sábado, 17 de octubre de 2009

LA CUERDA DORADA

(¿Qué es lo que nos impide Ascender en masa?)

De: Emilio

emigalla2000@yahoo.com.ar

17 de octubre, 2009

Quisiera que me llegara la suficiente iluminación como para escribir claramente sobre un tema que hace tiempo vengo observando, y creo que es una de las causas fundamentales del porqué la Humanidad no haya sido capaz aún de lograr Ascender en masa. Falta algo... ¿Qué es?

Hace tiempo atrás, un amigo me regaló un DVD de una charla del Padre Franciscano Anthony de Melo. Se denomina “Redescubriendo la vida”. A veces pienso... ¿No será: “Redescubriendo la VIDA?”. Lamentablemente no pude reproducirlo para transmitirlo a mis amigos y conocidos, ni tampoco conozco su origen o editorial porque mi amigo lo compró en un kiosco de la calle, al pasar. “Casualidades” solamente.

Pero sí pude retener sus conceptos principales, por lo que soy honesto, este escrito no es un fruto exclusivo de mi huerto; debo rendir mis honores a la lucidez de este franciscano hindú, pero a su vez, trataré de agregar mis observaciones y experiencias personales al respecto, que tal vez puedan ayudar a alguien, que no haya tenido la fortuna de comprender lo liberado que se sentirá cuando logre soltarse...

El franciscano, entre otros conceptos filosóficos, hace hincapié en el tema de los apegos. Al principio, no lo consideré tan importante, pero luego con el tiempo fui observando la enorme gravitación que tienen los apegos en nuestra vida de 3-D.

¿QUÉ ES EL APEGO?

Como siempre, en mi caso no se trata de...”de vuelta la mula al trigo” sino... “de vuelta el burro al diccionario” (por eso le llaman “mataburros”) y en Espasa Calpe he encontrado la definición de apego como:

Afección o inclinación particular.

Simples palabras de una definición sencilla (y tal vez por eso inmejorable) que engañosamente pueden indicar como que el asunto del apego es una cuestión sencilla. El padre Melo emplea la palabra “attachment” (en inglés) que brinda un sentido más amplio, tal como “unión, enlace, adherencia, cariño”.

De todas esas acepciones, me gusta más la que indica “adherencia”, porque me da la sensación como que estamos “adheridos” a estas 3D que han sido nuestro “hogar” nada más que durante los últimos 26.000 años. ¿O algún tiempo más...?. Es comprensible, por otra parte. No puede pretenderse que uno se “despegue” de pronto así de la noche a la mañana de los conceptos, preconceptos y creencias que lo han sostenido en esta dimensión engañosa.

EL SALTO AL VACÍO

Ninguna inteligencia sensata puede dejar de comprender los lazos que nos “adhieren” a este sistema y que son los que nos han permitido sobrevivir hasta el presente. La exigencia para despegarnos totalmente nos causaría un vacío tan profundo que inevitablemente nos sentiríamos cayendo en un pozo tan hondo en la certeza de saber que en el fondo del cual, sólo nos esperaría la locura o la depresión como respuesta a soltarnos del “attachment”.

No sabríamos ni cómo iríamos a caer ni cuando ni donde; el ser humano normal no puede sobrevivir en esas condiciones. Sería como estar volando cómodamente sentado en un avión y que de pronto se nos exigiera que nos arrojáramos al vacío sin paracaídas en medio de una noche oscura. Y aunque fuera de día. Nuestro instinto de supervivencia no nos lo permitiría, y tal vez, de tener que hacerlo, posiblemente moriríamos ahogados por el terror antes de llegar al piso.

No puede culparse al ser humano promedio por sentir esa especie de sensación cuando se le pide tal decisión. Y sin embargo... ¿Porqué hay algunos que intentan hacerlo? Bueno, hay quien siente la intensa emoción de arrojarse desde las alturas en paracaídas. Explica esta clase de persona que entonces siente la “libertad”, “que se siente vivo”, que “es una experiencia incomparable”. No sé, yo nunca he tenido la ocurrencia (o el coraje, tal vez) de hacerlo, pero por empatía me parece sentir lo que siente el individuo.

Otros seres humanos disfrutan de hacer un “clavado” lanzándose desde los riscos al mar, en una caída de 30 o 40 metros, emergiendo aún más vivos y felices que antes. Otros se atan una cuerda elástica a los pies y se lanzan desde un puente... y se sienten “vivos” porque sintieron como que iban hacia la muerte. Los envidio sanamente, pero no, eso no es para mí. Tengo demasiado apego a la vida. Como toda persona promedio, prefiero la seguridad del “pájaro en mano” que el ciento volando.

EL APEGO ES TEMOR

Bueno, otra vez volvemos a aterrizar sobre el asunto del Miedo. En este caso, Miedo a perder “el pájaro en mano”. Es comprensible. Sin embargo, tenemos apego a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros bienes, y lógicamente tenemos Miedo a perderlos. Hemos basado en ellos nuestro sistema de vida y tenemos la sospecha (llámese “creencia”) de que si no los tenemos, seremos sumamente infelices y que nuestra vida va a cambiar y en efecto, sin dudas va a cambiar, lo sé por experiencia. Vamos a sentir el “vacío” que deja la ausencia de esas cosas y afectos. ¿Será un vacío que no se puede llenar? Así lo creemos.

QUE PASA CUANDO SE VA AQUEL BIEN AL CUAL LE TENEMOS APEGO

Bien, puedo decir que estoy plenamente capacitado para describir lo que nos pasa. Por fortuna, en una etapa de mi vida me ha tocado un Ángel en el hombro y a partir de ese momento, comencé a perderlo todo. De la noche a la mañana se fue mi negocio, y con él mis ingresos, y con ellos mis vehículos, y con mis vehículos mis posibilidades de trabajar, y con ello se fueron mis amigos, y también mi pareja, y también mis hijos, y mi casa, y al encontrarme en la calle, también mi hermano y hasta mi madre, porque lógicamente supusieron que yo les resultaría una carga e incluso que les pediría la parte de la herencia que me correspondía por la razón de la muerte de mi padre. Los comprendo a todos ellos. Todos tienen sus apegos. Incluso, creo ahora comprender que muchos estaban apegados a lo que me pertenecía, no estaban apegados a mí.

No tuve otro remedio que saltar al vacío, con el agravante de que no tenía medios como para comprarme un paracaídas... Sé lo que significa caer en el pozo profundo que he mencionado. En esa caída perdí la noción del tiempo, deseando que por fin llegara el alivio de golpear contra el fondo. Pero el fondo parecía no estar, y yo seguía cayendo.... y cayendo, sin parar.

LA CUERDA INESPERADA

En esa interminable caída, lógicamente perdí también el apego a vivir y me entregué. Me abrí a ese vacío total. Dejé de lado los apegos dado que ya nada tenía a qué apegarme y en ese proceso fue que la vi. Algo que no había perdido todavía, me acompañaba silenciosamente en mi descenso. Era una cuerda tenue, luminosa, dorada, apenas perceptible... pero era lo único que tenía a mano. Y me aferré a ella, intentando sostenerme en algo que frenara mi caída. Era una cuerda, sí, era mi Cuerda Espiritual, y a pesar de su apariencia delgada y frágil, inesperadamente resistió, y ayudó a sostenerme suspendido en el vacío.

Miré hacia arriba, y en la lejana boca del pozo, me pareció ver la luz. ¿O era la Luz?. En fin, la cuestión fue que tras una caída que duró unos 10 años de mi vida (que debe haber sido en un instante porque no recuerdo qué pasó en ese entretiempo) desperté y me encontré balanceándome únicamente sostenido por esa Cuerda Dorada. Y comencé a hamacarme, más confiado, y hasta digamos que comenzó a gustarme el jugar con ella. Esa Cuerda se transformó en mi único apego y confieso que nada ni nadie me va a convencer que me desapegue de ella, porque fue lo único que me quedó. Ni siquiera me quedaron los Miedos. Y estoy convencido que esa Cuerda Dorada va a ser lo único que me va a quedar para llevar conmigo, aún ahora que ya salí del pozo.

EL APEGO A LA CUERDA DORADA

Bueno, no puedo decir que me libré de los apegos, porque todavía me queda el apego a mi Cuerda Dorada. Pero fue necesario perderlo todo para reconocer el inmenso valor de esa Cuerda, que hoy no cambio por nada de lo que tuve o lo que tengo.

Quisiera que todos comprendieran que todo ser humano lleva consigo su propia Cuerda Dorada, y que si se va liberando de los apegos a lo material, no va a caerse porque va quedando el espacio para ir descubriendo esa Cuerda, sin necesidad de tener que pasar por una experiencia tan particular (y afortunada) como la que yo pasé.

Yo estaría en condiciones de afirmar que todo lo que uno desea, puede obtenerse a partir de aferrarse a esa Cuerda personal, que en definitiva es el vínculo que nos sostiene unidos a lo Supremo. Esa Cuerda tiene nuestro nombre escrito en toda su longitud, más otros nombres que no podemos entender pero que tal vez lograremos leer claramente cuando estemos del otro lado del Velo.

LOS APEGOS SON MULETAS

A veces hay que llegar a los extremos relatados para lograr ver esa Cuerda Dorada. En mi caso, en algunas ocasiones anteriores yo había logrado ver su brillo pero eran tantos mis apegos que siempre se anteponían de una forma u otra.

Esos apegos no solamente son materiales, también son emocionales. La familia, los amigos, el “qué-dirán”, las tradiciones, el status social, las creencias, los prejuicios, los preconceptos. Todos apegos de distintas clases que se adhieren a nuestra persona de tal modo que a veces dejamos de ser Fulano o Mengano para transformarnos en El Conjunto de Apegos de Fulano o de Mengano. Eso, obviamente, disminuye nuestra autoestima, nuestra propia seguridad en nosotros mismos, porque comenzamos a utilizar esos apegos como muletas, y no sabemos caminar sin ellos.

Y de pronto un día, parecen valer más nuestros apegos que nuestra persona, y nos aterrorizamos al sólo pensar qué sería de nosotros sin ellos. Y entonces, más nos apegamos, y reforzamos la creencia de que debemos protegernos cubriéndonos con más apegos todavía.

EL APEGO ES MENTAL

Recuerdo que un día, muy dolorido por unos calambres en una pierna decidí hacer una visita al “huesólogo” como le llamamos jocosamente al masajista que nos acomoda los músculos y huesos que no parecen estar de acuerdo en mantener su lugar. Me frotó la rodilla y los músculos con una crema anestésica y antiinflamatoria, unos masajes, un tirón, un ¡Aaayyyy! y listo, todo en su lugar. Se fue el dolor, la restricción a caminar, y me pude parar maravillado, pagué la sesión muy contento y salí caminando lo más bien a dirigirme hacia mi casa. Mi vehículo estaba estacionado del otro lado de la calle y tuve que caminar algunos metros para llegar a él.

De repente tomé conciencia de que no me dolía nada en absoluto, pero sin embargo, seguía rengueando como antes de la visita al masajista. Allí adentro había dejado media hora de espera, cuarenta pesos y el dolor, pero sin embargo, me había traído conmigo “el apego” a caminar como si me doliera. ¡Tan tremendamente adheridos en la mente quedan estos apegos!.

EL APEGO A NO ASCENDER

Ascender a otro plano, a otra Dimensión, implica dejar en ésta todos esos apegos. Tal vez no tengamos problema en dejar el auto, la casa, el trabajo... pero sí tenemos un gran problema en que nos sentimos obligados a llevar con nosotros esos apegos, y en tal caso, es como si nos lleváramos el auto, la casa, el trabajo, la familia, los amigos, el status y todas esas cosas cargadas sobre los hombros. Lógicamente, en esas condiciones de sobrecarga no logramos dar un solo paso hacia esa Ascensión.

Es el apego a no Ascender. O en otras palabras, el Miedo a Ascender. O también, el amor a los apegos que no nos deja lugar para el Amor a Ascender. Y no deberíamos sentirnos culpables de proceder así, porque en definitiva, casi toda la Humanidad se encuentra en la misma situación. Mal de muchos, consuelo de tontos, dicen... ¿No?.

EL CASILLERO QUE FALTA

Y entre semejante cúmulo de apegos, es muy difícil distinguir a la Cuerda Dorada, y aunque pudiéramos verla con claridad, casi seguramente no confiamos en que soporte nuestro peso y además, el PESO de nuestros apegos. Porque no estamos dispuestos a ir a ninguna parte sin nuestros apegos. Después de todo.... ¿Qué seríamos sin ellos?.

Ángeles. Dioses. Omnipotentes, omnipresentes, eternos, reyes del Universo. Seríamos todo eso. Pero... ¿No habrá un lugarcito Allá, que es tan inmenso, como para llevarnos algunos apegos?. No. Lamentablemente no. Se ha creado de todo y lo que no está creado, lo podemos crear nosotros... pero no encontraremos un ínfimo espacio libre. Aaaahhh, entonces el Universo no es tan completo como creíamos... le falta algo, justo lo que nos impide ascender en masa: ¡No hay “casilleros para guardar apegos”!...

Emilio

14 –octubre - 2009

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