lunes, 5 de octubre de 2009

LA PIEL DEL ALMA

De: Emilio

emigalla2000@yahoo.com.ar

5 de octubre, 2006

Insoportable… esto es un infierno. El sudor me baña el cuerpo entero y encima, resbala por mi frente y me cae en los ojos… casi no puedo ver. El aire caliente penetra en mis pulmones como un fuego; el vapor me quema los pies y tengo que mantenerlos levantados o apoyados sobre el banco de madera. Inaguantable.

Ahora sé lo que debe sentir una papa cuando la están cocinando en agua hirviendo… Me viene la imagen del explorador metido en el caldero, el fuego al máximo, y los caníbales danzando alrededor, que mostraban aquellas revistas que leía de chico, haciendo trampa a la siesta, sin hacer ruido, cuando los viejos creían que estaba durmiendo.

“¿Todo bien?” pregunta la asistente de los baños, abriendo la puerta sin anunciarse.

“Si, todo bien! Bárbaro!” respondo haciéndome el valiente frente a la joven. Qué hipócrita lo vuelven los años a uno, frente a una niña de 25 años…!

Y a esto le llaman “baño de vapor”…! Deberían llamarle “infierno” o al menos “purgatorio”!. No se banca, parece que me estoy cocinando vivo. Mi corazón aumenta sus pulsaciones, lo estoy sintiendo. Parece que adentro de mí se ha decretado el estado de emergencia… “alerta rojo!!!” está gritando mi piel…

Qué maravilla la piel humana…, no? Hoy a la mañana, en la fangoterapia mi piel funcionaba dejando entrar todos los minerales hacia la sangre; ahora, al revés, echa fuera todas las toxinas. Increíble.

Un proceso físico-químico selectivo que no es gobernado por mi mente, por suerte. Una membrana osmótica inteligente, que sabe distinguir entre sustancias nocivas y sales útiles para el organismo. ¿Seríamos capaces de construir algo así, nosotros, los que nos creemos que sabemos todo sobre la física, la química, la electrónica… Nosotros… los dioses de la clonación, del ADN, de la robótica, de la era digital…?

Bueno, no tan dioses… más bien, como decíamos en la escuela: COPIONES. Si uno observa la pantalla de su computadora o de su TV en una zona perfectamente blanca, a través de una lupa comprobará que justamente, el blanco, no existe. Y sin embargo hubiéramos jugado plata a que ese espacio era blanco!.

¡Cómo nos embaucan…! El blanco resulta de un equilibrio delicado entre un 30 % de rojo, un 59 % de verde, y un 11% de azul. Por eso, se ven sólo luminósforos (puntos brillantes) de esos tres colores: rojo, verde y azul (qué gracia me hace cuando en computación y en TV digital se habla de “millones de colores”!).

Siempre la mentira mezclada con la realidad. Nos creemos todo porque idealizamos. Pero los años van haciendo que dejemos de ser idealistas para convertirnos en realistas… ¿Será que se va perdiendo la ingenuidad?.

La ingenuidad es lo que nos permite enamorarnos. Enamorarnos nos vuelve todo piel. Y a través de esa piel parece que se nos escapa el alma queriendo rodear y arropar tiernamente a la persona amada. Pero los años pasan… Y la realidad se impone. Y justo a mí no me la pueden contar, porque yo la viví y tengo memoria… todavía. Recuerdo que el televisor color ya estaba listo para funcionar, pero no se podía lograr aún lo más vital, lo único que le importaba al televidente: la pantalla.

No había tubos para mostrar imágenes de color!!! Todo era blanco y negro hasta ese entonces. Hasta que a alguno se le iluminó la neurona y copió el funcionamiento del ojo humano, con sus tres células sensibles: las que ven el rojo, las que ven el verde y las que ven el azul.

Mirá qué sencillo!!! El micrófono copia al tímpano; el parlante, a las cuerdas vocales; las ROM, las RAM, las EPROM a la memoria humana; el microprocesador copia el funcionamiento del cerebro humano; el disco rígido cuenta “con los dedos” como nosotros en la época del jardín de infantes… Y nos consideramos orgullosamente “creadores” o al menos “creativos”!!!. Apenas… APENAS nos da la cabeza para copiar.

El usuario que presiona el acelerador de su auto nuevo no sabe que la computadora de a bordo está haciendo millones de comparaciones por segundo, más rápida que el cerebro humano.

Tiene censores (ojos, oídos, detectores de vibración, de temperatura y tantas otras copias de nuestra fisiología) que le advierten sobre los cambios en los parámetros de funcionamiento del motor. Similarmente a mi corazón, adapta la dosificación entre nafta y aire, el tiempo de apertura de los inyectores, el grado de avance del salto de chispa y otras variables, como poner en marcha los electro-ventiladores, para compensar aumentos de temperatura del motor.

Lo mismo que está haciendo mi organismo ahora en esta situación de emergencia y alerta total; la piel transpira para intentar mantener la temperatura corporal. La tecnología automotriz... sólo una copia más.

Qué maravilla es nuestro cuerpo y sin embargo, al igual que al auto o a la computadora, no le hacemos el mantenimiento preventivo! Después nos quejamos cuando funciona mal, y tenemos que venir a curarnos a este infierno, que ya no me lo aguanto más…! creo que se me están cocinando los… intestinos! (casi digo otra cosa).

“¿Está bien, señor…? puede mojarse la cabeza con agua fría si tiene mucho calor…” interrumpe mis pensamientos la asistente.

“No, por favor… ¡está espectacular!”. Mentiroso. Versero. Hipócrita. Machista… Pero bueno… ¿Qué puedo hacer? ¡justo hoy me viene a tocar este bomboncito!.

Mi piel desesperadamente reacciona bañándose en sudor, intentando compensar la alta temperatura que reina en el gabinete. Y encima, ese maldito “blup-blup” que viene desde abajo del piso, que ya me tiene harto. Es el vapor que brota… desde la piel del infierno… debe venir!.

Qué bueno que sería si el alma tuviera piel, no? Podríamos rechazar lo que nos hace daño, incorporar todo aquello que nos beneficia… no andaríamos por la vida renegando, traumatizados por las cosas que nos lastimaron, miedosos de recomenzar, cerrándonos ante las nuevas posibilidades que inevitablemente vamos a entender como “crisis”.

“Qué bueno que estás en crisis (decía Stephen, mi profesor yanqui en el curso de hipnosis), porque a partir de ahora vas a ser una mejor persona”.

¿Porqué no te vas al c...!? Vos estás de la nuca, pensé en la primer clase; para escuchar esto me gasté 1.500 dólares!? Stephen, vos sos un genio, concluí en la última, mientras nos abrazábamos para la foto.

Así nos damos vuelta, así de fácil… Pero qué bueno si el alma tuviera piel, tuviera… dicho en el más puro porteño de Minguito.

“¿Y acaso el alma no tiene piel, quejoso…?” dijo una voz ronca, gutural, resonando en el pequeño recinto.

No… otra vez, no… Este calor me está volviendo loco, sin duda. Aquí no hay nada que pueda hablar: los bancos, la canilla de agua fría, las paredes, la ventana…

“Y el piso... y lo que hay debajo del piso, no te olvides…” se escuchó nuevamente a la voz ronca.

“Pero… ¿quien me habla? ¿Quién sos?” pude articular.

“El ‘maldito blup-blup’ soy, ése mismo” dijo la voz ronca.

Ya me estoy acostumbrando… no sé si a estar loco, o que del lugar menos pensado, aparezca una cosa así y me ponga de vuelta y media.

“Ahhhh, el blup-blup… sí, qué tal? Mucho gusto!” dije, resignado.

“El “maldito” blup-blup, como dijiste antes. Quiero hacerte notar que el alma también tiene piel, para que salgas de tu error” dijo el ronco.

“¿El alma tiene piel? Esa es nueva, recién hoy la escucho.” Le contesté.

“A ver… dame unos minutos y vas a ver cómo hago que te des vuelta, “pucherito”… El ronco me estaba cargando, a todas luces, y encima yo no podía hacer otra cosa que transpirar como testigo falso y seguirle el tren.

“Decime… (continuó el ronco blup-blup) ¿Para qué tenés la mente?”.

“¿La mente? Bueno… para pensar, para analizar, para llegar a conclusiones, para entender…” le contesté.

“¡Si tu mente fuera capaz de hacer todo eso, yo no necesitaría ponerme en evidencia en tu plano material, “mentiroso-versero-hipócrita”!” ahora los blup-blup parecieron sonar como una carcajada…

“Vos mismo estabas reconociendo hace pocos minutos que la mente humana apenas sirve para copiar, no?” dijo la voz ronca.

“Está bien, sí, tenés razón, ronquito… pero, ¿adonde querés llevarme?” reconocí.

“Si pudieras hacer que tu mente procesara correctamente los hechos pasados, si los entendieras, si descifraras su verdad, si comprendieras su porqué sin que tuvieran que ser tan dramatizados… no llegarían a tu alma con semejante crudeza y desviación. Tu alma no estaría llena de cicatrices, sino de verdaderos aprendizajes” dijo la voz desde debajo del piso, por entre las tablas mojadas.

“Cierto… no lo había visto de esa manera” le contesté.

“Y si tu mente pudiera interpretar los sonidos de tu alma, tal vez podrías hasta ser capaz de expresar naturalmente tus sentimientos, tus sentires, tus más internas emociones… sin que te diera tanta vergüenza” continuó la voz.

“Parece que sí, que también en eso tenés razón…” respondí, con la cabeza gacha..

“Y si tu mente copiona, pudiera copiar lo que hace tu piel con el organismo, protegerías a tu alma del dolor y la alimentarías con la alegría, el amor, la amistad, los sentimientos puros y sanos. Podrías decidir cuando una cosa es beneficiosa y en consecuencia internalizarla, y también cuando algo es nocivo y rechazarlo o eliminarlo de tu interior. Pero, claro, tendrías que aprender a utilizar tu mente…” dijo la voz ronca. Hizo una pausa, como para estudiar mis reacciones, y continuó:

“El alma tiene piel, mi amigo… sólo que tanto vivir te ha llevado a despellejarla. Te has dejado impresionar, convencer, embaucar, como recién decías. Te dijeron que el blanco era blanco, y te lo creíste. Sí, vos, justamente vos, al que no se la pueden contar…” dijo el ronco blup-blup.

“Ya puede secarse y pasar a la camilla para descansar diez minutos” dijo asomando su carita el bomboncito, interrumpiendo mi diálogo con el “bendito” blup-blup.

La asistente me alcanzó la toalla y luego de secarme como pude, me recosté en la camilla para recuperar mi estado natural.

“¿Se siente bien… le sirvo un vaso de agua fresca?” me preguntó el bomboncito, que luego supe que se llama Carolina...

“Está todo bien, gracias” le contesté… “Lo que no me mata, me fortalece”.

Ella me miró y sonrió, tal vez creyendo que yo hablaba del calor del sauna. Claro, ella no podía imaginarse lo que yo había aprendido gracias al ahora “querido blup-blup”.

Y posiblemente tampoco se daba cuenta de que mi inteligente comentario, no era otra cosa que algo que mi mente copiona había plagiado de Nietsche: “lo que no me mata, me fortalece”. Intenté relajarme para entrar en mi silencio interior, pero en eso estaba cuando…

“¡¡¡¡Mentiroso… versero… hipócrita... machista!!!!” pareció escucharse, tras una carcajada... bajo las tablas del piso en la sala de al lado.

Emilio

Baños de vapor del volcán, enero del 2006

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