miércoles, 21 de octubre de 2009

FANTASMAS ANGUSTIANTES

De: Emilio

emigalla2000@yahoo.com.ar

21 de octubre, 2009

“Epa, epa….!!! ¿Qué estas haciendo vos por aquí…? Te hacía de regreso ya, en tu ciudad, para estos días… ¿Qué pasó? ¿Te enamoraste de Copahue?” escuché de pronto decir a aquella voz monótona y profunda…

“Hola, mi amigo Blup-blup… ya ves, la bañera (para mí que sabe que nos hicimos amigos) me trajo a esta puerta…. y aquí me tenés. No, no regresé aún porque han cortado la ruta que va hacia casa, lo que aprovecho también porque quiero terminar mi tratamiento… y vos? ¿Cómo estás?” le contesté.

“Bueno…!, de “maldito Blup-blup” a “amigo Blup-blup”… cómo nos cambia la vida, no? Yo, acá estoy… en la ventana entre el mundo de la vida y el mundo de la muerte, como siempre… y vos?, parece que has vuelto a darte baños de vapor…” dijo él.

Nota: “Blup-blup” es el nombre que le asigné a unas burbujas de vapor sulfuroso que existen en los baños de vapor termales del complejo Copahue-Caviahue, un vórtice de energía en el oeste de Argentina, en la cordillera justo al límite con Chile.

“En realidad, nunca los interrumpí; me hacen muy bien, me ayudan a adelgazar y a eliminar toxinas, y destapan mis vías respiratorias. Lo que pasa es que la asistente de la tarde parece que me ha visto cara de veterano en esta área y en lugar de enviarme aquí, a tu morada, me ha venido ‘encasuchando’ en lo de tu primo…” contesté.

“¿En lo del Potro te metió? Ohhhhh…. ¿Te aguantaste en lo de mi primo?”

“No, pero en el de al lado, justo en los dominios del Potro. Pero, bueno, tu primo no tiene fama de manso tampoco, se ha ganado que le teman y le esquiven; ¿por qué le llaman “El Potro”? pregunté.

“Te habrás dado cuenta, si es que ya estuviste allí… no hay con qué aguantarle el tiempo; es el más bravo de la familia…” dijo mi amigo.

“Realmente…! Fueron los 15 minutos más largos de mi vida… creo que debo haber bajado tres kilos de repente…” le dije yo.

“¿Y cómo se sienten ustedes los humanos al estar allí?” preguntó.

“Bueno, mirá… hay gente que no lo soporta y sale antes. Otros, como yo, hacen el sacrificio y se lo aguantan… pero no es para cualquiera. En realidad, yo no sabía que tenía claustrofobia… a estos años me vengo a enterar” le dije.

“¿A qué le llamás “claustrofobia”…? preguntó mi amigo.

“Y… mirá, realmente la definición profesional no te la puedo dar, pero sí te puedo comentar los síntomas que me pasan: siento ahogo en ese ambiente tan caliente, como que se me incendia la piel, la laringe, los ojos, a veces siento ganas de escapar, es una angustia como que la vida se te va de a poco… “ le dije.

“Eso, además del calor, es el encierro… por eso te dije que yo estaba asomado a la ventana entre la vida y la muerte, por lo que te aseguro que conozco bien el tema… ¿y encontraste la manera de superarlo, o aún no?” preguntó mi amigo.

“Creo que si… como a todo, más tarde o más temprano, uno logra superarlo, más, recordando nuestra primera charla sobre la piel del alma. Pongo atención en descubrir exactamente qué es lo que me está causando ese desasosiego, y llego a la conclusión de que es solamente calor… que no está en juego mi vida, y dialogo con mi propia mente diciéndole que es una cuestión de tiempo para que termine….” le dije.

“¿Y cómo haces para manejar ese período de tiempo, hasta que finalice?” me preguntó.

“Pensando que el tiempo es sólo un parámetro armado por la mente humana, para no perderse entre los cuatro ejes coordenados en que vivimos (ancho, largo, alto y tiempo) y que así como mi mente asume la existencia del tiempo, puedo intentar hacer que ella module el concepto de variación del tiempo. No puedo trabajar sobre el tiempo, pero sí sobre mi consciencia del transcurso del tiempo. Y así, quince minutos pasan rápidamente, como pequeños intervalos entre varios pensamientos de mi mente…” contesté.

“¿Viste que la mente puede constituirse en la piel del alma, y protegerla del sufrimiento?” dijo él a continuación.

“Sí, ahora lo compruebo, pero… ¿porqué no pude comprenderlo antes, por mi propia cuenta?” le pregunté a mi amigo, que sé que entiende de las profundidades en las que suele caer el ser al tomar contacto con el dolor.

“Porque, al igual que todos, aprendiste por el dolor; de ese modo, aceptaste que el camino era por ahí, y nunca lo cuestionaste. Nunca se te ocurrió que la angustia es solamente un fantasma más, de todos los que ustedes se han inventado…” dijo mi amigo y luego preguntó: “¿Pasaste por el palenque del hombre que alquila caballos para pasear y subir al volcán?”.

“Sí, pasé por al lado con el cuatriciclo ayer a la tarde…” contesté.

“¿Viste como mantiene a los caballos en su lugar, para que no se vayan…?” preguntó.

“No me fijé exactamente, pero debe atar las riendas al palenque, supongo” le contesté.

“No están atadas, no hay nudos… pero allí, paradójicamente, está el nudo de la cuestión. En tu caso, mantienes la actitud del caballo cuya rienda es dejada por el paisano sobre un palenque, sin atar… el animal aprendió que cuando la rienda está junto al palo, no puede liberarse; así fue adiestrado, y así se mantiene.

Esclavo de su propia creencia, sin intentar irse. Hoy ya no es necesario atarlo; él cree que está atado y eso es suficiente para que ni se le ocurra escapar. Su lazo es un fantasma, que lo tiene convencido de que está atado. Así son las creencias, amigo versero… te han contado muchos ‘versos’ y te los has creído, no?. Estás esclavizado simplemente porque no puedes entender que estás libre” me respondió.

“Su tiempo, señor…” dijo la asistente, interrumpiendo el diálogo con mi amigo subterráneo.

Salí, y luego del reposo obligado de los 10 minutos, me fui vistiendo lentamente, tratando de hacerme consciente de todos los fantasmas a los que solemos estar vinculados… la angustia, la depresión, la claustrofobia, los miedos, tantas falsas creencias, tantos prejuicios… ¿Porqué será que nos cuesta tanto entender el concepto de libertad?

¿Qué es lo que nos esclaviza de ese modo…. la rienda, el palenque o nuestra propia mentalidad?”. Parece que mi burbujeante amigo puede ver más desde allá abajo que yo desde aquí arriba; tal vez porque él no se somete a ese otro fantasma que hemos dejado que se nos haga carne: el miedo. ¿Podrá ser que mi amigo vea lo que yo no puedo ver, porque el está asomado a la ventana entre ambos mundos, el de la vida y el de la muerte…?.

“¿O será porque vos no tienes todavía esa clara conciencia de que ambos son parte de una misma realidad…? ¿No será porque aún no aceptas tu verdad y por eso necesitas crear fantasmas para sobrevivir?” pareció escucharse desde allá abajo cuando yo estaba ya cruzando el pasillo hacia la sala de recepción…

Emilio

Baños de Vapor, enero del 2006

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