De: Emilio
2 de octubre, 2009
¡Qué noche de calor! Hoy ha sido un día de 37 grados, a la sombra, por supuesto... y ayer se ha hecho la luna llena, por lo que esta semana, va a ser una semana de mucho calor según dicen en el campo.
Luna llena... qué poder mágico tiene la luna sobre este planeta; no sólo induce las mareas sino que afecta el comportamiento de las personas en el sentido de la ambivalencia, porque la luna es ambivalente.
Y marca en el instante de su nacimiento cómo será la infancia de un niño, cómo vivirá sus sentimientos, sus emociones, qué tipo de mujer le atraerá y cómo él verá representada a su madre, no importando cómo sea ella en realidad.
¿Qué sería de nosotros sin la luna? Es imposible no sentirse enamorado de ella cuando está así, radiante, luminosa, imponente en el cielo oscuro.
“Sí, hoy estoy muy luminosa... y estoy radiante porque estoy enamorada” escuché una voz muy femenina y muy seductora desde lo alto.
Sé que es ella, Artemisa... hoy parece que se puede hablar con ella sobre el amor, en esos diálogos en que flirteamos cuando nos encontramos a solas.
“Hola, Artemisa... ¿cómo estás? ¿Saldrás a cazar en el bosque esta noche?” pregunté.
“Hola, ser humano... no, esta noche solamente saldré a perseguir a mi amante, de quien me siento tan enamorada... que no puedo dejar de suspirar cuando lo veo así, tan lleno de luz, brillante, poderoso, el rey del cielo...” contestó.
Bueno, hoy Artemisa está romántica, parece. Voy a jugar un rato con ella, a ver si la puedo hacer inquietar un poco... porque cuando se molesta me hace aprender verdades que no son para despreciar.
“Sí, claro, brillante y poderoso... tu “rey del cielo” casi nos mata de calor, hoy a la tarde!” le dije, irónicamente, para ver como reaccionaba.
“Pequeño hombrecito... hoy no vas a poder hacerme enojar. Estoy demasiado enamorada...” dijo ella.
“Bien, bien... pero a ver, dime: ¿qué clase de amor tienen ustedes que nunca se encuentran, cuando él aparece vos te vas y cuando él se va, recién entonces vos te dejas ver?” volví a la carga.
“Amigo... el amor entre nosotros no puede ser entendido por ustedes ahí en la Tierra; la atracción mutua que experimentamos es irresistible. Apolo es el rey del cielo y yo la reina; él representa la masculinidad y yo la feminidad. Nuestro amor es unidireccional y ustedes no han aprendido eso todavía... y no sé si algún día lo van a aprender” dijo ella.
¿Ves? Ya empieza a enseñarme cosas nuevas... señal de que está sensibilizada por mis comentarios...
“A ver, a ver... ¿cómo es eso de que el amor entre ustedes es unidireccional? ¿qué significa eso?” pregunté, siguiendo en el juego.
“Si el amor cósmico no fuese unidireccional... nada existiría” respondió Artemisa.
Yo me quedé callado porque sabía que ella se toma sus tiempos para ver mis reacciones; no hay duda, a ella también le gusta jugar.
“¿Entiendes eso, o tengo que explicártelo?” dijo ella.
“Por favor, Artemisa... bien sabes que tus palabras son la música que deleita a mis oídos... adelante, por favor ¿a ver cómo es ese concepto de la unidireccionalidad?” le rogué.
A ella le gusta hacerse rogar un poco... y bueno, es parte del encanto de ser tan femenina. Y también parte de nuestro juego romántico... ella sabe bien que lo estamos haciendo de nuevo.
“El amor entre ustedes los humanos necesita ser bidireccional; es un fuego que debe ser alimentado por ambas partes, para que no se extinga. Ustedes no tienen vocación de sacrificio... necesitan ver los resultados inmediatos.
No se realimentan por sí mismos, necesitan al otro para complementarse. En cambio, el amor cósmico no depende de lo que reciba a cambio; se realimenta y crece a cada instante que se brinda, justamente porque se brinda, porque es amor por sólo ser.
Es amor en sí mismo y por sí mismo. Por ser amor vive, y vive para ser amor. No puede evitar expandirse e inundarlo todo, sin que importe la respuesta ¿me entiendes?, a eso yo le llamo “amor unidireccional”, a amar porque sólo se sabe amar, independientemente de si el humano lo juzga merecido o no, si lo retribuye o no, si lo recibe o no, si lo entiende o no, si lo valora o no...” dijo Artemisa.
Yo sólo jugué al silencio; me suele dar inmejorables resultados.
“Si mi amado brindara su energía esperando que ustedes le devuelvan algo... ya estaría agotado, convertido en cenizas.
Si yo saliera a la noche a iluminar las pasiones humanas esperando que me sea reconocido y alabado, con casi ninguno de ustedes mirando para arriba... ya estaría vieja y desahuciada. Nuestro brillo, es unidireccional... es incondicional ¿se entiende?” dijo ella a continuación.
“A ver, a ver... ‘nuestro brillo’ dijiste... amiga, seamos honestos, no tienes brillo... solamente reflejas la luz del sol... ¿o me equivoco?” le dije yo.
Esta vez la tengo atrapada; ella sabe de diálogos románticos y de diálogos punzantes, pero yo también. ¿A ver cómo sale de ésta...?
“No, no te equivocas... pero ese brillo que ves, es justamente el brillo que puedes ver con tus ojos humanos. El brillo que no ves es mi energía subliminal, la que actúa sobre el inconsciente de las personas, incluyendo el tuyo. Yo soy dual, lo sabes, y por lo tanto tengo dos clases de brillo...” respondió Artemisa.
Uno a uno, me parece. Me la sacó “de codito” y eso que iba justo al ángulo...
“Claro, sí, eso es cierto... sé que es así” dije tontamente sin atinar a reaccionar. No me la esperaba... por algo ella es la Luna y yo soy sólo yo. Pero no me voy a dar por vencido tan fácilmente...
“Pero... dime, Artemisa, el que vos reflejes la luz de él... ¿eso no implica bidireccionalidad?” Já! ¡A la carga de vuelta!.
“Por supuesto, Unidireccionalidad y bidireccionalidad juntas dan como resultado la creación, la diversificación, la formación del triángulo que como cristal creador da lugar a todas las respuestas. Para que me entiendas... ¿Qué representa al número uno en el Tarot?” dijo ella.
“Bueno, el número uno es el Arcano de El Mago, que... sí, mirá que justo, contiene al sol... mmmmmmmmm y el número dos es La Sacerdotisa, que contiene a la luna... y el número tres es La Emperatriz, la respuesta a los interrogantes, la solución a los problemas, la acción, la figura creadora del hogar, la madre...!” respondí con cierto asombro al ver lo sabia que es mi amiga Artemisa.
“Claro, amigo, claro... veo que vas entendiendo. El sol y la luna... La creación... El uno y el dos que se suman para formar el tres... Tres dimensiones para que pueda existir la vida en tu planeta. Si no fuese así... serías sólo un dibujo en dos dimensiones ¿no es cierto?” dijo Artemisa jocosamente.
Sí, tiene razón. Mi amiga Artemisa sabe cómo jugar conmigo. Y por lo general, cómo ganarme. La verdad... cómo envidio la suerte de ese pesado que nos aplasta en verano. Artemisa no sabe lo que siento por ella; en mi amor humano bidireccional, sólo me siento recompensado cuando la veo brillar en lo alto.
¿O será que lo sabe y se lo tiene callado? ¿Quien podrá responder a eso...? tal vez solamente ella. Por ahora, sólo me queda intentar aprender a expresarme en su versión unidireccional: amarla sólo por amarla.
Admirarla sin esperar concesiones por ello. Tener una mínima esperanza de llegar algún día a ser una estrella como Apolo, el sol, para que ella se digne perseguirme. Pero... ¿qué es eso? Hubiera jurado... que Artemisa se sonrió y me guiñó un ojo...!
Emilio
Febrero del 2006
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