

-Ya entiendo, Mey es sólo un niño y su verdadera diferencia con los demás es la misión que supuestamente Dios le encomendó y de la que está tomando conciencia recién ahora.
Mi esposa y yo somos personas de fe y vamos a apoyar a nuestro hijo.-

-Es su deber – acotó el maestro – pero aunque Mey no tuviese designios extraordinarios; porque nadie puede dar cuenta de eso, por lo menos que conserve el derecho de vivir en plenitud en este mundo donde nació. Y más aún si debe ser de algún modo un modificador de la historia; apartándolo como lo apartan del mundo, es un modo de obstaculizar un trayecto brillante. Perdóneme, Uds. Son los padres, pero creo que en este caso se equivocan. Mey debe ingresar al mundo, a la vida, es lo primero que deben hacer para que no sea más un chico diferente, un niño aislado, una especie de sonámbulo.-

Dicho esto, el maestro se retiró dejando solos a los padres de Mey. Había volcado todo cuanto conservaba en él desde el momento en que aceptó ser el docente de ese muchachito triste y soñador al que se lo había sustraído de la vida sin ningún derecho y por miedo y prejuicio. Esas marcas se insinuaban acentuadamente en el niño mucho más que los colores de su piel.
Finalmente, y quizá por la brillante intervención del maestro, Mey fue inscripto en una escuela de la ciudad, en la clase que correspondía a su edad.

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Publicado por Eduardo Duendes

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