miércoles, 28 de octubre de 2009

EL AMOR

De: Emilio

emigalla2000@yahoo.com.ar

28 de octubre, 2009

Increíble resulta ver el cielo en esta noche estrellada… medianoche a dos mil metros de altura, casi sin viento, el aire limpio permite ver a todas las estrellas allí, casi al alcance de la mano, con una pureza cristalina, juntas una al lado de otra… las Tres Marías, la Cruz del Sur, en un marco tan luminoso que cuesta encontrarlas y distinguirlas del resto.

La Vía Láctea en su magnificencia… y de fondo, la melodía ininterrumpida de la cascada cercana, y más allá, el rugido… ese lejano sonido atronador del Pozo Geotérmico ¿la ronca voz del volcán?. Entre todo ese despliegue de infinito, un brillo especial de colores variables se destaca en la profundidad del cielo, una “estrella” muy especial: Venus.

Venus es el planeta del amor, regente de los Signos Tauro y Libra. El amor de Tauro es un tanto celoso y posesivo porque también lo rige la Luna que representa a la madre, a la familia, al hogar. El amor de Libra es más trascendente y responsable, porque lo rige también Saturno.

Pero ambos Signos gustan de lo bello, de lo valioso, de las cosas meritorias que nos da la vida. Y ambos Signos poseen un notable carisma y una atractiva seducción. Los astrólogos coincidimos en que las mejores esposas del zodíaco son Tauro y Libra…

Sin embargo, Venus como diosa (también llamada Afrodita) no era tan querida y valorada como podría suponerse. Más bien era temida y hasta odiada por su familia del Olimpo.

Venus, además de belleza poseía una inteligencia y un encanto extraordinario que hacía caer rendidos a sus pies a más de uno de los dioses, incluyendo al mismísimo Zeus, rey del Olimpo. Y a ella le encantaba ejercer esos poderes de atracción tan irresistibles.

El amor atrapa por la belleza y la seducción.

Claro que después los extorsionaba recordándoles sus flaquezas, insinuando que podía llegar a hacer públicos sus renuncios… especialmente a aquellos dioses que eran casados, como Zeus, el rey del Olimpo, esposo de Hera, por ejemplo. En el Olimpo se deslizaban también ciertas travesuras, que rápidamente hemos copiado los seres humanos…

Venus se aseguraba así de controlar un poder que no dejaba dormir en paz a más de uno de sus hermanos dioses, que justamente por eso la temían y también la odiaban, porque les recordaba sus momentos de flaqueza. Y ni hablar de la envidia y los resentimientos que despertaba en sus hermanas diosas…

Observando cuidadosamente se comprueba que la figura del amor da paso a la figura del poder… ¿notable, no? El ser humano, cuando es incapaz de lograr sentir la plenitud del amor, busca desesperadamente en su lugar, lograr el poder; y confunde ambas energías considerándolas como sucedáneas, siendo ellas totalmente antagónicas.

Hace dos mil años, Alguien dijo, al ser preguntado sobre cómo distinguir entre lo que es, de lo que parece ser, o sea lo verdadero, de lo falso: “… por sus frutos los reconocerás”.

El amor crea, el poder destruye.

Tal es la confusión, que pueden verse a muchas personas que valoran demasiado, por ejemplo, el poder que haya alcanzado un ser humano en las cuestiones materiales. Ese parámetro parece que lo hace más atractivo, más objeto de amor.

Sin embargo, regresando mi atención a Venus… siempre hubo una pregunta en mi mente que no tuvo respuesta, respecto de la diosa del amor; me pregunté por qué Venus ha permanecido soltera. Pretendientes no le han faltado… ¿entonces?...

“El amor y la belleza no son perfectos sino perfectibles… por eso nunca pueden ser alcanzados. Y cuando se cree que se han alcanzado, ése es el momento en que ya no pueden ser retenidos” escuché decir a una voz femenina desde lo alto.

“¿Venus? ¿Es tu voz la que creo escuchar?” pregunté.

“Yo misma soy, pero prefiero que me llames Afrodita…” contestó la voz.

“Bueno… me has sorprendido al escuchar tu voz, pero… sí, como quieras, te llamaré Afrodita si así lo deseas” le dije.

“Tal vez quieras saber cómo nació el amor... Cuando yo nací, el mismo día nació Eros, también llamado Cupido. Recuerda que los dioses ya éramos adultos en un solo día… Cuando Eros abrió sus ojos y me vio, inmediatamente se enamoró de mí. Yo simbolizaba el ideal femenino, Eros, el ideal masculino” dijo Afrodita.

“Pero creo saber que Eros siempre te persiguió pero nunca dejaste que te diera alcance… ¿porqué pasó de esa manera?” pregunté.

“La perfección nunca puede ser alcanzada… dejaría de ser perfecta” dijo Afrodita.

“¿Quiere decir entonces que los seres humanos nunca lograremos alcanzar ese amor soñado, que tantas veces nos lleva a hacer locuras y nos pone tan irreflexivos e insensatos?” pregunté con preocupación.

“El día que lo hagas tuyo, dejará de ser el amor soñado. El secreto está en lograr que ese amor trascienda a otros niveles superiores y al sublimarse, se vaya perfeccionando de modo de convertirse en una meta que nunca deje de ser un objetivo, en lugar de un fin” me contestó Afrodita.

No supe qué responder… y los años me enseñaron que cuando no se sabe qué decir, es mejor quedarse callado.

“Ustedes siempre confunden “amor” con “Amor”…” continuó Afrodita.

“¿Cómo…? ¿Me puedes explicar cómo es eso?” le dije.

“¿Sabes cómo es el símbolo con que se representa al planeta Venus?” preguntó Afrodita a su vez.

“Sí, por supuesto, es un círculo, que representa al espíritu, por encima de una cruz, que representa a la materia…” dije sin vacilar.

“¿No te suena familiar lo de… ‘el espíritu, sobre la cruz’? Reflexiona sobre ello...

dijo ella, y continuó “¿Y cómo es el símbolo que representa a tu planeta Tierra?” preguntó de nuevo ella.

“Bueno… una cruz, por encima de un círculo….” respondí alcanzando a vislumbrar lo que ella me quería decir.

“O sea - dijo Afrodita - la materia por sobre el espíritu, no es así? Y si prima la materia sobre el espíritu… ¿dónde está el amor en tu planeta? ¿Es acaso un planeta de amor?”.

Justo lo que temía que me iba a decir. Una pregunta que se responde a sí misma, evidentemente…

“El ‘Amor’ es infinito, pero el ‘amor’ entre ustedes, tiene límites muy precisos. Y por eso, si no se transforma evolucionando con el tiempo, termina muriendo" dijo Afrodita.

“Pero… (no me resignaba a aceptarlo) entonces, ¿qué es eso que sentimos cuando la imagen de alguien se apodera de nuestros pensamientos, no nos deja conciliar el sueño, nos pone tartamudos, nos hace hacer chiquilinadas, ruborizarnos, volvernos mudos o hacer que hablemos de más... eso que parece que nos lleva en vuelo como si no sintiéramos los pies sobre la tierra, esa necesidad que no se puede colmar si no estamos con ese alguien que necesitamos a nuestro lado?” pregunté casi sin fuerzas.

“Bueno… eso es amor, sin duda. Ese amor entre ustedes... No puedes estar sin ella, no puedes concentrarte en tus ocupaciones, te pones estúpido, no puedes esperar a que llegue la hora de verla, de estar junto a ella… Eso es amor, pero hay algo más allá que ese excitante sentimiento adolescente.

El amor a una persona, es simplemente amor. El amor a las personas, a la naturaleza, a la vida, a la riqueza del espíritu, a la Llama original que te ha creado como ser eterno… todo eso junto, se acerca mucho al Amor. ¿Entiendes ahora la diferencia?” dijo ella.

“A ver… ¿el amor sería un sentimiento dirigido a lo personal, mientras que el Amor, sería un sentimiento dirigido a lo impersonal, entonces?” pregunté.

“Algo así… pero el verdadero amor debe contener ambos conceptos que has mencionado; es la única manera de que el tiempo no pueda contra él” contestó Afrodita.

“Voy comprendiendo... pero, ya que estamos en el tema, quisiera hacerte una pregunta un tanto personal… ¿Puedo?” dije.

“Adelante…” contestó la diosa del amor.

“Afrodita… ¿porqué aún sigues sola?” le pregunté.

“Tal vez sea… - dijo ella - porque aún esté en espera de encontrar el verdadero amor…”

“Disculpa mi atrevida conclusión… - dije yo - soy nada más que un simple mortal, pero… no puedo evitar hacerte esta pregunta:

¿No será que no puedes enamorarte de nadie… porque estás enamorada del Amor?”...

Emilio - Copahue de noche, enero del 2006

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