domingo, 16 de mayo de 2010

EN LOS AIRES DE LA VICTORIA

Roberto Maruri Ampuero

16 de Mayo de 2010

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Hoy es el momento en que la victoria comienza a perpetuarse. Hoy es el momento de impulsar la Ascensión hasta su límite, hasta reventar las cadenas de las creencias limitantes, hasta deshacer las cadenas del desamor y el miedo; y salir de esas cáscaras virtuales y “volver”. Volver a la esencia, al fondo de las estrellas desde las cuales vinimos. Somos la semilla de este cuadrante del Universo. Somos el amor que vino en los rayos, el que inundó la especialidad a su paso. Somos el Amor aunque no lo recordemos y sólo intuyamos las marejadas del fondo. Somos los peces que viajamos en esas aguas primeras. Somos los que creamos la vida en la Tierra y las semillas que poblaron su espacio, mientras viajaba por los aires y candencias. Hace 4.500 millones de años: creamos la Tierra ¿recuerdan?. Creamos lo invisible y lo visible, en estas arias, en estos recodos, creamos al Homo Sapiens, lo creamos nosotros. Fue nuestra grandeza la que quedó en el ADN primero.

Recordemos cuando instauramos al Australopithecus: a Lucy, (o al Homo Habilis), cuando lo vimos por primera vez colgando de una rama de árbol en la pradera africana; recordemos sus tendones al viento conmocionando el espacio, irradiando sus ondas hasta el final del Cosmos. Fuimos el artista erigiendo esa obra magna. Somos el artista ahora, sobre todo Ahora. Este cambio es mortal, es decir, ocurre desde lo mortal, desde el campo de la Ilusión y la atraviesa como una flecha al corazón de un ave. Como una flecha de aire, subimos, ascendemos, amamos.

Gracias Gaia por sostenernos, por contenernos, por soportarnos el odio y la rabia; la frustración. Gracias tierra maestra, nuestro corazón late en tu corazón. Palpitamos, subimos, viajamos. Somos junto a ti, entre tu núcleo de cristales de hierro y tus retículas cristalinas y electromagnéticas. Aquí junto a los delfines soñamos. Somos La Semilla, la raíz de lo soñado en estos espacios.

Somos los llamados a Amar, a amar con mayúscula, a trascendernos, a recordar lo que Somos. Nuestra magnificencia: la Luz y su viaje: Somos.

“Sólo sean luz y amor y en eso se convertirán” dicen los maestros ascendidos, dice ese aspecto de nosotros, de este Yo Real, de este Yo-Maestro.

Ésta es una gran victoria de la luz, ésta es una victoria del sol y las galaxias, ésta el la ascensión de la conciencia, su pregnancia al interior del cerebro y del sistema físico. Nos graduamos de científicos de la Unificación, de esa ciencia madre, madre de todas las ciencias.

Somos artistas y científicos cósmicos, pasamos por la inhibición del Amor y ya salimos; y traspasamos el espacio. La libertad recuperada está al interior del corazón, en ese gran chacra madre unificado tocado como un instrumento de cuerdas por la Conciencia desde la cual se proyecta la mejor de las arias: la Música de la Esferas; cada nota irradiada desde el corazón de la Victoria, desde la gran paz que estamos comenzando a sentir nuevamente.

Este templo luminoso Merkívico, inunda el aire, lo flamea paseado por las bocanadas de los cráteres y sobre el terreno ondulado de las ínsulas, hasta más allá de toda nieve y sol.

Somos los pasajeros de este viento inmortal. Desde nosotros nace el viento, sostenemos la luz, la llevamos, superamos las alas de las alondras, todo lo superamos y exploramos los misterios de la Vida, la inmortal, la eterna, la soberbia, la majestuosa

Quién más emanado que nosotros los humanos, los humanos que no somos humanos, que trascendemos toda creencia y vestigio, toda hondonada, caminamos sobre las aguas con nuestras piernas de luz flamígeras. Las creencias sólo establecieron ciertas detenciones, ciertos limites pasajeros: pausas, fueron sólo un punto de impulso de la experiencia, la fugacidad vital que a la postre las traspasara, las desvaneciera.

Somos los viajeros, los exploradores de este cuento de monstruos y hadas, de espíritus y divinidades.

En nuestras manos se desplazaban las nebulosas. Nuestro corpus siempre ha flameado, las explosiones de estrellas distantes son sólo uno de nuestros besos, sólo el aroma de nuestra virtualidad que danza y emite música, cantos, tambores.

Lo ilusorio esta cayendo, desapareciendo.

En los aires de la Victoria nos expandimos y viajamos hasta más allá (de todo), exploradores cósmicos. Todo en ti es bello humano luminoso, radiante ex¬-guerrero. Ya ganaste. Lord Métratron tus antiguos soldados te saludan: batallones desnudos de la luz, vuestros cuerpos flamean al viento, a los aires de los soles. Nuestra sangre nunca más será derramada sobre campo de batalla alguno, ahora sólo la Paz en estas luces victoriosas. Por nuestras venas transita la victoria: la luz que en algún momento requirió de rebeldía, ya no. Maestros incendiados el amor enarbola sus banderas de fuego trasparente.

El canto triunfal de las legiones saluda al Universo. Todo es Paz sosteniéndose como los oleajes del aire.

Cesares del cielo los vivientes los saludan mientras pulsan los quásares en el fondo de sus órganos: corazones latentes: sonidos de tambores: pulsación de los viejos púlsares. Los vientos se extienden en este saludo a la Luz.

Todos los veleros y los carruajes de los héroes: Héctor (desde los versos de la Iliada), Apolo, Hércules, Aquiles, todos aquí en este final de finales.

Gracias Humano, dice todo lo visto. Todas las trompetas se elevan como antiguos cañones de fusiles o fuselajes de un río de espadas. Esta es la gran altura de la luz. Este es el mayor de los momentos.

Todo el Kosmos se levanta en una sola coral danzante y alusiva: es el Himno de los Himnos.

Ésta es más que la majestuosidad con que soñáramos en nuestros años de juventud idealista.

Somos los sueños de un Hércules, las idealizaciones de un Elohim, sus espumas, costas y resacas. Ya no hay remo que sostenga esta agua abajo, ya no hay posición para las olas, todo, todo tiene un nuevo sentido y Asciende: hasta las anémonas y criptas de corales se desbandan como si fueran la tumba de Sananda hoy amanecida entre las luces de las Tres Marías y la Constelación Ave del Paraíso o Serpens. Las espumas suben por los sueños que componen La Música: el interior de nuestra raza. Las nubes hablan ahora nuestra voz.

Todo lo enamorado se desnuda como brumas azules al interior de nuestro pecho mientras pasamos por los arcos incendiados de triunfos.

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